Capitulo 11- Un nuevo hogar

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Las clases habían terminado, ya había comido y era hora de preparar las cosas que llevaría a casa de Adeline, es decir, nuestra nueva casa hasta que su exposición pasara. Debo admitir que en ese momento comenzaba a dudar si querría vivir en ese lugar para nada acogedor por las siguientes semanas. ¿Podría hacerlo? ¿Cómo estudiaría con tantas cosas que acomodar a mi alrededor? ¿Sería buena idea? Quería sacarme las dudas de la cabeza. Nada de eso era tan importante como estar con mi Adeline, no había razón para sentirse intimidada por un montón de ropa en el piso, macetas de colores, bastidores por todo el lugar, periódico pegado en los barandales... Sentí escalofríos. ¿Porqué me causaba tanta molestia? No, mejor guardaría las cosas que llevaría para allá. Necesitaba ropa suficiente, mis libros, cepillo de dientes, peine, toalla... Parecía que me iba de viaje. Reí un poco. Mudarme era más emocionante esta vez que sería por decisión propia. Además, no sería por siempre...

Saqué la negatividad de mi cabeza y me paré de puntitas frente al closet para bajar la maleta que había dejado en la parte superior del mismo. Era una azul de plástico enorme. Me la había regalado una persona muy considerada a la que yo no le había tenido nada de consideración en su momento. Aún podía recordar cómo me despedía en el aeropuerto junto con mi madre, parado de frente con una sonrisa minúscula y con un par de lágrimas corriendo junto a su naríz. No sabía si esas lágrimas eran porque me extrañaría o por la otra obvia situación que no valía la pena recordar. Pobre... No le había llamado desde entonces. Aún cuando me ayudó a escapar. ¿Porqué no lo había hecho? Honestamente no lo sabía. Me sentía culpable por no hacerlo, pero no había manera de que tomara el celular y marcara su número. ¿O sí? No, definitivamente no, serían demasiadas emociones para un mismo día. Sabía que le debía una explicación, al menos unas palabras. Era una estúpida. Levanté el portátil y busqué su contacto. Pasé mi dedo sobre el botón para llamar y solté... Lo estaba haciendo. La marcación sonó; una, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho veces. La contestadora respondió; lo sentimos, el número que intenta marcar está apagado o fuera de la zona de servi... Colgué y volví a respirar. Me sentía aliviada de que no hubiese contestado. Lancé el celular a la cama y volví a lo mío. Abrí cajones y saqué varias prendas. Si olvidaba algo solo tendría que volver, así que no me lo pensé mucho y guardé al tanteo las suficientes para al menos un mes. Me quedé mirando la maleta. ¿Qué me faltaba? Repasé en mi cabeza las cosas que necesitaba. Playeras, pantalones, ropa interior, zapatos, calcetines, pijama, sudaderas... Eso era, había olvidado las sudaderas. Mi madre me habría lanzado una chancla si salía destapada con el frío que hacía. Reí de nuevo. Aún con sus exigencias y preocupaciones características de una madre la echaba de menos.

Fui hacia el closet nuevamente y descolgué unas cuantas sudaderas. Una cayó al suelo, la levanté, pero me di cuenta de algo, se había salido de una de las bolsas un pequeño papel. Lo desdoblé y leí lo que venía escrito en él. Lagrimas cayeron de mis ojos... ¿Porqué me perseguía hasta Francia? Probablemente era una nota que olvidé sacar de aquella sudadera luego de cierta fiesta que había terminado medianamente mal, medianamente bien.

No me vuelvas a dejar sola otra vez .

Era lo que se podía leer en aquella nota. Cuantos recuerdos había revivido en mí un solo trozo de papel rotulado. Su letra... Era tan hermosa como siempre, pero se podía ver un un pequeño temblor en la misma. De pronto, la tinta en el mensaje comenzó a correrse... Eran mis lágrimas las que lo borraban. Era una sensación que había logrado eliminar al bloquear un simple contacto en el celular, solo que de alguna manera un pedacito de su esencia me había perseguido por todo el océano Atlántico hasta un continente distinto. La melancolía y tristeza no tardó en volverse enojo, furia, cólera. Miré el mensaje ya borroso y lo rompí en cachitos solo para lanzarlo al bote de basura de mi baño.

FranciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora