Capítulo 18: Redímete

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Los meses pasaron y la vida de Adeline y mía volvieron a la normalidad. No supimos nada de Elizabeth en un largo tiempo, pero cuando llamé a mi madre dijo que la había visto rondando por el pueblo. Me sentí mucho más calmada cuando lo mencionó pues, aunque las cosas que hizo no tuvieron ni pies ni cabeza, seguía siendo alguien que me había hecho feliz en su momento.

Hablando de otras cosas, aunque pasó un largo tiempo, mi proposición no se había olvidado y después de mucho hablar decidimos que el matrimonio era algo que ambas queríamos con la misma intensidad. Nos dedicamos entonces a los preparativos de la boda que terminaron siendo un total desastre, curiosamente, aunque Addy y yo nos adorábamos no podíamos ponernos de acuerdo sobre lo que queríamos. Ella quería invitar a todos sus conocidos, yo solo quería cerca a aquellos que eran más especiales. Ella quería un menú excéntrico y lleno de platillos pomposos, yo (claramente) quería comida mexicana. Ella quería que la boda se llevara a cabo fuera de Francia, a mi me parecía más romántico casarnos en el país del amor. Ella quería tener una boda enorme y elegante, yo... solo quería tener la certeza de que estábamos unidas bajo el matrimonio. Fue entonces escencialmente difícil decidir como se llevaría esta situación a punto, pero al final (y después de muchos volados) logramos organizar la boda perfecta. Sería en París, en un salón que sus padres habían rentado para nosotras como regalo, los invitados serían los que cada novia decidiera y la comida sería una mezcla de cocina mexicana y francesa. Todo iba bastante bien, había enviado las invitaciones hasta México y algunos familiares y amigos viajarían para la celebración, era bastante emocionante volver a ver a las personas que había dejado atrás, especialmente a una de ellas que me pidió vernos un día antes de la celebración.

- ¿Amelia?

- ¡Andrés! ¡Viniste! - Estabamos sobre aquel puente con candados que tanto adoraba de París, y cuando lo escuché ahí corrí hacía él y li abracé.

-Pues claro que vine, no podría perderme tu boda por nada del mundo. Ja, creí que nunca querrías salir de México, y mírate, por casarte con una francesa, en Francia.

-Cosas de la vida, bastante irónico. Pero... Después de todo lo que pasó entre nosotros creí que nunca podrías perdonarme. En verdad, estoy tan arrepentida, lo que te hice fue horrible, tu siempre fuiste tan lindo, tan atento, y yo solo me dejé llevar sin pensar en ti. ¡Lo siento demasiado!

-Amelia, en verdad, está bien. En su momento dolió, pero descubrí que no valía la pena estar enojado y dolido por siempre, debía pasar la página y buscar ser feliz. Pasamos muchas cosas juntos y siempre tendrás un espacio en mi corazón, pues no solo fuiste mi novia, también fuiste mi mejor amiga. En verdad, todo está bien entre nosotros, y me siento muy contento de poder ver que elegiste a alguien que te hace sentir mariposas en el estómago. Cuídala mucho. Les deseo lo mejor. Pero antes... Hay alguien que quiere hablar contigo.

- ¿Elizabeth?

- Las dejo, tienen mucho de que hablar. Nos vemos. ¡Mañana es un gran día!

Andrés me dio un abrazo y se retiró. Honestamente me había tomado por sorpresa todo aquello. Ver a Elizabeth de nuevo... Me causaba escalofríos. Sin embargo, si algo había aprendido durante todo ese tiempo era que el pasado no debía detener el futuro, le daría una oportunidad para hablar.

-Amelia... Yo... Quería verte. No creí que aceptaras así que le pedí el favor a mi hermano.

- ¿Y bien?

-Solo quería pedirte disculpas. Por absolutamente todo. Cuando fui a Nantes a verte creí que estarías esperándome, pero fui una ilusa, después de la manera en la que te traicioné no había razón lógica a que siguieras sintiendo cualquier tipo de sentimiento positivo hacia mi. Luego te vi con Adeline, y no quería aceptar que estuvieras con nadie más, así que te empujé y presioné con la esperanza de que cayeras y volvieras a mí. Solo que... No estaba pensando bien, probablemente ni si quiera estaba pensando en tu felicidad y solo volvía a ser la chica egoísta que te había dado la espalda cuando nos descubrieron juntas. Te hice mucho daño. Fui una estúpida, en cada ocasión que podía meter la pata... lo hice, y en eso te lastimé, algo que nunca podré perdonarme. En fin, esto no cambia nada de lo que hice, lo cargaré toda mi vida. Solo quería decirte que aclaré las cosas con mis padres y con todas las personas que se enteraron de la gran mentira que puse sobre tus hombros. Eres libre de volver a México sin temor. No quiero seguir molestándote. Te deseo la mejor de las vidas con Adeline, es una gran chica, cuídala mucho y no la dejes ir... ¿Sí? Nos vemos.

Y estaba aún más sorprendida de escuchar lo que Elizabeth acababa de decir.

-Elizabeth...

-Dime.

-No te atormentes con el pasado, solo lograrás vivir una vida de sufrimiento y horrores. ¿Cómo dicen? El pasado pisado. Déjalo ir, puedes perdonarte y estar tranquila, no te guardo rencor. Las cosas suceden por algo, y extrañamente el hecho de que tuviera que huir de México me trajo hasta donde estoy y me dio la oportunidad de conocer a Adeline. Así que, ya no te reprimas más, me alegra que hayas reflexionado. Si quieres ir mañana a la boda eres bienvenida.

-Gracias, por perdonarme. Mi hermano estará en tu boda, pero yo no puedo estar ahí... No puedo mirar al amor de mi vida desposando al amor de su vida. Creo que esto es todo. Te agradezco infinitamente por todo lo que hiciste por mi, de corazón espero que seas muy muy feliz. ¿Puedo darte un último abrazo?

-Por supuesto.

Esa fue la última vez que vi a Elizabeth, su cabello era rojo brillante, sus ojos seguían siendo preciosos, y su aroma se mantenía igual, pero había perdido esa seguridad que la hacía ser ella, su sonrisa firme se había borrado totalmente. El abrazo duró un largo tiempo, me dio un beso en la mejilla, se despidió y luego caminó de frente sin mirar atrás. Fue todo. Se esfumó. Me quedé un rato mirando el agua y volví a donde nos alojábamos Adeline y yo.

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