«Hace mucho tiempo, un ser fue creado por tres divinidades y fue nombrado "Apaloossa".
» De largo cabello blanco y gentiles ojos del mismo color, las divinidades que lo crearon le dieron una misión: buscar un planeta con las condiciones necesarias para crear vida y hacer que esta florezca.
» Así que el señor Apaloossa fue viajando de planeta en planeta, a través de varias galaxias hasta que finalmente encontró un planeta que parecía reunir los requisitos necesarios para engendrar vida.
» Se posó en él y empezó a explorarlo. Tras inspeccionarlo cuidadosamente, creyó conveniente empezar a crear vida.
» Entonces, se arrancó algunos de sus níveos cabellos y los dejó caer en el fértil suelo mientras, en su mente imaginaba a las criaturas que quería crear, y de la tierra surgieron gran variedad de plantas y animales que empezaron a explorar sus alrededores.
» El señor Apaloossa se alegró de ver lo que había creado, y satisfecho, dio por terminada su obra.
» Tras esto, el señor Apaloossa se sentó para apreciar y disfrutar su obra cuando, en eso vio a un puercoespín.
» El señor Apaloossa se alegró al verlo y quiso acariciarlo, pero se pinchó con sus púas y vio que su dorada sangre manaba de la herida.
» Y en ese momento se le ocurrió una idea: ¿qué ser obtendría de la mezcla de su sangre y cabellos?
» Y así, surgieron los seres humanos.
» El señor Apaloossa quedó maravillado con su nueva creación. Los humanos tenían muchas características en común con él: su apariencia, su inteligencia, su creatividad, su deseo de aprender y explorar, su capacidad de hablar. Esto lo llevó a decidirse a enseñarles algunas cosas. Entonces, se dedicó a ayudar a los humanos por un tiempo enseñándoles a tejer, sembrar, escribir, contar, entre muchas otras cosas.
» Hasta que un día, el señor Apaloossa consideró que ya les había enseñado lo suficiente y ya no necesitaban de sus enseñanzas.
» En ese momento, decidió irse a descansar, pues desde que inició el proceso de creación no había tomado ningún descanso y la creación de tantos seres lo había dejado sin fuerzas.
» El señor Apaloossa se despidió de los humanos, no sin antes decirles en donde estaría y que esperaba que lo fueran a visitar pronto.
» Los humanos le agradecieron y prometieron visitarlo y nunca olvidarse de él o de sus enseñanzas, por lo que se retiró a descansar satisfecho.
» Se dirigió a una pequeña isla deshabitada y durmió allí por un largo tiempo.
» Algún tiempo después, despertó y se alistó para la visita que le prometieron los humanos.
» Y esperó, esperó y esperó. Esperó por mucho, mucho tiempo, pero los humanos nunca aparecieron.
» El señor Apaloossa se sintió triste, pero nunca los culpó. Sin embargo, empezó a sentirse muy solo.
» Así que, tras mucho pensarlo, ideó una solución: decidió dividirse. Repartir su cuerpo, sangre, alma y poder en varios seres que tendrían la misión de vigilar su obra hasta el final de los tiempos. De esa manera, nacieron los calas, doscientos quince en total.»
—Como quiso el señor Apaloossa, hemos cuidado por generaciones su obra y lo haremos hasta el final —dijo Abigail—. Aunque, si hay algo que nunca podré entender es cómo no se enojó nunca con los humanos. Ninguno se acuerda de él, ni uno solo.
Audrey notó que Abigail empezaba a molestarse y si la historia era cierta, podía entender el porqué.
—A pesar de todo lo que él hizo por ellos —dijo Abigail lanzando un suspiro de derrota—. A veces me imagino que el señor Apaloossa debió haber sido como Iverette. Imagino que debió haber pensado que los humanos estaban tan ocupados con las cosas que él les había enseñado que no podían ir a visitarlo.
Abigail puso un rostro pensativo mientras observaba a Iverette.
—A veces me pregunto, ¿de dónde habrá salido la maldad de los humanos si el señor Apaloossa era tan puro?
Audrey le dio la razón a Abigail mentalmente. ¿De dónde surgió la maldad? ¿Fue una creación del señor Apaloossa? ¿O fue una creación de los dioses que lo crearon a él?
—Por lo que cuentas, el señor Apaloossa fue una gran persona —dijo Audrey sonriendo satisfecha por la historia que acababa de escuchar.
—¡Por supuesto que lo fue! —dijo Abigail lleno de emoción —. Fue un ser grandioso, mas bien aún lo es.
—¿Eh? ¿Aún? —preguntó Audrey confusa.
—Él aún vive. Todo lo que él representa está en todos nosotros, los calas. —Abigail extendió los brazos—. También está en todo lo que nos rodea. Todo lo vivo tiene algo de él: sus ideas, sus deseos, sus sueños. Todos nosotros representamos eso. El señor Apaloossa aún vive en todo lo que él ha creado.
Audrey escuchaba a Abigail llena de admiración y calidez.
«¡Vaya! Las palabras de Abigail despiden tanta pasión. Siente todo lo que dice desde el fondo de su corazón», pensó Audrey con una gran sonrisa en el rostro. «Y pensar que hasta hace poco lo veía de una forma diferente. Si no fuera por las palabras de Iverette nunca podría haber conocido este lado de Abigail.»
Audrey sonrió un poco pensando en todo lo que había pasado en estos últimos días.
«Señor Audrey, ahora ya puedo ver a la maravillosa persona que usted e Iverette tanto me mencionaban y puedo decir que estoy feliz de haberlo conocido», pensó Audrey muy satisfecha, lanzando unas pequeñas risitas.
Abigail volteó curioso a verla. ¿De qué se estaba riendo?
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En busca de Abigail
Truyện NgắnHace mucho tiempo, existía un enigmático pueblo al que todos llamaban el "pueblo blanco". Éste desapareció sin dejar rastro tras una gran guerra, quedando como una vieja leyenda. Un día, Audrey, una entusiasta adolescente, conoce a un peculiar chic...