7- Luz de Luna

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Esa noche me masturbe una, dos, tres y hasta cuatro veces y el deseo no se iba, Luna me había dejado encendida y no había nada que calmara mi sed. Mi mano ya estaba cansada, el orgasmo que tenía no era suficiente y el pensar en ella, en lo cerca que estuvo mi lengua de su cuerpo, solo aumentaba mi excitación. En mi mente repasaba cada uno de los movimientos que hice encima de ella. Como la bese, como lamí sus pechos, su ombligo y hasta me imagine lamiendo su vagina. Pero eso solo me calentaba más y más, nada hacía bajar mi temperatura.

Eran aproximadamente las doce de la noche y mi cuerpo me seguía pidiendo y ya no había que más darle. Estaba bañada en sudor. Mis mejillas rojas por el calor que sentía, por mis pechos rígidos, sabían que algo pasaba. Fue entonces que empecé a imaginar a ese hombre que me había violado de pequeña, creí que si me masturbaba pensando él, las cosas volverían a ser como antes y mi orgasmo seria satisfactorio. Comencé a meter por mi vagina el viejo frasco de crema, ese que ya ni letras tenía.

Iba de suave a duro, de duro a agresivo y de agresivo pase al caos. Nada me calmaba, creí que al meterme ese juguete en mi vagina me sentiría mejor, pero no fue así, entonces llegue a la conclusión de que lo que realmente necesitaba, era tener sexo con un hombre real, alguien que sepa darme placer, alguien que pueda lamer mi cuerpo completo y sacar el deseo de mí, alguien que pueda exprimir hasta la última gota de mi piel. Estaba en un grado de excitación que nunca había sentido. Mi mente se nublo y solo pensaba en tener sexo duro, hacerlo con algún hombre de gran pene. Pero no tenía ni idea de dónde buscar, so sabía dónde ir, no tenía amigos, ni conocidos que pudieran ayudar en ese momento. Pero fue en eso que recordé la invitación a la fiesta en casa de Morales, un compañero de escuela. Ahí podría encontrar algún chico con el cual coger bien duro. Deje de masturbarme y me vestí sabiendo que a esa hora no me dejarían salir y menos a una fiesta, así que tuve que improvisar y escape por la ventana de atrás. Resulto ser muy fácil, nadie se dio cuenta de que había salido.

Pero antes me puse ropa ajustada y maquillaje, me vestí tal cual lo haría una puta, caminaba por la calle con un meneo de caderas que nunca antes había tenido. Mi trasero tenía vida propia y mi vagina un hambre por saciar. Juro que el pantalón ajustado me calentaba más a mí que a los chicos. Sentir como mis nalgas se movían al caminar me provocaba algo estaño en el pecho. La polera negras que me puse era más o menos suelta y mis pechos sin sostén se veían firmes y parados, mis pezones llegaron antes que yo a la fiesta, el color rojo de mis labios hicieron que todos volvieran la vista a mí. Entre a esa casa como si yo fuera la dueña, mi confianza era total.

Entre a la fiesta, la música estaba al tope, habían cervezas, pisco, cigarrillos y algunos suflés, apenas puse un pie dentro comencé a mirar alrededor buscando alguna presa, habían muchos chicos y también chicas. Pero nadie me parecía excitante. Di unas cuantas vueltas dentro de la casa, me sentía decepcionada y también ridícula. Nadie me hablaba, solo me miraban como a un bicho raro, la mayoría ni pudo reconocerme, nunca antes me habían visto con esa ropa y menos con maquillaje, creo que los hombres se intimidan frente a una mujer con mis características. Parecer la puta de los dioses me hizo más lejana a ellos, jure que mi cambio tan notorio atraería hombres de inmediato. Pero nadie se acercaba a mí. Quizás era porque parecía una loca por el maquillaje.

Después de darme cuenta de que mi plan había fracasado me acerque a la barra donde había mucho que beber y comer. Saque algunos suflés y tome un vaso para servirme bebida, entonces una voz irrumpió y me pregunto que deseaba tomar.

Este era un hombre ya adulto, creo que tenía algo así como 45 años. Me cometo que era el padre de morales y agrego que nunca antes me había visto por ahí. El me parecía una persona simpática, de rasgos amables y mirada sincera. Me pregunto con quién venía a la fiesta y yo le conteste que sola. Soltó una carcajada y me dijo:

La Pasión de FlorenciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora