15- La llegada al paraíso perdido.

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                   Ella me miró fijamente y dejo de salpicar agua y correr como loca, sus ojos y su risa se calmaron, no había alegría ni enojo en ellos. No entendía muy bien a que venía esa expresión, me preguntaba si le había molestado lo que dije, ¿pero cómo podía ser eso? ¡Si era lago lindo lo que yo decía! No era pesado, tampoco irónico, era totalmente cierto.

La cara de luna cambiaba y se volvía más seria a cada segundo. Sus ojos estaban clavados en mí y comencé a ponerme nerviosa, no sabía que decir, tampoco qué hacer y me quede quieta y callada como una estatua. Ella camino muy seria y callada directo a mí. Creo que su mirada me hizo retroceder un par de pasos. Llego justo frente a mi cara y sin decir nada me tomo de las mejillas con ambas manos y me beso en los labios, no hubo lengua, pero fue muy suave y tierno, casi como un agradecimiento a mis palabras. Yo quede aterrada de que sus abuelos nos vieran, gire mi cabeza casi de inmediato cuando ella me soltó y vi a sus abuelos ahí a un lado del rio. Nos miraban y no decían nada, a lo mucho su abuelo fingió una sonrisa y un leve movimiento de cabeza, como cuando algo no tiene remedio.

Volví  mi vista a Luna que no dejaba de mirar mis ojos. Sus manos todavía sostenían mi cara, entonces yo sujete sus caderas. Nos mantuvimos calladas, solo se podía oír el viento que jugaba entre las ramas de los árboles, aves nocturnas y uno que otro grillo. En cuanto sujete a Luna note que sus abuelos daban la media vuelta y se iban a donde estaban las sillas y la extinta fogata.

La luz de la luna empezó a alejarse y el agua ya no brillaba como antes, la luna ya no causaba el bello efecto que tanto me maravillo.

Con mis manos en las caderas de luna y las suyas en mi cara, la oscuridad nos envolvió nuevamente, todo se apagó y quedamos cegados como quien entra a una pieza oscura después de haber visto el sol. Ya nadie nos podía ver y fue entonces que nos volvimos a besar, ahora era más intenso, sus manos me afirmaban fuerte y las mías la presionaban contra mi cuerpo. No existía ojo capaz de ver a través de esa tiniebla, cuando ya los ojos se habían acostumbrado a la oscuridad nuevamente dejamos de besarnos y salimos del agua caminando sin soltar nuestras manos.

-Te amo Luna, de verdad te amo. Me haces muy feliz y tengo que reconocer que hace mucho que no sentía esta felicidad- dije yo.

-Yo también te amo Florencia, y verte sonreír es más que suficiente para alegrar mi día-  dijo Luna haciendo que mi corazón palpitara a mil por hora. Cuando volvimos al camper el abuelo ya estaba sentado al volante, decía que moría de ganas por llegar y sentir el aroma del campo, me contaba que los amaneceres en el sur son muy distintos a los de cualquier otra parte de chile.

Mientras manejaba no paraba de hablar. Yo me cambiaba la ropa mojada junto a luna y mis oídos se llenaban de historias y anécdotas. Me gustaba oírlo decir cosas del lugar donde íbamos, lo imaginaba bello y lleno de árboles, pastizales y caballos corriendo libres, gente amable y llena de vida.

Cuando ya me había puesto ropa seca, camine hasta la parte frontal de la camper y me senté a lado del abuelo. El me miro y me regalo una sonrisa y unas palabras.

-si te sientas ahí estas condenada a oír todas mis historias, la abuela y Luna ya están aburridas de oírlas- dijo el con esa gran sonrisa que lo caracteriza.

-no tengo problema en escuchar, de hecho, para eso me senté acá-  y me acurruque muy bien en ese asiento, me puse de lado con mis piernas colgando.

Luna aprecio entre los dos y con un poco de ironía dice que el abuelo es un muy buen narrador, que él siempre le ha contado las mejores historias y que varias veces le ha dicho que sea escritor.

-¿cierto abuelo, cierto que siempre te digo que escribas esas historias?, de seguro sería un éxito- dijo Luna muy confiada de ello.

-Yo ya tengo mi profesión, a esta altura no creo que pueda ser un buen escritor, pero tu Luna, Tú tienes mucha imaginación, tienes talento para escribir y sé que tu sueño es ser escritora- dijo el abuelo.

La Pasión de FlorenciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora