18- Jugar y pensar en bodas.

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        No éntrate en detalles de cómo fue nuestra primera vez, solo diré que logré tocar el cielo con mis dedos, saboreé el dulce néctar de la vida junto a ella. La ame, me amo y fuimos eternidad por unos minutos. Luna sabía muy bien donde tocar y sus dedos me mostraban un mundo nuevo lleno de placeres y colores que jamás hubiera imaginado. El verde pasto fue nuestro lecho y la brisa del sur nos envolvía como suaves sabanas de lino invisible. Bese su cuello y el sabor de su sudor dejaba un gusto a flores en mi boca, Sus pechos olían a rosas y sus muslos a olvido, Luna me dejo perdida en un eterno vaivén de placer, Luna me tenía sumergida en un mar de sensaciones nuevas, Jamás había hecho el amor, esto era muy distinto a todo lo que haya probado antes. No existen palabras para poder describir lo bello que fue estar ahí bajo ese enorme árbol. No existe poema tan bello capaz de explicar esa tarde, esas emociones y sensaciones. Fue mágico, fue más que un sueño, eso fue hacer el amor verdaderamente. Luna hacia que sus quejidos se volvieran canción junto al sonido del manantial y las hojas del sauce, hizo que el sol sonrojara y quisiera esconderse tras nubes rojizas. Cuando ya ambas habíamos acabado y estábamos con el corazón a mil en el pecho, dejamos de besarnos y con los labios rojos de pasión nos miramos y ninguna dijo nada. ¿Qué palabra podía remplazar nuestras miradas? ¡Ninguna!

Mi cuerpo vibraba de placer y con mis piernas casi sin reaccionar me puse de pie y camine hasta la orilla del manantial. Ahí voltee la vista hacia donde estaba luna recostada sobre un manto verde de hierba aplastada. La mire a los ojos y de espaldas comencé a entrar en el agua. Nunca quite mi vista de ella y así mismo mi cuerpo temblorosos y ardiente sintió el frescor de esa agua cristalina.

No hubo necesidad de llamar a luna, ella sola se levantó y camino hacia mí, solo extendí mi brazo y tomando su suave mano le ayude a entrar en el manantial.

Estábamos con el agua hasta las caderas y el frio hacia que mis dientes temblaran. Luna vio que mi mentón se movía por el frio y eso la hizo reír. Seguimos avanzando y el agua llegaba a mis pechos y fue ahí que Luna me rodio el cuello con sus brazo y sentí el calor de su piel sobre mí. Aún ninguna decía palabra y no era necesario. Las miradas eran cómplices y las palabras mudas. Hablábamos con cada pestañar, con cada sonrisa o mueca. Tenía a Luna colgada de mi cuello y yo me sujeté a su cintura. Estando en medio del manantial desnudas y abrazadas ella rompió el silencio preguntando:

-¿estará mal lo que hacemos, crees que alguien nos condenaría? –pregunto ella.

-no sé si este mal, en este momento me importa un comino lo que diga cualquier persona en el mundo, solo dios puede decir que está bien y que está mal, y mientras no lo vea frente a nosotras diciendo que estamos mal no me alejare de ti- le conteste.

-¿entonces si yo te presento a mi familia como mi novia tu no tendrías problemas?- me volvió a preguntar.

-¡eso es muy distinto! Creo que no me sentiría cómoda, quizás me aterre la idea de que mis padres sepan que soy lesbiana- le dije-

-bueno, yo no creo que tu o yo seamos lesbianas. Es difícil catalogar mi sexualidad o la tuya ya que eres mi primera pareja lésbica y creo que yo también soy la primera tuya. No hay más referencias así que no podemos asegurar anda- dijo ella mirando mis labios.

-pero en este momento si nos vieran seriamos catalogadas de inmediato como lesbianas y eso es lo que a mí me aterra. La gente no preguntara si hubo más parejas antes. Puede que mi pareja anterior sea un hombre, pero la gente me juzgara por lo que vea en el momento- le dije.

-Tienes razón, las personas no entienden lo que es el amor. Para ellos el corazón solo va en un sentido, hombres con mujeres y jamás mujeres con mujeres u hombres con hombre.

Después de tener esa pequeña conversación Luna decidió no contarle nada a nadie, lo nuestro seguiría siendo un secreto y se lo agradecí. Cuando ya teníamos el agua hasta el cuello Luna guardo silencio y con una leve sonrisa en los labios comenzó a jugar en el agua. Primero se hundió hasta desaparecer y al cabo de unos segundos comenzó a levantarse frente a mí. Lentamente salía su cabeza del agua y el maquillaje de sus ojos se disolvía y escurría dejando una mancha en sus mejillas. Su pelo lacio sobre la cara le daba un aspecto tétrico y por un momento me produjo temor. Cuando por fin pude ver su boca, esta estaba inflada y antes de que digiera cualquier cosa Luna me lanzo el chorro de agua que tenía escondido, me llego directo a la cara y eso me hizo reír mucho. Intente hacer lo mismo pero no podía acercarme lo suficiente a ella como para darle. Luna nadaba rápido y se sumergía, mientras que yo solo me mantenía de pie o flotando a lo perrito. Tengo que confesar que no sé nadar, no aguanto mucho bajo el agua, pero a pesar de mi temor a ahogarme, esos juegos me causaban mucha alegría y dejaron un bello recuerdo en mi mente, recuerdos que difícilmente se borrara.

Muchas veces saco la conclusión de que antes de conocer a luna mi vida era vacía y aburrida, ella me enseño muchas cosas, me hizo ver más allá de mi nariz y junto a ella fui feliz, junto a ella describir lo que es el amor, la pasión y a un que me duela decirlo, también descubrí el dolor, la desesperación y el horror que se siente cuando el corazón se rompe en mil pedazos.

Después de un rato de jugar en el agua, luna dijo que ya era hora de volver a la casa. Que el matrimonio comenzaría dentro de poco así que salimos del manantial y nos vestimos. Mientras me ponía la ropa veía el agua que todavía estaba agitada por nuestro juego y como de a poco volvía la quietud. Compare eso con mi estado de ánimo cuando estoy lejos de Luna. Mi mente se vuelve turbia, se llena de malos pensamientos y deseos oscuros, me vuelvo un animal en celos y solo pienso en sexo perverso. Pero estando a su lado, las aguas de mi mente se calman y en su reflejo puedo volver a ver a la niña que alguna vez fui. Estando con ella no pienso en esas cosas o si lo pienso es con ella, besarla a ella, amarla a ella, todo con ella y sin maldad ni pecado. Es un amor puro y sincero, para ella yo deseo lo mejor y sé que Luna también desea lo mismo para mí.

Volvimos a la casa y dejamos los caballos con Fermín, quien ya lucía muy bien con ese traje negro que se había conseguido. Todo el mundo estaba alborotado y corrían de un lado a otro, Luna y yo llegamos justo a la hora, nos cambiamos de ropa, nos pusimos los vestidos y corrimos a patio donde los invitados ya estaban sentados en muchas sillas blancas, el altar que se improviso estaba decorado con millones de rosas blancas y hasta él había un camino hecho de pétalos blancos. Ese era un matrimonio de ensueño. Con Luna nos sentamos atrás donde estaban todos sus primos, incluso estaba ese que la había hecho enojar tanto. Nunca supe porque estaba tan enojado con él y tampoco le pregunte. Cuando sonó la marcha nupcial y por fin vimos a la novia yo quede maravillada con su vestido. Era blanco con un gran velo sobre su rostro y la cola que tenía era tan larga que la sostenían tres niños pequeños, el encaje de sus brazos y escote era muy lindo y trabajado. Desde ese momento supe que yo quería un vestido así para mi casamiento, pero eso significa que no me casaría con Luna y por un momento esa idea me causo tristeza. Por mi mente pasaron muchas imágenes, mi matrimonio soñado, vestido soñado, altar de flores soñado, pero con el hombre equivocado. A esa altura y a pesar de que conocía a luna hace muy poco ya sabia y había decidido que con ella quería pasar mi vida entera. Quizás era muy pronto e ignoraba todo lo que se vendría, pero en ese momento estaba segura de amar a Luna.

s,windo A 


La Pasión de FlorenciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora