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—Dazai, han caído dos veces en el mismo truco, mas no subestimes sus intelectos al creer que lo harán una tercera vez.

—Tenías que haber visto a Akutagawa el otro día —argumentó Osamu, suplicándole a su pareja que acatara las órdenes y le apoyara—. No supo cómo reaccionar cuando le dije que le importaba a Atsushi y que su compañía le había dado alegrías.

—Pues, es lo más cercano a una prueba de que no tiene idea de cómo reaccionar ante un buen trato —murmuró, cansino. Recostado sobre el pecho desnudo de Dazai, solo quería descansar, mas este deseaba persistir en charlar y analizar el plan, como si no fuese a hacer lo que quisiese de cualquier manera. Dazai no necesitaba su aprobación en la próxima idea que se iría a desarrollar, y su ayuda tampoco era menester; simplemente, estaba inusualmente consternado e insistente.

Dazai hablaba y hablaba como el charlatán que era mientras, con un toque melifluo, se dedicaba con auténtico afecto a enredar sus dedos una y otra vez en los rizos de Chuya, acariciándolos al verlos caer sobre su propio pecho y hombro; algunos mechones caían de forma sensual y asimismo sutil sobre los hombros desnudos ajenos, delineando su piel y endulzándola al resaltar su lividez y su apariencia tersa, resaltando la elegancia de su cuerpo. Agradecía que este estuviese con su rostro hundido en su pecho, no solo por la gratificante sensación que le brindaba al dejarse envolver así entre sus brazos y le mostraba ese Chuuya vulnerable que solo a él le permitía admirar en su fascinación; sino porque, en aquella situación en particular donde estaban entregados el uno al otro luego de haber hecho el amor, encontrándose con aquella pintura que significaba Chuuya desnudo y con sus rizos sueltos sublimando su belleza natural, Dazai sabía que si unía su mirada a aquella azulina y extasiada, se derretiría sin dificultad alguna.

—Es indiscutible que desconoce enteramente lo que es recibir un buen trato —explicó, sintiendo un gruñido de desazón por parte del otro—. Y sí, en gran parte es mi culpa, y blah, blah, blah.

—Así es —aseguró, musitando, con su voz amortiguada por el pecho en el que su rostro estaba sumergido. Ciertamente, más allá de su cansancio y su impaciencia y sus palpitantes deseos por descansar, le embelesaba intensamente el aroma intrínseco de Osamu y disfrutaba en demasía el sentirse bajo su yugo y someterse ante él en ese tipo de situaciones de unión sincera; podía percibir el verdadero ser de su pareja, podía adormecerse al oír los latidos de su corazón, podía sentir el suave tacto de las vendas que, ni flojas ni forzadas, descansaban sobre el pecho ajeno, acariciando su rostro al acompasar sus respiraciones. Le hacían desear por esas noches enteras de cafuné y delicadezas. Era, nada más, que ese preciso instante donde su alma se regocijaba en la falacia de una vida normal, ideal.

—Es por eso que deben descubrir estas cosillas juntos —razonó, ensimismado, comenzando a acariciar disimuladamente el cabello ajeno—. Atsushi nunca ha ido a una feria ni a un parque de diversiones, ¿no es así?

—No veo por qué me preguntas eso a mí —holgazaneó con su voz—. Sin embargo, Akutagawa no lo habrá hecho tampoco.

—Exacto, es una buena idea base.

—Por lo que dices, se encuentra muy alterado, incluso asustado —razonó, aún con sus narices enamorándose de la esencia de Dazai. Le sorprendía poder hilar ideas en esa situación—. Dudo que esto vaya a salir bien.

—Bueno, claro, Akutagawa entrará en pánico, muy posiblemente, mas eso no significa que el asunto deba estancarse por ello —alegó, elevando su mirada hacia las luces tenues del techo—. Puede salir bien como puede salir mal, no estoy augurando ni lo uno ni lo otro. Simplemente, considero que hay que seguir avanzando y evaluar las cosas. Si sale bien, pues será estupendo; si sale mal, pues deberemos hacer reparación de daños, a toda costa.

Erozai ||Shin Soukoku/Soukoku||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora