Elizabeth y Ethan.

7.2K 993 259
                                        

Éramos los últimos que llegábamos a la casa de campo de mis tíos para pasar quince días con la enorme familia festejando las fiestas al estilo muy Salvatore. Beth tenía que cumplir su horario laboral antes de salir de vacaciones por eso nuestra llegaba estaba siendo a estás horas, podía escuchar las risas y veíamos a los niños corriendo por las grandes hectáreas disfrutando la nieve.
Es una locura juntar a los Salvatore, De Luca, Clayton, O'Donnell, Meitzner, Sokolov y Bennet, todos en un mismo lugar.
Definitivamente serán unas locas fiestas.

— Apura papá — se queja Camille cuando estoy aparcando el auto.

— ¿Por qué tan apurada? — cuestiona Noah.

— No te importa — contesta.

— No le respondas de esa forma a tu hermano — la regaña mi esposa.

— Ella quiere ver a Caleb o Dereck — se burla su hermano mellizo.

— ¿Quién demonios son ellos? — pregunta mi hijo mayor y desde el espejo retrovisor veo como frunce su ceño.

— Caleb y Dereck Meitzner — le contesta Renzo rodando sus ojos.

— Los hermanos de Katherine — agrega Beth sonriendo de lado porque Noah ahora sí iba a identificar de quienes hablábamos.

— Si no quieres que haga desaparecer a esos niños más te vale que se mantengan lejos tuyo— dice bajando del auto enojado.

— ¡Papá! — exclama Camí molesta.

— No diré nada, solo tienes diez años para estar enamorándote de niños — digo tratando de mediar.

— Son mis amigos al igual que lo son mis primos — contesta bufando.

— Bajen que ya estamos llegando muy tarde — interviene mi esposa.

Cada día aprendo como ser un mejor padre, Noah ya tiene 22 años y está en su cuarto año de abogacía, después están Camille y Renzo, ellos solo tienen diez años, ambos nos dan demasiados trabajo porque tienen un carácter demasiado fuerte, típico de Salvatore como dice mi amada esposa.

— Es una niña — dice Noah ayudándome a bajar las cosas.

— Lo sé — acoto.

— ¿Solo dirás eso? — inquiere frunciendo su ceño.

— No le voy a estar prohibiendo nada porque como lo dijiste es una niña, son cosas del momento y si en un futuro quiere salir con alguno de ellos voy a tener que aceptar porque prefiero que sea con alguien que conozca a su familia a un desconocido — comento tratando que entienda mi punto.

— Es una niña — repite.

— Katherine Meitzner también es una niña y tú un adulto — digo haciendo que nuestros ojos se encuentren.

— No se que hablas — responde con indiferencia.

— Ella tiene dieciséis años, besarse contigo y que tú le hagas creer que es la única en tu vida, le crees un cuento de lo prohibido — lo miro a los ojos de nuevo. — Está mal, no lastimes a esa niña porque tú tienes una hermana y no querrás que alguien le haga algo parecido — agrego cerrando el baúl de la camioneta.

— Me importa Katherine — murmura.

— Entonces trata a esa chica como a tí te gustaría que otro hombre trate a tu hermana — le aconsejo.

Apoyo a mi hijo en todo, los Meitzner podrían degollarlo cuando se enteren de esta supuesta relación que tiene por la clara diferencia de edad, por eso quiero que Noah sea respetuoso con la chica, no se en que terminará todo esto, pero se que crié un buen hombre que respeta a las mujeres.

Cuando entramos a la gran casa había de todo, los hombres mayores bebiendo en un rincón, las mujeres riendo, niños por todos lados y mis primos también en su mundo.

— Ten cuidado — le advierto a mi hijo mayor cuando Sasha y Cayden le hace señas para que se acerque a dónde estaban.

— Si, papá — se limita a contestar mientras se aleja.

— ¡Muñequito! — exclama mi papá al acercarse a dónde estoy.

— No me digas de esa forma — le pido algo avergonzado.

— Pero eres mi muñequito — repite haciendo que niegue la cabeza.

— Hola cariño — aparece mamá para abrazarme con fuerza.

— Hola mamá — la saludo dejando un beso en su mejilla.

— ¡La cena ya está servida! — escucho que grita la tía Fran.

— Ve a llevar tu equipaje, la puerta tiene tu nombre — me dice mi madre.

— Te ayudo — acota papá tomando uno de los pequeños bolsos.

Nos vamos a instalar dos semanas en la casa de campo de mis tíos y teníamos que traer mucha ropa sobre todo por Renzo que siempre se ensucia de más.

— ¿Qué estás tramando? — le pregunto a mi padre mientras vamos subiendo por las escaleras.

— En tu habitación escondí el traje de Santa — contesta haciendo que ponga los ojos en blanco.

— No voy a usar ese traje — le advierto.

— Me queda poco tiempo en este mundo y tengo que hacer que mi legado siga con las costumbres, eres mi sucesor — declara haciendo que suspire.

Papá y sus dramas.

— Cuando eso pase lo seré y cumpliré con cada una de tus locuras, pero todavía estás en este mundo para seguir haciendo tus tradiciones — afirmo mirándolo a los ojos.

— Tienes razón, yo seré Santa — acota felíz.

Mi papá es un poco especial y único, es el mejor padre que pudo tocarnos con Helena.

La cena de Nochebuena está repleta de comida elaborada de ni más ni menos que de Sebastian y su esposa, nada mejor que sus platillos para acompañar esta fiesta. Panza llena y nuestro corazón estaba contento.

— ¿Ethan, viste a tu padre? — pregunta el tío Nick preocupado.

— No, de seguro debe estar poniéndose el disfraz de Santa — respondo frunciendo mi ceño.
Todos estábamos reunidos cerca de la chimenea esperando que sea la hora de que llegue Santa para entregar los regalos, la tía Fran había ideado que los adultos juguemos al amigo invisible así que cada uno teníamos asignado a quien debíamos regalarle, el mío por suerte fue fácil porque me tocó mi cuñado Dmitri.

— Espero que no esté en el techo — acota suspirando.

— ¿Qué mierda haría en el techo? — cuestiono.

— Por eso no quiere que prendamos la chimenea, quería bajar por ahí para sorprender a los niños — me cuenta haciendo que abra los ojos en grande.

— Se va hacer mierda — murmuro mirando la dimensión de la chimenea.

Mi papá no es un niño, es un adulto mayor y que debe cuidarse más.

En eso escuchamos se ve que algo cae de la chimenea y jadeamos con el tío Nick al ver que una bolsa, los niños gritan porque saben que es Santa y después veo como una persona se desliza, dejando detrás suyo a otro también vestido de Santa.

¿Dos Santa Claus?

Uno es mi padre y puedo apostar todo mi dinero que la otra persona es el señor Dominic, ellos son amigos y manejan el mismos grado de locura.

— ¡Ho, ho, ho, feliz navidad! — gritan haciendo que los niños pequeños chillen.

— Definitivamente hay cosas que nunca cambian — dice mi tío negando su cabeza.

— Definitivamente — afirmo sonriendo.

Este año había sido muy duro para todos, pero acá estábamos reunidos disfrutando de las locuras. Estos momentos me hacía recapacitar y agradecer ser parte de esto a qué llamamos familia.





























* Mi segundo regalo de Navidad, espero que lo hayan disfrutado.

Extras (SAI)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora