Capítulo 36

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Moonbyul estaba sentada ante su escritorio, tamborileando con los dedos sobre el teclado sin darse cuenta al tiempo que leía los últimos párrafos que había escrito. Movió la cabeza de un lado a otro, decepcionada: seguía sin conseguir fluidez. Por un momento se preguntó, aterrorizada, si algún día volvería a tenerla.

Cuando sonó su móvil lo miró un instante y después volvió a atender al monitor.

Sería Esna. Llevaba todo el mes llamándola sin parar. En los últimos mensajes que le había dejado en el móvil amenazaba con presentarse ante su puerta si Moonbyul no «regresaba al mundo de los vivos», como ella decía. Pero no estaba de humor. No estaba de humor para hablar, no estaba de humor para soportar la compañía de nadie, no estaba de humor para... vivir.

Así que dejó que saltase el buzón de voz, como siempre. Tal vez por eso no la sobresaltaron los golpes en la puerta. Dejó escapar un hondo suspiro, maldiciendo a Esna para sus adentros por haberse molestado en viajar hasta allí.

Abrió la puerta, pero el rapapolvo que pensaba dirigirle a Esna murió en sus labios al encontrarse cara a cara con Yongsun. De repente, se dio cuenta de que había dejado de respirar.

—¿Qué... qué estás haciendo aquí?

Los azulísimos ojos de Yongsun se clavaron el los suyos, haciendo que el corazón le saltase dolorosamente en el pecho.

—Te quiero, y no pienso vivir ni un día más sin ti.

Moonbyul buscó apoyo en la puerta para no tambalearse, sin dejar de mirar a Yongsun.

—Pero ¿y tú... y tu familia?

Yongsun sonrió dulcemente.

—Mamá me dijo que, si no venía a buscarte, ella misma lo haría.

Moonbyul cerró los ojos.

—¿Se lo dijiste?

—Sí.

Volvió a abrirlos, y Yongsun seguía allí.

—¿Y dices que me quieres? —musitó.

—Con toda el alma.

Moonbyul dio un paso atrás.

—Creo que voy a llorar —murmuró, presa de mil emociones distintas mientras intentaba hacerse a la idea de que Yongsun estaba allí de verdad, de que Yongsun la quería.

«¡Oh, Dios mío!» Se frotó lentamente el pecho, notando cómo iba cediendo el constante y tremendo dolor que había sentido durante aquellos últimos meses.

Cuando sus ojos volvieron a encontrarse, Yongsun formuló la única pregunta que había estado torturándola:

—Byul, ¿tú estás...? O sea, ¿tú me...?

—¡Dios mío, Yongsun, te he querido desde siempre!

Yongsun se permitió por fin a sí misma expresar el alivio que sentía, y su mirada se volvió más dulce.

—Me alegro. Ah, Byul, hay una cosa que quiero dejar clara: ¡nunca más vuelvas a dejarme!

Moonbyul dio rienda suelta a sus lágrimas, dejándolas fluir libremente, sin importarle que Yongsun pudiese contemplar su vulnerabilidad. La única debilidad que ella tenía era la propia Yongsun.

—Nunca te dejaré, lo prometo —musitó Moonbyul.

Fue Yongsun quien cerró la puerta, quien halló el valor necesario para hundirse entre los brazos de Moonbyul.

—Te quiero muchísimo —musitó, rozando con sus labios los de Byul—. No llores. Siento haber tardado tanto en llegar hasta aquí.

Moonbyul no podía hablar. Se limitó a atraer a Yongsun hacia sí, a abrazarla estrechamente, a dejar que sus cuerpos volviesen a reconocerse. Ya tendrían tiempo de sobra para hablar. Ahora, en ese momento, lo único que deseaba era absorber por completo a Yongsun.

Respiró hondo, consciente de la sonrisa de satisfacción que se pintó en su rostro cuando los labios de Yongsun comenzaron a recorrerla.

¡Oh, sí! ¡Ahora sí que estaba de humor para vivir!



FIN...

Tras el telon de pino [Moonsun]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora