Capítulo 17

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Yongsun sostenía la carta en una mano y una taza de café en la otra, mientras las palabras se iban volviendo borrosas ante sus ojos. Alzó la vista hacia Byul y volvió enseguida a bajarla hacia la carta, hasta finalizar su lectura.

—No... no sé qué decir —dijo Yongsun dejando la taza de café a un lado para enjugarse los ojos.

—¿Cómo te sientes? —añadió, alzando la vista hacia su amiga.

Moonbyul se encogió de hombros. Había tenido toda la noche para pensarlo, pero la culpabilidad que sentía no había aminorado.

—No tienes por qué sentirte culpable, Byul. Él sabía dónde estabas. ¡Joder, incluso viajó hasta Los Ángeles! Podría haberte visto si hubiera querido.

—Lo sé, pero creo que sabía que yo no quería que lo hiciese.

—¿Y te sientes culpable porque no querías que él intentase verte?

—Ya sé que es una estupidez.

Yongsun asintió. No sabía qué podría decir para que su amiga se sintiese mejor. Moonbyul tendría que hacer las paces consigo misma, aunque Yongsun odiaba ver cómo se estaba castigando por algo que estaba fuera de su control. Su madre lo había echado todo a rodar quince años atrás, y Moonbyul lo aceptó en lugar de combatirlo. Yongsun tendió la mano por encima de la mesa para estrechar cariñosamente la de su amiga.

—Nada de esto es culpa tuya, Byul. No eras más que una cría. No tuviste más remedio que aceptar lo ocurrido y seguir adelante.

Moonbyul contempló sus manos entrelazadas. Sin pensarlo siquiera, su dedo pulgar acarició ligeramente la suave piel de su amiga. Notó que la mano de Yongsun se tensaba. Alzó la vista y miró aquellos ojos castaños que tenía frente a sí. Carraspeó y apartó la mano, comprendiendo por fin lo que acababa de hacer.

—¿Qué has planeado hacer hoy? —preguntó Yongsun.

Al mismo tiempo que hablaba, cruzó las manos sobre el regazo, rozando con los dedos la zona que Moonbyul había acariciado. Había sido extraño, pero bonito. Byul y ella siempre habían sido muy cariñosas la una con la otra. De repente recordó un momento, en su época del instituto, en el que notó que su corazón se desbocaba al tocar a su amiga, tal como le había ocurrido ahora. Fue en una de las escasísimas ocasiones en que habían salido los cuatro juntos, ellas y sus novios. Eric los llevó a los billares del pueblo, un lugar al que ninguna de ellas quería ir.

—No sé jugar al billar, Byul, ya lo sabes.

—Es fácil, yo te enseñaré.

Yongsun alzó la vista, temerosa de que Eric interviniese en la conversación, pero este prendió un cigarrillo y volvió a la barra para beber a hurtadillas un poco de cerveza del vaso de sus amigos mayores de edad. Minho estaba sentado muy tieso en un taburete cercano a la mesa de billar, mirando a su alrededor muy nervioso.

—Creo que a Minho no le gusta este sitio —susurró Yongsun.

—No me extraña, estamos en el paraíso de los paletos.

—Podríamos irnos —sugirió Yongsun.

—Por desgracia hemos venido en el coche de tu novio, y creo que aquí se siente a sus anchas.

Byul escogió un taco de billar y lo alzó para comprobar que estaba bien recto antes de rodarlo sobre la mesa.

—Este valdrá —dijo, entregándoselo a Yongsun antes de coger otro—. Minho, ¿quieres jugar?

El muchacho negó con un gesto.

—Miraré solamente.

Byul cogió el cubo de tiza azul y frotó la punta de su taco. Acto seguido se acercó a Yongsun.

Tras el telon de pino [Moonsun]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora