Capítulo 22: Nos acordamos

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Audrey, Abigail e Iverette seguían viajando por el río en la pequeña embarcación. Iverette seguía dormido con Abigail y Audrey cerca de él.

—Abigail...

El aludido volteó rápidamente al oír la voz de Iverette.

—¿No es hermoso ese campo de flores? —preguntó Iverette en voz baja.

—¿Eh? —preguntó sorprendido Abigail y luego notó que Iverette seguía con los ojos cerrados—. Este tonto está hablando dormido.

—Me preguntó qué estará soñando —dijo Audrey mirando a Iverette con curiosidad.

Por su parte, Abigail sonrió: sabía exactamente a qué se refería Iverette con esas palabras y sonrió gentilmente, mientras le dedicaba a Iverette una tierna mirada.

—Así que estas recordando ese momento, ¿eh? —Abigail cerró los ojos para rememorar ese lejano recuerdo.

Un pequeño y malhumorado Abigail miraba con disgusto un gran árbol. Levantó uno de sus brazos, cogió una de las ramas y la torció hasta romperla. Luego, la arrojó con fuerza al suelo y la pisoteó.

—¡Cosa estúpida! —dijo pisoteando la rama con tanta fuerza que su corto cabello se movía de un lado a otro.

—Abigail, ¿qué estás haciendo? ¿Por qué dañas así a ese árbol? —preguntó un pequeño Iverette acercándose a Abigail.

—¡Cállate! ¡No me hables! —gritó enojado Abigail—. Ya tengo suficiente con soportar a los otros hablando mal de mí a mis espaldas.

El mentón de Abigail empezó a temblar y sus ojos se aguaron.

—Dicen que soy un mal calas porque mis ojos son completamente negros, porque soy sucesor de Greos, que nació tras la absorción del pueblo negro. —La voz de Abigail salía temblorosa—. Dicen que en verdad soy la maldad del pueblo nebro con apariencia de calas.

—Eso no es cierto. Tus ojos no son completamente negros, Abigail. Puedo ver luz en ellos —dijo Iverette sonriendo.

—Gracias, pero no necesito palabras de aliento y menos las tuyas. —Abigail volteó y se acercó a Iverette para encararlo—. ¡Oh, gran descendiente del señor Audrey!

Iverette lo miró sorprendido cuando dijo esas palabras con un tono de fingida condescendencia.

—¡Perdóname, por favor! —dijo Iverette agachando la cabeza—. No sabía. Soy tu complemento y no sabía que sufrías de esa manera. Todo lo que te está pasando es mi culpa —dijo agachando más la cabeza.

—¿Eh? ¿de qué estás hablando? —preguntó Abigail confuso ante el comportamiento de Iverette.

De repente, uno de los ojos de Abigail cambió de color y pudo sentir que su mente se inundaba de imágenes de sucesos que nunca había vivido. ¿Qué era todo aquello?

Segundos después, Abigail se vio en su habitación, aunque se veía algo diferente. Al ver a sus alrededores se dio cuenta que el señor Audrey se encontraba recostado en su cama con la mirada fija en el techo. Poco después, un calas de cabello gris entró a la habitación.

—Parece que eres el único que mantiene su cabello blanco —dijo con tono serio el recién llegado acercándose a Audrey.

—Ievon —dijo Audrey en voz baja al verlo.

—¿Cómo te sientes ahora?

—Mejor. —Audrey se incorporó con algo de dificultad, quedándose sentado en la cama—. ¿Cómo está todo afuera?

En busca de AbigailDonde viven las historias. Descúbrelo ahora