Capítulo 14: Nos desesperamos

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Habían pasado un par de días desde que Iverette tomara la energía vital de los insectos para mejorar su estado. Aunque inicialmente, él se sintió bastante recuperado y su cansancio había disminuido, no duró mucho en esa condición.

«Ahora Iverette se ve peor que antes: duerme casi todo el día, se ve pálido y cuando se mueve parece una gelatina de lo mucho que se tambalea. Al parecer encontrar a Abigail sigue siendo la única opción, pero ya ha pasado más de un mes desde que empezamos a buscarlo y no tenemos pistas de su paradero. Esto es tan desesperante.», escribió Audrey en su diario.

Audrey le echó un vistazo a Iverette, quien dormía cerca suyo: sudaba copiosamente a pesar de que no había mucho sol ese día.

—Iverette...

—¿Umm? —Iverette abrió los ojos con desgano. Se le veían unas ojeras debajo de los ojos—. ¿Ya pasaron dos horas?

—No es eso. Estás sudando mucho. ¿No tendrás fiebre? —Audrey quiso acercarse a examinarlo, pero Iverette levantó su mano para detenerla.

—Debe ser el calor —dijo Iverette entre risitas nerviosas.

Audrey sabía que estaba mintiendo para no preocuparla, pero no dijo nada. ¿De qué servía quejarse si no podía hacer nada?

—Toma, al menos refréscate un poco con esto. —Audrey le acerca su cantimplora llena de agua.

Iverette se quita los guantes y junta las manos en forma de cuenco para recibir el agua.

—¿Está bien si te quitas los guantes? —Audrey le echó un poco de agua en las manos que Iverette usó para mojarse el rostro.

—Sólo es para refrescarme un poco, no quiero mojarlos. —Iverette agitó sus manos para secarlas más rápido—. ¡Ah! Estoy más fresco ahora. Gracias, Audrey.

—No es nada. Sigue descansando para continuar nuestro viaje después —dijo Audrey dirigiéndose hacia donde estaba su maleta para guardar su cantimplora.

—Sí, eso haré.

Iverette cogió sus guantes y se volvió a recostar en el césped. Se sentía muy agotado y apenas podía mantener sus ojos abiertos. Cogió uno de sus guantes y trató de colocárselo, pero antes de lograrlo se quedó dormido. Al irse relajando, los brazos del chico empezaron a deslizarse hacia sus lados hasta que uno de ellos cayó, haciendo contacto con el césped. Las flores y la hierba que rodeaban la mano de Iverette empezaron a marchitarse con rapidez, tornándose amarillentos. Pronto, el área que perdía su verdor fue extendiéndose a un ritmo constante. Iverette despertó al sentir algo más de energía en su cuerpo y vio horrorizado lo que había pasado.

—Maleta lista —dijo Audrey sonriendo tras terminar de alistar su maleta para continuar su viaje

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—Maleta lista —dijo Audrey sonriendo tras terminar de alistar su maleta para continuar su viaje. Sólo faltaba despertar a Iverette.

Audrey volteó para llamar al chico, pero se detuvo al ver que el césped a su alrededor cambiaba de color y en medio, Iverette se retorcía levemente, parecía que trataba de incorporarse.

En busca de AbigailDonde viven las historias. Descúbrelo ahora