Capítulo 20: Nos amistamos

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Habían pasado dos días desde que Audrey e Iverette se encontraran con Abigail. Ahora viajaban en una pequeña embarcación —que Audrey tuvo que pagar por los tres— por un tranquilo río y disfrutaban del paisaje y la vista de pequeños pueblos cerca de las orillas del río.

Iverette se quedó dormido a los pocos minutos de subir al bote. Abigail se mantenía de pie cerca suyo, y Audrey se sentó cerca del borde de la embarcación y se inclinó para tocar el agua y sentir como se escurría entre sus dedos.

—¡El agua está deliciosa! —dijo Audrey muy animada jugando con el agua.

Abigail la veía con molestia. Aunque Iverette le había pedido que se comporte bien con ella, le era difícil simpatizar con un humano.

De pronto, unas risas llamaron la atención de Abigail. Al voltear, se dio cuenta que las risas venían de un grupo de niños que jugaban cerca de la orilla del río. No muy lejos de ellos, una mujer lavaba su ropa cuando de pronto la corriente se llevó una de sus prendas, lo que provocó las quejas de la mujer. Uno de los niños se dio cuenta de la situación y corrió por la orilla por varios metros hasta que logró atrapar la prenda y regresó a devolvérsela a la mujer, quien le agradeció. Luego el niño regresó a jugar con el resto.

Abigail miró sorprendido la escena y recordó las palabras de Iverette: "No todos los humanos son malos. Si observaras mejor, te darías cuenta de tu error." Luego, vio a Audrey que seguía jugando con el agua de río y siguió recordando: "Ella es un buen ejemplo."

—Parece que existen humanos buenos después de todo —dijo Abigail en tono sereno.

Audrey se sobresaltó al oír la voz de Abigail, pero se sorprendió más al oír lo que había dicho.

Abigail volteó a ver a Iverette, quien seguía profundamente dormido y se quedó viéndolo mientras se perdía en sus pensamientos, aunque pronto una risita lo devolvió a la realidad.

—Aprecias mucho a Iverette, ¿no?

—¿Eh? —preguntó Abigail confundido.

—Debiste decirle lo que te molestaba en vez de pelearte con él.

—¿De qué estás hablando, humana? —Abigail se sintió incómodo de repente por alguna razón.

—Iverette está preocupado porque hasta ahora no entiende por qué te comportaste de esa manera cuando te encontramos —dijo Audrey con seriedad—. Creo que nos habríamos ahorrado muchos problemas si le hubieras dicho lo que te molestaba en vez de pelearte con él.

—¿Por qué crees que me molesta algo? —Abigail la miró con irritación—. Ni siquiera me conoces, no creas que puedes entenderme. Ni mi propio complemento entiende cómo me siento.

—¿Y por eso te peleaste con él? ¿Para ver si llegaba a entenderte?

Audrey miró fijamente a Abigail, aunque por dentro se moría de miedo. Temía decir algo que lo ofendiera y terminar como hace dos días, a pesar de que Iverette estuviera a unos metros de ella. Pero ella le había prometido hablar con él al menos una vez, y eso estaba haciendo.

—A veces, si no dices lo que sientes, la otra persona nunca llegará a entender el mensaje. —Audrey le sonrió—. Estoy segura de que Iverette estaría dispuesto a escucharte si te decidieras a hablar. Él en verdad te aprecia mucho y estoy segura de que tú también lo aprecias a él.

—¿Aprecio? —Abigail volteó nuevamente a ver al dormido Iverette—. Yo en verdad no...

—Espero que no vayas a decir que no lo aprecias. —Audrey lo observó frunciendo el ceño—. No me mientas, sé que estoy en lo cierto. He notado que lo has estado observando en todo el camino de regreso, y no es una mirada de molestia como la que me lanzas a mí. Cuando lo ves, tus ojos brillan.

En busca de AbigailDonde viven las historias. Descúbrelo ahora