CAPITULO 10

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JENNIE.

—¿Esto es todo?—preguntó sin creerlo.

—Si.

—¿Cómo vives así? No puedes estar a jugos dietéticos, Jennie.

—Oh vamos, no empiecen de nuevo—rodé los ojos sentándome sobre la mesada de la cocina.

—Jen, deberías ir al médico.

—¿Qué? No estás hablando en serio.

—Rosé tiene razón, Jen—intervino Irene—vamos, no comes casi nada. Tienes veinte años, eres joven y tienes que tomar unas putas pastillas para obtener vitaminas.

—Sabes que no pudo engordar un gramo, Irene.

—Déjalo.

—Estás bromeando–re— sarcástica. Pero ambas parecían hablar demasiado en serio para mi gusto—No me jodas.

—¡Mírate! ¿Cuánto has bajado en peso? ¿Cuánto estás pesando, Jen?

—No es asunto tuyo, Bae—solté ya comenzando a molestarme.

—Si lo es, lo es porque nos importas. Y se está yendo al caño tu salud por una absurda imagen. Llevas meses comiendo mal y lo peor de todo es que ya ni lo notas, te has acostumbrado. ¿Y sabes? No está en mis planes tener que ir a visitar a mi mejor amiga en unos meses a una clínica porque la tengan que tener entubada. Deja ya de tonterías y tómate un tiempo.

—Irene, sabes que es una de las cosas que más amo, ¿y me estás pidiendo qué renuncie?

—No porque lo quieras significa que te hace bien, Jen.

No podían pedirme aquello.

—Creo que Irene tiene razón. Quizá es mucho estrés, no puedes con todo tu sola, cariño. Estás con la universidad, con la agencia, con la empresa, con Ruby.

—¿Qué pasó con Ruby?—preguntó Irene preocupada.

—Nada—respondió rápido Rosé—a lo que voy, es que tienes muchas cosas en la cabeza y cualquier persona común desbordaría. Quizá si dejas un tiempo la agencia puedas—

—No—negué firme—No pueden pedirme que me baje de los tacones.

—¡Pues mírate!—Bae alzó la voz molesta—¡Mírate joder!—se dirigió a la heladera y la abrió enfadada—¿Esto es normal? ¿Esto?—Levantó una de mis botellas y la lanzó contra el suelo, Rosie solo cerró los ojos por el impacto—¡Carajo Jennie!—golpeó la puerta cerrándola de un portazo.

—Irene, cálmate—habló Rosé tomando la botella del suelo y apoyándola sobre la isla.

—Escúchame Jennie. Ya mismo iremos a hacer las compras. Llenaras esa irónica heladera que tienes para nada y te meterás comida sólida al cuerpo te guste o no. ¿Me estás entendiendo o hablo chino? Porque antes que unas fotos esta tu salud física y mental. ¿Quiénes te engañaron tanto para que creas qué tu cuerpo lo es todo? Vales más que esta basura—ambas se quedaron mirándome, yo seguía callada—¿No hablaras?

—Estás loca.

—¡¿Loca?! ¡¿Yo?!—golpeó la pared. Rosé se le acercó y la tomó del hombro masajeando aquella zona—¡Rosé dile algo! ¡Me hace ver como la exagerada!

—Jen, escúchame—se dirigió a mi en tono suave—Sabes que Irene tiene razón. Vamos, no puedes vivir a pastillas y jugos. No es sano, y ahora estás bien, pero llegará un punto que colapsaras y somos tus amigas.

—¿Amigas? ¿Qué amigas? ¡Somos su familia! Esta idiota que ahora está muda es mi hermana.

—Mírame Jen, mírala. ¿Acaso crees qué estaría así si no le importaras? No me mal entiendas, no digo que tú no puedas con todo. Me refiero a que sos de carne y hueso, y necesitas las cosas básicas como cualquier humano. Dormir bien y comer. Y se que esto no es por la agencia.

BLOOMING                                              Donde viven las historias. Descúbrelo ahora