Chuuya no sabía cuántos días habían pasado; no los había contado, pero si había una certeza en su mente, era que extrañaba a Dazai.
Y le extrañaba mucho.
Sus labios seguían resentidos por ese beso que fue negado, resecados y deseosos. La fría ventisca era su única compañía durante las noches, tanto en las misiones como en la fría cama de su hotel de cuarta. Nada de eso le gustaba. Era impropio de él sentir esa soledad y anhelo tan copioso, tan apabullante y lastimoso; y más aún impropio era extrañar a Dazai de esa manera tan cansina. Los días se convertían en una cuenta regresiva más que en una suma, y las noches eran sus peores enemigas, intensificando su nostalgia con solo iluminar su ventana como si se tratase de un transeúnte que disfrutaba de colarse en su fría y lóbrega alcoba. Y una barata, muy barata y de mal gusto.
La misión ya podía vislumbrar un final aproximándose, y era aquello lo único que le regocijaba sutilmente. No era un suceso de cada día ni de cada trabajo de comisión extrañar a su pareja; se habían acostumbrado íntegramente a llevar aquella relación como la cruz en sus espaldas, el estigma de la traición blanca y la lujuria. Extrañar era algo ajeno a sus vocabularios, y sin embargo, se estaba convirtiendo en un huésped frecuente e indeseado en la cabeza de Chuuya, quien no podía evitar preguntarse con ansiedad en su maquinaria si era extrañado también.
Sentado en esa cama pequeña y rechinadora, sobre aquel colchón ajado que era más fino y oloroso que una feta de queso, suspiraba mientras miraba su ventana para encarar a la luna y sentir el candor de los labios de Dazai y su toque pecaminoso. Aquel que tanto extrañaba en su soledad y melancolía. Posaba sus manos sobre su boca y podía percibir el arrepentimiento de haberle negado una despedida. Extrañaba verle debido a la altísima frecuencia con la que se encontraban últimamente, y lo hacía aún más al tener prohibido comunicarse durante las misiones, haciendo hincapié en aquellas longevas.
Tal vez habían pasado dos semanas, tal vez un poco más, desde aquella fatídica tarde en la feria. La misión había culminado con éxito y se sentía culpable de sentir la alegría llenar su pecho al abordar el tren que lo llevaría a Yokohama. Y a Dazai.
Podían pasar meses de misiones sin verse y, aún con la plena certeza de que se pertenecían el uno al otro y de que nada cambiaría esos fervientes sentimientos que por tanto tiempo insistieron en callar, echar de menos al otro no era normal. Simplemente, volver a verse consistía en un fin de semana internados en la cama, haciendo el amor, charlando tonterías y besándose. Como si no hubiese pasado ni dos días. Sin embargo, en esta ocasión, mientras Chuuya bajaba del tren con su ropa discreta, que de nada servía al tratarse de un pelirrojo de ojos azules en Japón, solo pensaba en ese cursi reencuentro que les aguardaba, para concluir aquello que le llenó de remordimientos y de ganas de Osamu Dazai.
El camino hacia su departamento parecía más largo de lo normal y sus manos se abrían y se cerraban con frenesí, sus pies caminaban con apremio. Solo podía pensar en llegar y tomar su teléfono para clamarle a Dazai que llegase lo más pronto posible. Al llegar a su piso, frente a su ansiada puerta, introdujo la llave y abrió la puerta con decisión e, ingresando con velocidad, la cerró a sus espaldas de un portazo. Se echó de bruces sobre la pared de la entrada para apoyarse y quitarse los zapatos en cuestión de segundos. Una vez descalzo, suspiró y elevó su mirada en busca de su teléfono. Sus pies comenzaron a pasar sobre los pequeños escalones de finísima madera que separaban la entrada del amplio pasillo que guiaba hacia su vasta y elegante sala de estar. Sin embargo, se detuvo en seco al desenfocar su concentración de sus labores para posicionarla sobre el hombre dueño de sus sueños y sus gemidos frente a él.
—No creí que tardarías tanto, pero valió la espera, ¿no lo crees? —pronunció Dazai a modo de bienvenida, con un vaso entre sus delicados dedos y con la ropa que utilizaba para dormir cuando pasaba sus fines de semana en ese departamento.
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Erozai ||Shin Soukoku/Soukoku||
FanficDazai tiene el descabellado presentimiento de que su subordinado actual y el antiguo se sienten atraídos el uno por el otro. Por lo cual decide arrastrar a su pareja, Chuuya, en un plan para unirlos.