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—¡Atsushi! —exclamó con una emoción que era más acentuada que la usual. Lo que era aún menos habitual era que aquella mañana había llegado relativamente temprano, y eso, por sí solo, era motivo de estupefacción en la oficina.

—Dazai-san, buen día—dijo, a modo de saludo. Le sonrió con la ligera incomodidad del reclamo que le tenía pendiente—. Con el debido respeto, ¿me podría decir por qué no se presentó ayer?

—¿No lo hice? —le respondió, ganándose una mirada cansina por parte del otro—. Me surgió algo muy importante, no era mi intención dejarte solo con Akutagawa. Por cierto, ¿cómo estuvo?

 Atsushi sostuvo la mirada en su superior y permaneció en silencio unos segundos, pensando su respuesta con prudencia. En su mente se desató un viaje retrospectivo al día anterior y terminó por decir:

—Pues, no fue tan trágico como creí que sería. 

Dazai sonrió ante esa respuesta. No era lo ideal, pero ya era un comienzo. Él y Chuuya se habían enamorado con celeridad y habían establecido una relación romántica luego de un tiempo que consideró, ciertamente, lento; si aquello había sido pausado y paulatino, unir a Akutagawa y Atsushi iba a ser un millón de veces más lerdo y complicado. Si continuaba con la comparativa, Chuuya y él eran mucho más avispados que sus subordinados y habían notado con velocidad lo que sentían el uno por el otro, a pesar de todo; no obstante, Akutagawa podría haberse enamorado el día anterior, y no se enteraría hasta el siguiente año. Atsushi tal vez, en lugar de ser un año, tardaría once meses, con una visión optimista. 

—¡Eso es excelente! —bramó exaltado. Atsushi lo observó confundido, enarcando una ceja.

—¿Por qué lo dice, Dazai-san? —preguntó con interés y curiosidad.

—Me parece grandioso que te lleves bien con él —aseguró, tomándolo de los hombros. Su sonrisa y su efusividad comenzaban a asustar al joven.

—Bueno, yo... —comenzó a tartamudear—, no es como si nos lleváramos de maravilla. Simplemente, pudimos concretar un almuerzo sin destruir el sitio ni atacarnos.

—¿Y te suena a poco progreso? —cuestionó, ampliando su sonrisa. Empezó a sacudir los hombros ajenos—. Es excelente, asombroso, magnífico.

—Dazai-san, ¿está usted bien?

—¡Mejor que nunca! —exclamó. Decidió comenzar a tirar de los hilos—. Es más, me parece que algo muy bueno podría derivar del día de ayer.

—¿A qué se refiere? —preguntó, aún más sumergido en la incertidumbre.

—Esto podría dar inicio a un bello y refulgente romance, ¿no lo crees? —declaró, tanteando el terreno.

El rostro de Atsushi palideció para dar paso a un sonrojo enérgico. Sus manos enguantadas se posaron frente a Dazai y comenzaron a moverse de lado a lado al compás de su cabeza, que negaba frenéticamente. 

—Dazai-san, ¿está usted hablándome en serio? —cuestionó, para segundos luego volver a negar, aún con más potencia que antes—. Olvídelo. ¿Cómo puede ocurrírsele eso? Yo, bueno, él, los dos, ambos, no, no lo sé, no.

Dazai sonrió nuevamente. Atsushi había dejado de funcionar; repetía y murmuraba lo mismo sin parar, pasmado y ensimismado. 

Erozai ||Shin Soukoku/Soukoku||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora