La noche se presentaba por las ventanas de un lujoso departamento en el centro de Yokohama, donde una pareja se encontraba postrada, lista para dormir. Sin embargo...
—Vamos, Chuuya —exclamó con emoción—. No seas aburrido.
—¡Estás demente! —le respondió—. No podemos meternos.
—¡Claro que podemos!
—Bueno, claro que podemos, pero no lo haremos —sentenció, con cansancio en su voz, finalizando con un suspiro.
—¿No quieres ver a tu subordinado feliz? —preguntó, apuntándole a su pareja donde le dolía. Este chasqueó la lengua.
—Por supuesto que quiero —aclaró, mirando el suelo, dejándose convencer. Se cruzó de brazos—. Mas no considero que sea apropiado.
—¿Desde cuándo eres tan moral? —se burló—. ¿Recién ahora pretendes ser políticamente correcto?
—¡No se trata de eso, bastardo! —gritó con sus puños apretados—. Pero ya sabes, las relaciones son complicadas.
—¿Y qué? —cuestionó, restándole importancia—. Si es complicado, con más razón debemos ayudarlos.
—A nosotros nadie nos ha ayudado —alegó—. Y nos ha ido bien, ¿no?
—Qué inocente eres —rio con dulzura, acariciando el rostro del más bajo con auténtica ternura—. ¿Crees que Mori no ayudó a que las cosas sucedieran entre nosotros? De por sí, nos conocimos gracias a él.
—No funciona así —bufó, encogiéndose y estremeciendo su cuerpo. Se sentía levemente abrumado por el reciente roce—. No ha sido fácil para nadie, y nada dictaminaba que me enamoraría de ti.
—Ni tú te lo crees —sonrió, altanero—. Estabas perdido por mí.
—¡Mentiroso bastardo!
—Ya, hagámoslo —volvió a insistir—. Es un empujón, nada más.
—No —contestó, moviendo su cabeza al son de la respuesta.
—Por favor, Chuuuuuuya —persistió, tomando las manos de su pareja. Las acarició y las llevó a su propio rostro, dirigiéndole la mirada almendrada más bella que podía otorgar. El aludido solo inhaló profundo—. ¡Por favor!
—De acuerdo —suspiró resignado—. Pero haré lo mínimo.
—Me parece perfecto, mientras cumplas con los planes —sonrió, soltando la mano ajena con delicadeza. Elevó los brazos cual niño pequeño—. Entonces, ¡es hora de armar una pareja!
—Akutagawa no estará muy contento.
—¡Créeme que sí! —exclamó—. Además, si sabe que la iniciativa fue mía, no le importará.
—Al contrario —murmuró, imaginando la situación—, se sentirá halagado. Demonios, ¿qué le has hecho a ese niño?
—Qué exagerado eres —bostezó—. Muy bien, déjame el día. Mañana por la noche te explicaré todos los detalles.
—Está bien —respondió, bostezando también—. Sin embargo, no te daré mayor plazo que mañana. No estoy muy convencido de esto, por lo que si pierdes tu oportunidad no lo volveré a apoyar.
—Conozco perfectamente cada virtud de este bello cuerpo —comentó en una voz más suave, aventurando sus dedos por el pecho ajeno—, y sé que la paciencia no es una de ellas.
—Como sea —desvió, sintiéndose ruborizar—. No comprendo de dónde sacas esas ideas tan descabelladas de que ellos se gustan. Han intentado matarse, ¿cuántas veces? No puedes dejarlos ni cinco minutos juntos en una habitación.
—Tal vez sea eso —suspiró, apoyando sus manos en la cama—. Me recuerda a cómo nos llevábamos tú y yo, constantemente peleando.
—Yo nunca te arranqué una pierna, Dazai —atajó Chuuya, cruzándose de brazos.
—Porque no puedes, perchero.
—¿A quién le dices perchero, desperdicio de vendajes? —le increpó, frunciendo su ceño—. ¿Me estás retando?
—Enfoquémonos, Chuuya —exclamó, haciendo oídos sordos a las palabras ajenas. Ya tendrían más tiempo luego para pelear por la dominancia en la cama—. Lo primordial es diseñar un plan. Mira, yo propongo que...
—No procuraremos nada sexual, Dazai —frenó Nakahara, posicionado su mano frente al rostro ajeno—. ¡Son niños!
—Ambos son mayores de edad, Chuuya, no exageres —desacreditó sus palabras con un ademán—. Nosotros, a los dieciséis años, lo hacíamos como conejos.
—¡Dazai, cállate! —le gritó. Si había algo que tenía por seguro era que jamás se acostumbraría a las actitudes vulgares y desvergonzadas de aquel del cual estaba enamorado perdidamente.
—Confía en mí, Chuuya —susurró, acercándose y besando con añoro los labios de su pareja, quien estaba a punto de replicar, aún apenado en consecuencia de la situación anterior.
El beso duró más de lo estipulado, posicionándose Dazai sobre el cuerpo ajeno. Entre suspiros y casi inaudibles gemidos, comenzó a recorrer el pecho desnudo del otro con sus manos con mayor descaro que antes, acariciando cada rincón como si fuera la primera vez.
—Demonios, Dazai —gimió Chuuya, alejándose un poco—. Mañana trabajamos los dos, no molestes. Ya es tarde.
—Nunca es tarde para nosotros, Chuuya, nunca lo ha sido —sonrió, mirándolo con intensidad y continuando el beso. Con aquello había convencido al otro a despojarse de todo lo demás y entregársele.
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Finalmente, terminé de cerrar mis ideas y le di un final a mi borrador con las notas a tener en cuenta de esta historia. Por ende, decidí comenzar a compartirlo.
Iba a tomarme un tiempo de descanso antes de arrancar con esto, pero terminé muy emocionada(?)
Gracias por comenzar esto<3
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Erozai ||Shin Soukoku/Soukoku||
FanfictionDazai tiene el descabellado presentimiento de que su subordinado actual y el antiguo se sienten atraídos el uno por el otro. Por lo cual decide arrastrar a su pareja, Chuuya, en un plan para unirlos.