Capítulo 15: ¿Recuerdos o tortura?

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Era un día soleado, el pasto verde se alzaba todo alrededor de los enamorados mientras recostados uno a lado del otro platicaban sobre el futuro.

- ¿Y te gustaría quedarte aquí por el resto de tu vida? ¿No te agradaría viajar lejos de este lugar, asentarte y vivir una aventura?

- Andrés, a veces no sé de qué hablas. ¿Irme lejos? ¿Y mi madre? ¿Mi familia? ¿La comida? ¿Qué haría yo en un lugar lejos de aquí? No gracias, no es algo que yo quiera, y si eso es lo que tu deseas te comprometiste con la chica equivocada.

- Ay Amelia, mientras esté contigo no me importa si tengo que estar en estas tierras o en el mar, solo quiero poder adorarte por siempre, solo porfavor, dime que viajaremos en algún momento.

- Solo si prometes que siempre volveremos a este lugar.

- Lo promet... ¿Hermana? ¿Qué haces aquí? Creí que irías con tus amigos, por eso traje a Amelia aquí. - El chico se levanto de golpe con sorpresa.

Una chica peliroja apareció en la escena interrumpiendo las palabras que estaba por pronunciar el joven. Se veía divertida, con ojos pícaros y una sonrisa maquiavélica, causaba una sensación un tanto pesada, pero de algún modo se podía sentir una gran curiosidad ante su presencia.

- ¿Cuándo pensabas decirnos que te habías comprometido, hermano? Es más. ¿Cuándo ibas a presentarme a tu novia? ¿Papás saben de esto? ¿La conocen?

- Sí, papás saben de todo esto y están muy felices de que hayamos decidido compartir nuestra vida. Si no te la había presentado es porque no quería que empezaran los chismes en la familia sabiendo bien que tu no puedes mantener tu boca cerrada nunca.

- ¿Y piensas presentarnos?

- Amelia ella es mi hermana, hermana, Amelia, ya se conocen, ya puedes irte.

La chica se sentó a un lado de Amelia y le tendió la mano.

-Un gusto guapa, me alegra que mi hermano consiguiera a una pareja tan bella como tú.

-El gusto es mío, me alegra saber que tendré una cuñada tan linda.

Las dos chicas estrecharon las manos y se miraron directamente a los ojos durante un par de segundos, Amelia se sonrojó y Ella le dedicó una pequeña sonrisa antes de despedirse y desaparecer por el horizonte ¿Qué era eso que había sucedido? Ninguna de las dos lo sabía, pero de lo que sí estaban seguras era de que por unos breves momentos habían sentido una conexión extrañamente agradable.

Era de día, el despertador sonaba, había tenido ese sueño otra vez. Desde que Ella había llegado a Francia no podía dejar de recordar todos los sucesos que me habían traído hasta aquí. No todos eran malos, había algunos que valía la pena recordar, pero eso no significaba no me causaban un tanto de molestía sabiendo que Adeline no conocía nada de ese pasado. Ya lo había decidido, le diría todo, solo tenía que encontrar el momento preciso para hacerlo, antes de que Ella me dejara mal parada otra vez. Apagué el reloj que seguía sonando incesantemente recordándome que aún había todo un día por delante, debía prepararme para ir a la escuela e idear una manera para tener a mi problema pelirojo a la vista en todo momento. Me quité las sabanas de encima y me estiré para dejar el sueño de un lado y enfocarme en el presente. Miré a un lado para ver a Adeline antes de arreglarme, para mi sorpresa no estaba ahí, supuse que se habría ido a su departamento a trabajar unos cuadros que debía entregar para una exposición que le habían propuesto. Me duché, me vestí y salí hacia la sala esperando ver a Ella en el sillón, pero no estaba ahí. De pronto escuché risas provenientes de la cocina, así que me acerqué pues de cualquier forma debía pasar por algo de comer.

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