Había transcurrido solo un rato de su llegada. Chuuya y Dazai habían encendido la chimenea luego de unos cuántos intentos y en medio de improperios; mientras aquel circo tomaba lugar, Atsushi se echó sobre el inmenso sofá que reposaba frente a la dichosa chimenea y se arremolinó entre las almohadas, buscando el calor. Akutagawa se limitó a observar el caos y la vergüenza ajena.
La calidez inherente del fuego se había adueñado de la sala y les había dado la bienvenida. Era acogedor y asimismo sosegador, consiguiendo que hasta Doble Negro acabara dormido sobre el sofá. Ciertamente, en el momento en que se encendió la chimenea, Chuuya les dijo a los menores que llevaran los bolsos hacia el piso de las habitaciones y que se abrigaran. Al decir aquello se percató de que no habían bajado las cosas del baúl, por lo que mandó a Dazai de una patada en el culo en su búsqueda.
Sin embargo, una vez que aquel asunto fue resuelto, Akutagawa y Atsushi llevaron a cabo la orden. Subieron las escaleras con las cosas y, sin saber muy bien qué hacer con ello, se detuvieron en la planta alta, observando el pasillo lateral que tenía las puertas de las habitaciones. Vieron que se trataba de tres habitaciones y no supieron dilucidar cuál era para quién.
En señal de respeto y un ligero desconcierto, dejaron los bolsos en el mismo pasillo y abrieron los propios para ataviarse. Atsushi se sorprendió al encontrar ropa más cara que la suya mezclada con la propia, mas no cuestionó y se vistió. Ya no toleraba el frío; luego preguntaría.
Si durante aquella pequeña tarea hubo un incómodo silencio entre ambos, la cosa se puso peor al bajar las escaleras y encontrar a Dazai dormido sobre Chuuya, desparramados en el sillón, como si el mero acto de encender la chimenea les hubiese dejado exhaustos y hubiesen caído muertos en tan solo cinco minutos.
Atsushi y Akutagawa se aproximaron al respaldo de sofá para verles desde atrás, esperando a que despertaran, o que se levantaran y dijeran que aquello era una broma. No obstante, eso nunca sucedió y Dazai tenía el rostro más angelical que podían haber visto en él, como si dormir allí fuese su lugar en el mundo.
—Te dije que eran demasiado amigos.
—¿Tú crees...?
—¿No lo crees tú? —cuestionó Akutagawa, quien, parado junto a él, por primera vez en el día se había dignado a mirarle con aquellos ojos más gélidos que las ventanas del lugar.
—Bueno, no es como si Dazai-san hablara mucho de su estadía en la Port Mafia —murmuró Atsushi, tomándose del codo. Esperaba que, si Dazai había tenido el tupé de llevarle en contra de su voluntad, tuviera la decencia de permanecer con ellos, mas parecía que solo había encontrado una gran excusa para mantenerle con Akutagawa y al mismo tiempo pegotearse a Chuuya.
—Ya veo —respondió, átono. Metió las manos en sus bolsillos y giró su rostro hacia el respaldo del sillón, hundiendo su cuello como una tortuga para dejarse envolver por su abrigo hasta la mandíbula.
Atsushi sintió que aquel había acabado por ser un comentario hiriente de su parte, por lo que suspiró y se rascó la nuca. No se había dado cuenta del peso que significaba hablar con Akutagawa; debido a la situación, en cuanto él le habló, su respuesta fue automática. Y luego, en su silencio, se reprendió a sí mismo. Ante la sorpresa de Chuuya y Dazai, la mirada de Akutagawa sobre él fue inesperada y le puso nervioso, por lo que se olvidó que estaba dolido con él, que había marcado una diferencia entre ellos. Le respondió sin fastidiarse en el camino. Y ello le molestaba. El poco amor propio que tenía se le había escapado en un acto de cobardía.
Sin embargo, la culpa crecía dentro de sí al recordar el gesto de Akutagawa escondiéndose en su abrigo ante su respuesta. Le dirigió una mirada de soslayo y suspiró. No le regocijaba verle de esa manera, y mucho menos si era por su culpa; por más que desease enfadarse con él, no lo haría si tendría que ver esos gestos infaustos. Su orgullo no valía nada para él si aquello significaba volver a sentir la compañía del Ryuunosuke que le hacía reír y que le brindaba a su pecho mayor calidez que la chimenea que gobernaba el lugar. De tan solo recordar la última vez que le vio, el fuego podía extinguirse y él sentiría ese bello calorcito mantenerse en él.
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Erozai ||Shin Soukoku/Soukoku||
Hayran KurguDazai tiene el descabellado presentimiento de que su subordinado actual y el antiguo se sienten atraídos el uno por el otro. Por lo cual decide arrastrar a su pareja, Chuuya, en un plan para unirlos.