Capítulo 7

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—Ha sido estupendo volver a ver a Byul, ¿verdad? —dijo Yong Hee mientras ayudaba a su madre a recoger.

—Sí que lo ha sido. Fue casi como en los viejos tiempos —contestó Yongsun.

Se había sorprendido mucho al ver cómo, después de quince años de separación, ambas habían podido hablar y bromear como si no hubiese pasado ni un día.

—¿Le... le contaste algo?

Yongsun negó con un gesto.

—No pudimos estar a solas durante mucho rato. Además, no tengo claro si quiero o no sacar todo eso a relucir.

Yong Hee la agarró del brazo cuando pasaba a su lado, apretándolo cariñosamente.

—Tú misma me dijiste que Byul era la única persona a la que podías contárselo todo. Y sé muy bien que nunca has hablado con nadie de esto.

—¿Cuánto tiempo ha pasado ya, seis años? Creo que lo tengo más que superado —insistió Yongsun.

—De eso nada. Lo has mantenido ahí dentro, embotellado, como si una pudiese volver a ponerle el corcho a una botella de vino malo y esperar a ver si algún día se convierte en un rico chardonnay.

—¿Estás comparando mi vida con una botella de vino malo?

—Sabes perfectamente lo que quiero decir, Yongsun. Tienes que abrirte, sacarlo afuera y comenzar de nuevo. ¿Has pensado siquiera en volver a salir con alguien? No puedes pasarte sola toda la vida tan sólo porque un gilipollas te hiciera aquello.

—No es que Bucheon rebose de hombres adecuados, Yong Hee, por mucho que yo quisiera salir con alguien... que no es el caso —añadió.

—Ahí es adonde quería yo llegar: que no quieres. Y eso no está bien, Yongsun. Tienes que buscar a alguien. Tienes ya treinta y tres años. Es hora de que tengas tus propios hijos, para que pueda yo intentar compensar el daño que les has hecho a los míos.

—¿Qué quieres decir?

—¡Lo sabes de sobra! Los malcrías terriblemente. Ya no puedo controlarlos siquiera. Ten tú un par de niños y te devolveré el favor.

Yongsun se echó a reír y detuvo un momento sus quehaceres para dar a su hermana un beso en la mejilla.

—Gracias, hermanita, pero me gusta todo tal y como está ahora. Así no tendré que pagarles la universidad.

—Pues como no te andes con cuidado enviaré a Yesol a vivir contigo.

—¡No olvidéis apagar las velas, chicas!

—¡Ya me ocupo yo, mamá!

Yongsun se acercó a la mesa plegable y apagó de un soplido las dos altas velas que aún seguían encendidas.

—¿Sabes cuánto tiempo piensa quedarse?

—¿Byul? En realidad no lo dijo. Supongo que el fin de semana. Claro que, si va a ver a su madre, puede que decida irse antes, lo cual sería bastante comprensible.

—Ya te digo. ¿Te imaginas a cuántas enfermeras voluntarias habrá hecho llorar?

Yongsun hizo una pausa.

—¿Crees que habrá ido alguien a verla? Quiero decir, ¿tiene amigos?

—Claro que tiene amigos. Está la Asociación Femenina, los del club de campo y todas esas mujeres que conducen esos enormes cochazos. Amistades de ese tipo.

—Ah, claro, por supuesto. ¿En qué estaría yo pensando?

—¡No me digas que te da lástima!

—No, no me la da: lo que pienso es que es una vergüenza que sea él quien haya muerto, ¿sabes? Era una buena persona.

—Para vivir con ella hay que ser casi un santo.

—¡Niñas! ¿Qué es lo que estáis cotilleando ahora?

—Nada, mamá, ya vamos.

Más tarde, mientras conducía de vuelta a casa, Yongsun se vio desbordada por los recuerdos de infancia, y se echó a reír al evocar la multitud de aventuras a las que Byul la había arrastrado.

—No nos meteremos en ningún lío, Yongsun, porque nadie se enterará.

—Aquí sólo vienen los chicos mayores —insistió Yongsun.

—Nosotras somos mayores.

—¡Tenemos doce años!

—Exacto. Y aún puedo sonarle los mocos de un guantazo a Gowoon, el Caragorda.

Yongsun se imaginó lo que ocurriría si Jeon Gowoon las pillaba en su lugar preferido, junto al río. Era tres años mayor que ellas, y por alguna extraña razón disfrutaba atormentando a Yongsun. Byul había acudido a rescatarla en más de una ocasión. La última vez hizo sangrar la nariz de Gowoon de un certero puñetazo en el rostro.

Yongsun rio a carcajadas dentro del coche. Hacía años que no lo recordaba. Y sí, aquel día las pillaron en el río. Era poco profundo y el agua bajaba bastante turbia, pero en algunas partes de aquel perezoso río había zonas más hondas, perfectas para nadar en los calurosos días de verano, aunque la mayoría de aquellas pozas estaban monopolizadas por los chicos del instituto. Como si fuesen bandas callejeras protegiendo su territorio, cada grupo poseía la suya y no la compartía con nadie. ¡Y mucho menos con dos mocosas de doce años! Y sin embargo, Byul había tirado de Yongsun mientras se abría paso por entre los árboles, después de haber escondido sus bicicletas entre los arbustos. La mejor poza pertenecía al hermano mayor de Gowoon, y Byul estaba completamente decidida a acabar con aquella pandilla.

Había sido un sábado por la mañana, temprano aún. No había nadie por los alrededores. Ambas se quitaron lo puesto hasta quedar en ropa interior y se zambulleron, disfrutando de la frescura del agua en aquella ardiente mañana de verano. La diversión no duró mucho: Byul los oyó primero, y tiró de Yongsun para sacarla del agua. Mientras se vestían a toda prisa, apareció Gowoon con dos de sus amigos.

—¡Vaya, mirad lo que tenemos aquí, Mocosa Uno y Mocosa Dos! ¡A por ellas, chicos!

Yongsun cogió sus zapatos y comenzó a correr, pero Byul se mantuvo firme en su lugar. Cuando ya estaba cerca de los árboles, Yongsun se detuvo y la miró con asombro.

—Byul, ¿qué haces? ¡Vamos!

—¡No! No les tengo miedo.

Fue entonces cuando Yongsun se dio cuenta de lo mucho que había crecido Byul ese verano. Allí estaba, muy derecha, todavía descalza pero vestida. Los tres chicos la rodearon, y Byul se echó a reír: todos eran más bajos que ella.

—Esto no parece muy justo, chicos. Tal vez debería atarme una mano a la espalda —los provocó.

Yongsun rio de nuevo. Todavía podía ver a Byul allí de pie, arrojándolos al río uno detrás de otro, vestidos como estaban. Por supuesto, no tardaron mucho en oír al hermano de Gowoon, y esta vez Byul sí que corrió. Ambas montaron en sus bicis y pedalearon a toda velocidad por la pista de tierra, oyendo todavía los insultos que Gowoon les dedicaba.

Byul la había convencido para hacer muchas otras cosas, sí, pero ¡cuánto se habían divertido! Comprendió que la habría seguido hasta el fin del mundo. Bueno, más bien la siguió, se corrigió a sí misma. Y sin embargo, cuando ambas crecieron, en el último año del instituto, algo empezó a cambiar en su relación. Byul tonteaba con Song Min Ho y Yongsun salía con Eric. Los muchachos no se podían ver el uno al otro, lo que significaba que no salían los cuatro juntos. Eso por no mencionar que Byul odiaba con toda su alma a Eric. En más de una ocasión había intentado convencerla para que lo dejase, pues creía que no era bueno para ella. Al final resultó que tenía razón.

Tras el telon de pino [Moonsun]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora