Epílogo

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—¡Vamos, Chuuya!

—No.

—Chuuuuuuya.

—Olvídalo.

—¡Cásate conmigo!

—No.

—Por favor.

—Ni lo sueñes —sentenció, cerrando sus ojos, cruzado de brazos.

Dazai, arrodillado y arrastrándose, se prendía de su pierna. Se había arrodillado como decía en la revista que le había pedido a Akutagawa que le robara a Higuchi, pero no veía los resultados de las fotos.

La revista, maltrecha como si hubiese sido leída un millar de veces, era extensa y pesada. Dazai la había leído un par de veces, y no comprendía por qué Higuchi la tenía. Tenía ideas de propuestas, de sitios, de trajes, modelos ideales de anillos, de destinos vacacionales para la luna de miel. Esas y un millón de cosas más que estaban a cientos de kilómetros de distancia del alcance de su billetera.

También presentaba modelos de vestidos, mas tampoco le era de utilidad; no por cuestiones monetarias puesto que Dazai vendería un riñón con tal de costearse uno, mas Chuuya le arrancaría el otro riñón si se lo fuese a dar.

Había gastado unas cuántas noches leyendo y leyendo, secándose el cerebro. No tenía dinero para un anillo, pero si improvisaba uno con algún alambre extraviado como mostraban en las películas, Chuuya le escupiría. Y no era precisamente que aquello le molestara, pero no era la respuesta predilecta.

La revista estaba dividida en las categorías nombradas y ordenadas asimismo. En consecuencia, era al final de la revista donde se adjuntaban fotografías ilustrativas de respuestas a propuestas. En cada una las parejas se abrazaban, saltaban y más tonterías. Pero ninguna, y el énfasis marcado en ninguna, estaba en esa situación.

—Vamos, ¡Chuuya! —arremetió, enroscándose a su pierna como había hecho en más de una ocasión—, no te soltaré hasta que digas que sí.

—Dazai, cariño —suspiró, contando hasta mil para ahogar su ira y no aplastar a su pareja de una patada contra la pared—, suéltame y quítate esa idea de la cabeza.

—No lo haré —se rehusó, aferrándose con mayor fuerza y cerrando sus ojos, como si al abrirlos fuese a tener una respuesta positiva—. Por una vez quiero algo en mi vida, tómame en serio.

—Dazai —suspiró una vez más, aún sin intentar quitarse al otro de su pierna—. Tienes que entender cuán ilógico e infundado es lo que pides.

—No es ilógico.

—Dazai, no eres un tipo de familia y compromiso —aseveró, agriamente, con la voz del arrepentimiento—. No hay nada que se pueda hacer. No debes forzarte en un intento de concretar tu falsa creencia de que eso es lo que yo necesito.

—Hace varios años dejé de forzarme a hacer cosas que no deseo, Chuuya —le respondió, sin disminuir un ápice de su fuerza en su agarre.

—Ni siquiera es posible lo que pides —le respondió.

—Nunca insinué que debiese ser en Japón —se atajó—. Vamos, Chuuya. Dí que sí.

—No —se negó una vez más, sintiéndose contrariado. Las cosas no eran tan sencillas, y ambos lo sabían.

—¡No te soltaré hasta que digas que sí! —exclamó una vez más, porque así de castrante e insufrible era.

—¡Diablos, cállate un rato y respeta mi decisión! —vociferó de repente, perdiendo la compostura, dando inicio a una opresión en su pecho.

Erozai ||Shin Soukoku/Soukoku||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora