Mi exposición, la que llevo preparando por años al fin está por llegar. Tanto tiempo desarrollando mi técnica en el arte, tantos eventos perdidos, tanta vida gastada por esta sola razón. Tal vez debería arrepentirme por todo lo que he dejado atrás; amor, familia, oportunidades únicas. Sin embargo, no lo hago, esto es lo que me hace feliz, por fin veré el árbol crecer y afortunadamente esta vez no soy solo yo.Cuando decidí viajar a Nantes, debido a que al fin me habían dado un lugar en su Museo de Bellas Artes no venía mentalizada para amar a alguien, y si lo creía, no habría imaginado que esa persona fuera una mujer. Toda mi vida me he centrado en el arte. He rechazado hombre tras hombre que se me declaraba, hasta el punto en que mi familia se convenció de que me casaría con mi trabajo. Una vez que ellos estaban convencidos, yo también acepté lo que creía ser verdad. Viajé a un apartamento lo suficientemente lejos de mi ciudad natal, París, para que mi familia evitara emitir juicios acerca de mi forma de vivir y ser, pero inconscientemente también lo decidí así para alejarme de cualquier cosa que no fuera mi arte y yo. Grave equivocación.
Y, a pesar de que no tenía intención alguna de enamorarme, siempre he tenido el mal hábito de coquetear con extraños, lo cual constantemente daba impresiones erróneas sobre lo que deseaba y lo que no. Justamente eso pasó el día en que conocí a Amelia en el tren. En un inicio tan solo la vi como una potencial amistad, pues íbamos al mismo lugar y ambas teníamos carreras exigentes. Pensé que ella podría entenderme y al ser mujer, no llevaría mis coqueteos más allá de un intento por socializar. Por eso mismo, le dejé mi número escrito en un papel que metí en una de sus bolsas. Sin duda me equivoqué al pensar que ella lo había entendido de la manera en que yo quería.
De este modo, durante nuestro primer día juntas comencé a darme cuenta de que Amelia se sonrojaba cada vez que le hablaba con cariño, y a su vez yo me sentía cómoda con ello por algún motivo. Así llegó la noche en que nos besamos por primera vez... Esa sensación nunca la olvidaré, pues había besado antes por mera diversión, pero nunca había rendido ante mi corazón. Fue la primera vez que lo sentí latir. Pero, en lugar de disfrutarlo comencé a apanicarme. Jamás había sentido aquello antes, el simple hecho de que una mujer lo propiciara en mí me traía dando giros en la cabeza. Nunca pensé enamorarme de nadie y mucho menos de una chica. No tengo nada en contra; sin embargo, he tenido un estereotipo por vida y me preocupaba lo que dirían mis padres, nobles parisienses, acerca de este nuevo acercamiento. Es por eso que terminé por decidir alejar a la única persona que conocía en Nantes. No podía permitirme distracciones tan cerca de alcanzar mi mayor sueño, y ciertamente, este enamoramiento de un día no iba a ser nada sencillo. Aunque muchos quieran asegurar lo contrario, tener una relación mujer - mujer aún no está libre de discriminación, persecuciones y malos gestos, sigue siendo difícil de llevar a punto sabiendo que siempre habrá quien quiera detenerlo por sus propias opiniones. Y todo aquello era algo que no podía permitirme tan cerca del éxito.
Cuando se fue... no podía sacarla de mi cabeza, seguía repitiendo esa noche una y otra vez dentro de mis más profundos pensamientos, llegó el momento en que la encontré merodeando por mi exhibición, solamente que no pude decir las palabras que me hubieran gustado y perdí mi oportunidad. No obstante, en el momento en que lo creía todo acabado, esa chica mexicana me tomó de un brazo y me besó en el baño. Aún así, el beso que sentí fue más de resignación que de amor y comprendí que debía hablar con ella o al menos pedir disculpas.
Fue una de las mejores elecciones de mi vida. Pasar unas cuantas semanas conociéndola me hizo entender que el riesgo a perderme dentro de este amor valdría la pena en su totalidad. Tomé valor para aceptar mis sentimientos y también para aceptarme a mí. Es solo amor, no debería ser algo ilegal, solo es eso, amor.
De esta manera, amando a Amelia, con el corazón a rebosar de felicidad, me siento complacida de saber que estoy cumpliendo uno de mis más grandes sueños y no estoy sola.
Sé que no está bien merodear en la habitación de las personas, y también entiendo que la privacidad es importante inclusive estando en una relación, pero, cuando Adeline entró a bañarse no pude evitar leer algo que había escrito en un pequeño cuaderno abierto sobre la cama. Era el texto anterior, me sentí tan feliz de haberlo leído aunque había cosas que yo no sabía de antes. Ella jamás me había comentado de la importancia de sus padres, aunque verdaderamente no la juzgo, tampoco sabe toda mi historia antes de venir a dar en Francia.
Unos segundos después de que terminé de leer el extracto, Adeline apareció con una toalla enrollada en su cuerpo y el cabello mojado. Cuando se percató de lo que tenía en mis manos se sonrojó por primera vez y se abalanzó sobre mí.
-Quest-ce que vous faites?! - ¿Qué haces?
-Rien, amour, c'est très belle. - Nada, amor, es muy lindo.
-Amelia, deja eso ahí.
-Pero es tan lindo, nunca me habías dicho lo que pensabas verdaderamente de mí.
-Solo déjalo, es vergonzoso.
- ¿Te da vergüenza que sepa que me amas y que soy tu primer amor? - Adeline comenzó a ponerse aún más roja de lo que estaba cuando terminé esa oración.
-Amelia, me estoy enojando, regrésame ese cuaderno. - Forcejeamos un poco hasta que logró quitarme su cuadernito y terminamos una encima de la otra.
-Me encanta que te enojes.
Fue lo único que dije antes de ver una pequeña sonrisa dibujada en su rostro, después comenzamos a besarnos. Ella con poca ropa y yo con unas inmensas ganas de tenerla más tiempo cerca de mí, como si quisiera que el mundo pudiera detenerse en ese instante por siempre.
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Francia
RomanceFrancia, una de las naciones más bellas a visitar, su historia, cultura, ritmo de vida, todo es muy placentero allá... Una chica Mexicana toma la decisión más grande de su vida debido a un peligro que se aproxima a ella, volar de su nación o quedar...