—Yo te lo dije —se alteró Chuuya en su lugar, inquieto, moviendo sus pies de lado a lado y dando pequeños círculos sobre su propio eje. Se sostenía su sombrero mientras observaba a Akutagawa abandonando el lugar y luego posaba sus orbes en su pareja que, a su lado, lo miraba con cautela, cruzado de brazos y con un gesto analítico—. ¿No te lo dije? No, ¡claro que te lo dije! ¡Te lo advertí, y tenía razón!
—Cálmate, Chuuya —apaciguó, clavando la oscuridad de sus ojos en la misma dirección en la que se enfocaba su acompañante—. Estás exagerando.
—¿Cómo puedes decirme que estoy exagerando? —le reclamó, arremetiendo contra el suelo de un pisotón y cerrando los puños. Sus ojos azules eran un mar embravecido con la expresión de una arpía—. No necesito oír lo que le ha dicho a Atsushi, y de hecho, ni siquiera quiero. Sin embargo, míralos —suspiró, relajando sus puños y otorgándole a Akutagawa una mirada dolida y al otro, una de compasión—. No necesito oír lo que ha sucedido para comprender el rostro afligido de ambos.
—Estaba destinado a pasar —aseguró Dazai, ablandando su postura para dejar caer sus brazos y poner sus manos en los bolsillos de su saco—. Con o sin mi intervención, habrían pasado por esto sin duda alguna.
—Nadie te había obsequiado el permiso para acelerar lo inevitable, entonces —espetó. Todo su rostro y su boca torcida eran una obra de disgusto absoluto.
—Tú me autorizaste —se burló.
—¡Yo no te autoricé nada, solo te dejo ser! Porque eres insufrible —le escupió, acercándose a él y tomándole de la camisa.
—Eres hermoso incluso cuando estás enojado y el deseo de golpearme se refleja en tus preciosos ojos —le susurró, chocando narices al haber sido jalado. Sonrió victorioso.
—Cierra el hocico para las estupideces —ignoró Chuuya, inmutable—, y dime qué tenemos que hacer ahora.
—Pues, hablar con ellos, ¿no? —preguntó, tomando las manos que lo aprisionaban y acariciándolas.
—¿Y me preguntas a mí? —exclamó, expandiendo sus ojos a punto de rabiar.
—Ve tras Akutagawa —le indicó con certeza y solemnidad. Sus ojos habían tomado aquel tinte de hombre de negocios—. Yo iré con Atsushi.
—¿Y qué se supone que deba hacer? —le cuestionó, alarmado y súbitamente espantado. Su labor era mucho más complicada que la suya.
—Como una charla padre a hijo, ya sabes —respondió alzando sus hombros. Su pareja lo soltó para comenzar a tocar su sombrero en señal de nerviosismo—. Es similar a lo que ya has hecho, háblale.
—Lo dices como si fuera tan fácil —farfulló, acomodando sus ropas mientras giraba su rostro nuevamente hacia su objetivo, que se encontraba caminando a paso tambaleante hacia el lado opuesto, ya fuera del establecimiento—. El tuyo no es un discapacitado emocional.
—En eso tienes razón —le sonrió.
—Oye, solo yo puedo decirlo —objetó, posicionando sus manos enguantadas en su delicada cintura—. Tú no tienes el derecho de asentir ni de burlarte de él. La próxima vez te golpearé.
—Está bien, cariño —murmuró, dando un paso hacia su pareja. Quitó sus manos de su saco para, con una, deslizar sus dedos sobre una de las manos del otro que reposaban en su cadera, colando sus dedos entre los ajenos para sentir, a su vez, su cuerpo; y con la otra, acarició su rostro, frágil y embelesador, de una belleza que solo podía pertenecerle a él.
Chuuya se dejó tocar, impávido y enamorado, percibiendo el calor tomando terreno en su rostro, incluso abrasador bajo el toque indeleble de Dazai. Suspiró.

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Erozai ||Shin Soukoku/Soukoku||
FanfictionDazai tiene el descabellado presentimiento de que su subordinado actual y el antiguo se sienten atraídos el uno por el otro. Por lo cual decide arrastrar a su pareja, Chuuya, en un plan para unirlos.