Atsushi, al oír el plural en su mención, se volteó alarmado, solo para avistar a un Ryuunosuke detrás suyo quien le evadía la mirada.
Atsushi iba a comenzar a gritar y a negarse, mas Dazai le interrumpió.
—Vamos, vamos, hace frío —exclamó, mirándoles con una gran sonrisa.
—Dazai-san, ¿qué es esto? Yo...
—Tú, nada, Atsushi —alegó, negando con su mano. Se encontraba parado al lado de su puerta de copiloto, con la puerta abierta en su entereza y recostado sobre su lado del auto—. Tú te subes.
—Lo mismo va para ti, Akutagawa —aclaró Chuuya, moviendo su rostro hacia su subordinado, quien se encontraba más lejos, recostado contra una pared, apoltronado en su abrigo y con las manos en el bolsillo—. Te subes.
El mencionado obedeció sin rechistar. No había sido avisado sobre los planes, pero él no desobedecía órdenes. Además, su superior se había ganado su confianza cuando sucedió el problema, por lo que no dudaba de él y sus intenciones.
Atsushi, por su parte, permaneció dubitativo, indeciso entre su integridad y escaso orgullo, u obedecer las órdenes. Equilibrando el asunto, no existía una circunstancia peor que subirse a un auto con Dazai, Chuuya y Akutagawa a las seis de la mañana. A su vez, el mero plan de un viaje con ellos era igualmente inconcebible. A ello se le sumaba el factor de que todo lo planeado por su superior en esas últimas semanas no había traído más que resultados catastróficos, y acabando él como víctima por excelencia. Y sin embargo, nunca había salido de viaje y la curiosidad le carcomía.
La curiosidad mató al gato. En este caso, se aplicaba a la perfección.
Atsushi suspiró y, contrariado, echó una mirada hacia el carro para ver dónde se había sentado Akutagawa. Al verle sentado contra la ventana del lado opuesto al suyo, del lado de la acera, se resignó y abrió la puerta para subir. Una vez sentado, cerró la puerta con el cuidado necesario para que Chuuya no le regañase.
Su corazón latía a galope y sus manos, a pesar del frío, sudaban. Su expresión expelía miedo e indecisión, pintando sus ojos con aún más inseguridad. Lo único bueno de aquello fue que ya había dejado de sentir la ventisca del alba calarle los huesos.
Suspiró mientras sentía que el auto se desplazaba. Oía a Dazai bromear con Chuuya en los asientos delanteros, e incluso oía la profunda respiración de quien estaba a su lado. Sus dedos comenzaron a jugar los unos con los otros en un vaivén que llevaba el nombre de auténtico nerviosismo. Luego de pensarlo con su debida atención, carraspeó y se arrojó a probar suerte. Esa suerte que se había divorciado de él luego de pisotearle la cara y escupir en su miseria años atrás.
—Dazai-san, yo ni siquiera tengo ropa...
—No te preocupes, Atsushi —le sonrió, amigablemente, volteándose hacia los asientos de atrás—. Un rato antes de llegar aquí, pasamos por tu departamento y te armé un pequeño bolso.
—Pero, Dazai-san, si yo tengo mi llave aquí mismo —aseguró con cautela, palmeando el bolsillo de su pantalón negro.
—¿Desde cuándo eso me ha detenido? —le cuestionó, ampliando su sonrisa, mientras elevaba su mano donde deslizaba un pequeño alambre de lado a lado. Atsushi suspiró nuevamente y cerró los ojos antes de dejarse caer sobre el respaldo del asiento.
—¿Y Chuuya-san? ¿Qué no tienen trabajo allí? —preguntó, con precaución, recostado mas sin despegar su mirada del asiento del conductor. Nakahara le aterraba, ciertamente.
—Oh, no te preocupes por eso —objetó Dazai, riendo. Sus ojos resplandecían ante lo hilarante de la situación. Se podía decir que se veía alegre—. Chuuya ha vuelto de una misión muy larga, por lo que tiene varios días de descanso. Y Akutagawa es su subordinado, ya sabes, si Chuuya no le da mandatos, él no tiene tareas que realizar.
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Erozai ||Shin Soukoku/Soukoku||
FanficDazai tiene el descabellado presentimiento de que su subordinado actual y el antiguo se sienten atraídos el uno por el otro. Por lo cual decide arrastrar a su pareja, Chuuya, en un plan para unirlos.