Caricias Nocturnas

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Después de bañarse, el pelirrojo se dirigió a la cocina, ordenó algunos utensilios y lavó los platos que utilizaron en el almuerzo de ese mismo día.
Luego de un buen rato, He Tian también salió de bañarse. Tenía la toalla cubierta desde su cintura y el pecho aún empapado.
Mo notó la presencia de He, y al voltearse pudo observarlo tratando de acercarse a él.

— Ponte algo de ropa — detuvo el alcanze del azabache.
— ¿Te avergüenza que este desnudo?- molestó.
— No es eso. Te vas a enfermar si no te abrigas rápido, y no quiero hacerme cargo de ti cuando eso pase.
— Ya veo — sonríe. — Obedeceré las órdenes del pequeño Mo — va a buscar algo que ponerse.
Idiota...

Muy pronto, la hora de sueño había llegado a los ojos de estos chicos.

He Tian se tumbó en la cama, arropandose apropiadamente entre las sábanas. Mo sólo lo miraba con la misma expresión que nunca quitaba de su rostro.

— ¿No te vas a echar? — preguntó mientras daba algunas palmaditas al colchón para que Mo se acomodará junto a él
— No quiero dormir contigo. Iré al sofá — se da la vuelta.
— Pero está haciendo mucho frío ¿Estás seguro qué no quieres dormir aquí?
— Seguro — se acuesta en el sofá.

Al pelinegro solo le quedaba aceptar la decisión del menor, no tenía la intención de obligarlo a más cosas.
Le bastaba con la presencia del mismo.

...


En la pacífica noche donde Mo empezaba a quedarse dormido, el fuerte ruido de un relámpago interrumpió su bienestar.
El menor se sobresalto al escuchar ese estrépito rayo, maldiciendo en su cabeza por la gran suerte que estaba teniendo ese día.
Otro relámpago estalló, esta ves más fuerte y, a percepción de él, más cerca.

Probablemente algo de lo que no quería que nadie se enterará era su miedo por los relámpagos. Odiaba ese sonido estruendoso y sonsonente que provocaban; sin duda, no se lo dejaría saber a nadie, menos al azabache.

Irritado, se dió la vuelta para acechar al mayor, quién parecía tener un buen sueño.

— Este maldito... ¿Cómo puede seguir durmiendo tan tranquilo? — pensó.

Un último relámpago estremeció y obligó al pelirrojo que decidiera algo de lo que probablemente se arrepentiría después. Se levantó del sofá y camino lentamente hacia la cama de He Tian, lo empujó a un lado y se acomodó entre las colchas.

— Este demonio es capaz de hacerme algo si se entera de que dormí a su lado. Solo me quedaré aquí a esperar que se terminen los estruendos — pensó antes de irse a dormir, o, por lo menos, tratar.

Más tarde en la noche, Mo sintió como unas manos se deslizaban sobre su camisa buscando una entrada a su piel. Abrió sus ojos disimuladamente para encontrarse con ellos al azabache qué, como si de una almohada se tratase, lo estaba usando.

— Tú... ¿Qué demonios haces? — agarró firmemente la muñeca del mayor.
— Creí que estabas dormido — dijo sin tomarle importancia la pregunta del menor.
— ¡¿Qué demonios tiene que ver si estoy dormido o no?! ¿Porqué rayos tu mano está sobre mí? — quejándose.
Sh. No hagas ruido — se libera del agarre de Mo y lo retiene para quedar encima de él. — Pequeño Mo dijo que no quería dormir conmigo, pero ahora está aquí ¿Cómo se supone que me deba sentir?
— ¿Qué rayos? — Mo no entendía a qué se refería He Tian, o no quería entenderlo.
— Hace mucho frío, déjame acostarme así — se posa en el abdomen de Mo.
Joder... Quítate antes que te golpee — sudando y sonrojado.

He Tian no le hizo caso en lo absoluto al de baja estatura, siguió posado en el vientre de éste, paseando sus manos por su cuerpo, buscando quién sabe qué.

— Tu piel es muy suave — añadió.

Las caricia de He Tian se sentían raras para Mo, era un sentimiento que no había sentido nunca y no sabía cómo explicarlo, pero de alguna manera... no le incomodaba en absoluto. — ¿Ya estás más tranquilo? — He Tian alzó la mirada para encontrarse con la misma expresión que tenía el pelirrojo cuando le dedicó unas románticas palabras en el acuario al que alguna ves fueron. — Eres muy tierno, pequeño Mo — sonrió.

Cállate y duerme — cerró los ojos y desvío la mirada. Odiaba sentirse vulnerable delante del mayor, pero no le quedaba de otra que sólo disimularlo.

He Tian soltó una risilla por la acción del pequeño Mo y se quedó dormido en la misma posición en la que encontraba.

𝗖𝗼𝗻𝘁𝗶𝗻𝘂𝗮𝗿𝗮́...

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