Capítulo 8: Nos reímos

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Habían pasado un par de días desde que Audrey descubriera el gran secreto de Iverette: que él no era humano. Aunque inicialmente eso la sorprendió y asustó, Audrey entendió que Iverette seguía siendo Iverette, aunque no fuera humano, por lo que Audrey e Iverette siguen siendo amigos y viajando juntos.

Ahora, ambos se disponían a tomar un pequeño descanso. Audrey aprovechó para sentarse debajo de un frondoso árbol para protegerse del sol. Sacó una libreta y lápiz e hizo unas cuantas anotaciones sobre su viaje.

«Ya voy viajando más de un mes con Iverette. Él es una persona muy interesante y llena de sorpresas. ¡Qué bueno que lo conocí y decidí acompañarlo! Me preguntó si Abigail será tan agradable como Iverette.»

Mientras Audrey descansaba, Iverette se quedó cerca del sendero, observando a dónde iba.

—¿Por qué Abigail no aparece? ¿Por qué no se comunica conmigo? ¿Acaso le habrá pasado algo malo? —se preguntaba Iverette—. No sé qué hacer, nunca me había pasado algo así.

Pronto, empezó a oírse un golpeteo constante en la lejanía que iba aumentando en intensidad. Audrey dejó de escribir para ver de qué se trataba y notó que a lo lejos se acercaba una carreta llena de heno jalada por caballos.

—¡A un lado, a un lado! ¡Permiso! —gritaba el conductor para alertar a algún desprevenido caminante.

—¡Iverette, aléjate del camino! —dijo Audrey para avisar al chico, pero éste estaba tan concentrado en sus pensamientos que no se movió del lugar—. ¡Iverette, viene una carreta! ¡Muévete de allí!

—¿Eh?

Iverette reaccionó justo a tiempo para dar un salto hacia atrás y evitar ser golpeado por la carreta, que pasó velozmente.

Audrey, quien se había levantado del susto, sólo pudo suspirar de alivio a ver a Iverette ileso al despejarse la nube de polvo dejada por el paso de la carreta.

—¡Estoy bien, estoy bien! —dijo Iverette levantando la mano con una risita nerviosa.

—Esto ya se hace costumbre. Últimamente, Iverette anda muy distraído. ¿En qué estará pensando? —pensó Audrey preocupada—. Iverette, mírate. Ya ensuciaste tu ropa. —Señaló la ropa del chico que estaba llena de manchas de barro.

Iverette miró su capa y se dio cuenta que Audrey tenía razón, ahora tenía que buscar algún lugar para lavarla. Mientras se quitaba la capa, se puso a reflexionar sobre lo ocurrido. «Estaba tan preocupado pensando que algo malo podía haberle pasado a Abigail que algo malo casi me pasa a mí. Es algo tan paradójico.» Iverette encontró el hecho tan gracioso que se formó una sonrisa en su rostro que pronto se transformó en una sonora risa que llamó la atención de Audrey.

—¡Vaya! Nunca había visto a Iverette reírse así— dijo Audrey sorprendida, pero al mismo tiempo aliviada al ver que Iverette seguía de buen ánimo a pesar de lo que había pasado—. ¡Hey, Iverette! Hay que limpiar eso antes de que se seque, por allá hay un riachuelo —dijo Audrey señalando un pequeño arroyo a unos metros de donde estaba sentada.

Mientras Iverette se acercaba al riachuelo para lavar su capa, Audrey aprovechó para continuar con sus anotaciones.

«Hace poco, descubrí que Iverette no es humano. Pero me parece que debí darme cuenta mucho antes. Hasta ahora sólo lo vi comer un poco en casa de la anciana que ayudamos, el resto del tiempo cuando quería invitarle de mi comida, él decía que buscaría su propia comida. Encima, aparte del agua que le invité en mi casa, tampoco lo he visto beber líquidos, y aún así se ve bastante bien. Es muy extraño. Además, nunca cambia sus ropas y aún así no huele mal, es más, huele muy rico como un campo lleno de césped y árboles.»

En busca de AbigailDonde viven las historias. Descúbrelo ahora