Cuando estudiaba en la universidad me sorprendía de las pandemias que hubieron a lo largo de la historia, pensaba en la cantidad de gente que moría porque no había el conocimiento, la infraestructura y tecnología para poder ayudar a todas esas personas pero ahora estando en pleno siglo XXI me dí cuenta que mucho de eso no sirve si el sistema de salud colapsa como lo está haciendo.
Me duele ver a mis compañeros cansados y preocupados ante está tremenda emergencia sanitaria, ver cómo día a día se acumulan cuerpos porque no hay lugar para ponerlos. Antes tomaba tan natural la muerte porque mucha gente muere en un día ya sea por un accidente, muerte súbita, infartos y miles de cosas más pero con este virus debes ser fuerte porque cuando uno se muere se lleva a treinta o cuarenta personas en una sola hora.- Doctora Salvatore, la necesitamos - una enfermera la cual no reconozco su rostro porque al tener todo el equipo de aislamiento apenas se no ven nuestras caras me llama.
Ingreso al cubículo para observar a una señora de ochenta años que empezaba hiperventilar y su saturación de oxígeno iba cayendo en descenso.
- ¿Tenemos algún respirador libre? - pregunto sabiendo la respuesta.
- Doctora - acota una de las enfermeras.
- Repito ¿Hay algún respirador libre? - exclamo.
Yo no era Dios para elegir si está señora vivía o no, es un adulto mayor pero no significa que debíamos dejar que agonice.
- Lo siento doctora - contesta un enfermero apenado.
- Suban el oxígeno lo más alto que puedan y coloquen un paralelo de morfina para que no sufra tanto - ordeno saliendo del cubículo con mucha impotencia.
Soy neurocirujana, lo mío es los quirófanos y abrir cabezas por así decirlos pero en esta emergencia mi deber era prestar mis conocimientos y servicios para ayudar a mis compañeros de terapia intensiva que estaban colapsados de tantos pacientes.
Odiaba esta parte del día donde no tenía un jodido respirador artificial para ayudar a otra persona.- Vamos muñequita - escucho que dice una voz que la conozco hace años, aunque no lo podía ver a la cara sabía que era mi papá y él estira su mano para tomar la mía dándole un apretón para darme fuerzas, este hombre testarudo que sin importarle su edad estaba al pie del cañón ayudando también a todos los que podía.
Él es mi héroe.
Lágrimas y una sonrisa se forman tras mi mameluco blanco, teníamos días difíciles pero este estaba siendo el peor de todos, papá lo sabía y agradecía ese aliento para que siga así no bajaba los brazos.
Al terminar mi hora laborar, me quité mi traje blanco con cuidado, estaba totalmente transpirada, luego salieron los guantes, la cofia que cubría mi pelo, las antiparras y fui directo a lavarme las manos, lo último que me sacaba era el barbijo y no lo hice hasta que salí definitivamente del hospital, a mi lado estaba el auto de mi esposo y él apoyado esperando a que llegue, solo con nuestras miradas entendíamos eso de nos vemos en casa y cada uno subió en su propia vehículo, así eran todas las noches al finalizar nuestro horario laboral.
Al estar la gente encerrada en su casa el tránsito era mínimo y no tardamos nada en llegar a casa, Dmitri abre la puerta para luego quitarse los zapatos, yo hago los mismo y cada cual sube a bañarse.Nada de contacto hasta que estemos bien seguros y desinfectados.
Me quedo un largo tiempo bajo la ducha pensando en mi día, en lo frustrante que es todo, en la tristeza de no ver a mis hijos porque debía protegerlos de mi misma, era todo tan difícil que sentía que lentamente comenzaba a derrumbarme.
Salgo de bañarme, me coloco mi bata y bajo a la cocina dónde se podía oler el rico aroma de una sabrosa comida casera, mi esposo estaba calentando nuestra cena pensativo en su mundo y sabiendo que para él también fue un día muy duro por eso camino y lo abrazo por detrás, no había nada más lindo que esto el reencontrarnos para darnos nuevamente fuerzas para el próximo día.
- Te amo - digo apoyada en su espalda.
- Te amo - repite acariciando mis brazos.
Dmitri se gira para observarme y pasa su dedo por la cicatriz que tengo en el puente de la nariz, una pequeña quemadura producto de la transpiración y la presión de las antiparras, lo veo suspirar y sale de mis brazos unos segundos dejándome confundida pero aprovecho para sacar los platos y apoyarlos en la mesa así lo esperaba para cenar, no tarda en volver y consigo trae una pomada.
- Curemos eso para que no te quede una marca - dice pasando la pomada en mi cicatriz, yo aprovecho para hacer lo mismos en las que él tenía en su frente, son las cicatrices de nuestra guerra contra este virus maldito.
Nos sentamos a comer uno a lado del otro con nuestras manos entrelazadas, solo en la casa se escuchaba nuestro ruido a ambos se nos hacía muy difícil estas horas cuando estábamos solos pero el silencio era lo mejor que podíamos hacer porque ser médicos no significa que no tenemos sentimientos, no somos máquinas sino que seres humanos que sentimos mucho lo que está pasando porque es horrible ver cómo nuestro sistema de salud lentamente se derrumba por la cantidad de casos que nos sorprendían día a día.
- ¡Dmitri! - chillo al tomarme por sorpresa y cargarme en sus brazos.
- Es hora de dormir, mi amor - afirma saliendo de la cocina.
- Los platos ... - me quejo y él da una palmada en mi trasero. - ¡Dmitri! - me río divertida.
- A dormir - sentencia entrando a la habitación.
Me acomoda en mi lugar en la cama y luego el hace lo mismo, no tardó nada en acurrucarme a su lado dejado un beso en su pecho.
- Extraño a los niños - murmuro melancólica.
- Yo también - acota mi esposo suspirando.
Por la seguridad de Stefano y Anikka ambos se encontraban al cuidado de mi prima Olivia, llevábamos muchos días sin verlos, solo por videollamada podíamos hablar con ellos pero aunque dolía sabíamos que era lo mejor decisión que tomamos para protegerlos.
- ¿Sabes algo de Sasha? - consulto.
- Están bien con Noah - responde.
- Le diste mi amenaza -
- Si - Dmitri suelta una risa. - Tan explícita que seguro entendieron - agrega.
- Más le vale porque le voy a cortar los penes si salen del departamento - aseguro con seguridad.
- Un día menos - murmura cansado.
- Un día menos - repito sabiendo que era un día menos que alentaba nuestras esperanzas que pronto todo terminaría para volver a la vida normal.
Extrañamos a nuestros hijos.
Extrañamos a nuestra familia.
Extrañaba ese simple echo de abrazar y colgarme de mis primos o mis tíos.
¡Qué tonto somos!
No nos damos cuenta de las pequeñas cosas de la vida hasta que suceden sucesos como estos que nos hacen cambiar, espero que la sociedad y las personas aprendan algo después de todo porque el mundo necesita mucho amor para salir adelante.
Un día menos para que todo termine.
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Extras (SAI)
De TodoUn mundo paralelo dónde podemos saber un poco más de nos amados personajes de la Saga