Capítulo 106 - El Mayor Enemigo de la Lógica

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REYNOLDS LEYWIN

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REYNOLDS LEYWIN

Me odié a mí mismo por lo que había sucedido. Una parte de mí deseaba haberle dicho a Arthur que estaba bien... que todavía seguía siendo familia.

Pero una parte más grande de mí—la parte que odiaba—deseaba que nunca nos lo hubiera dicho.

Sabía desde muy temprano en la vida de Arthur que él era diferente. Siempre había sido muy sereno y maduro para su edad, e incluso cuando actuaba de su edad, parecía... ensayado. Desde muy joven, sus acciones siempre mostraron un cierto sentido de previsión; siempre había una razón para todo lo que hacía, un objetivo o un plan de algún tipo.

Tal vez por eso estaba tan obsesionado con su razón para decirnos esto. ¿No habría sido mejor para todos, incluido para él mismo, si lo hubiera mantenido en secreto? ¿Cuál fue la razón? ¿Cuál era su objetivo?

¿Y por qué me resultaba tan difícil de aceptar? ¿Fue porque hirió mi orgullo? ¿Mi propio orgullo egoísta de que tal vez y solo tal vez, era yo quien había engendrado y criado al tipo de genio que solo aparece una vez en un milenio?

Las señales siempre habían estado ahí: su extraño comportamiento desde una corta edad, su inexplicable destreza como espadachín y sus talentos como mago. ¿Había elegido inconscientemente ignorar todos esos signos solo para mantener mi mezquino ego? ¿Y solamente aceptando el hecho de que mi propia sangre, mi... hijo, podría ser tan increíblemente impresionante?

Tuve que reírme de mí mismo, de lo difícil que era ahora decir 'hijo'—un término tan simple de cariño.

Me tomó un tiempo arrastrar mis lamentables pies de regreso a la cueva. Mirando a mi alrededor, la única persona que podía ver era la anciana Rinia, sosteniendo algo junto al fuego. Eché un vistazo a la tienda en la que estaban mi esposa y mi hija, pero no me atreví a entrar. En cambio, me senté junto a nuestra benefactora.

"Se fue, sabes." Los ojos de la anciana elfa permanecieron pegados al bulto de cobijas que acunaba en sus brazos.

"Me lo imaginaba," suspiré, sintiéndome como un niño al que regañan.

"He temido mucho del día en que te lo diría."

"¿Lo sabía, Anciana Rinia?" Sobresaltado, me volví hacia la elfa sentada a mi lado.

"Veo muchas cosas, pero solo para ese chico tengo que afilar mi vieja cabeza para tratar de reconstruir lo que le espera." Ella se encontró con mi mirada, sus ojos se atenuaron de cansancio.

"Difícilmente es un niño," me burlé. Me incliné hacia adelante, perdiéndome en las llamas que bailaban frente a mí.

"¡Bah! Él todavía es un niño para mí, al igual que tú también eres un niño," se rió la Anciana Rinia. Recostándose con cuidado en su asiento, continuó. "Siempre me han parecido divertidas las ideas preconcebidas que la gente tiene sobre la edad y la inteligencia: Cuanto más mayor es una persona, más sabiduría debe poseer, y cuanto más inteligente es una persona, más lógica debe ser. Combina esos dos rasgos y esa persona mayor e inteligente debería ser fría, calculadora, astuta... ¿no estás de acuerdo?

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