CAPITULO 28

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LISA.

Y se fue con él, dejándome con la puta palabra en la boca.

Jennie tenía algo de mí que nadie más tenía y era mi jodida paciencia. Aunque parecía ser que no era consciente de eso, pero esa era la verdad.

La forma en la que ella me hablaba o como me imponía su carácter me descolocaba porque ninguna otra chica se había atrevido siquiera a ignorarme. No le permitía a ninguna que me dejara plantada de esa manera ni mucho menos que me insultara o hablara como lo hacía Jennie.

Todas me conocían y sabían lo que podía pasarles si se creían prepotentes hacía mi pero todavía Jennie pretendía no saberlo; de hecho, no parecía si quiera importarle.

Aún no me conocía cabreada.

Solté aire viendo cómo se había esfumado y relamí mis labios.

Todavía conservaba su sabor  y me encantaba.

Salí de la cocina y pase entre el bulto de gente yendo nuevamente hacia el sofá. Pero la mayoría ya estaban bailando, solo seguían sentadas Jisoo, Harai y RM, que andaba derramando baba por un chico que no paraba de mirarlo desde la otra punta.

—¡Por favor!—protestó Harai—¿puedes levantarte e ir a comértelo de una maldita vez?

—¿Qué?—preguntó RM sin parar de mirar al otro.

—Qué muevas el culo y vayas. Joder, parecen una novela turca de tanto drama que están haciendo entre miraditas—se molestó bebiendo una copa llena de alcohol.

Pero no eran los únicos que estaban así.

Jisoo obvio también lo estaba, de solo verla a mi amiga embobada por Rosé bailando en la pista hacia que me dieran ganas de joderla pero yo era la menos indicada.

—Manoban, ¿qué mierda haces aquí sentada?—preguntó Momo dejando la copa y prendiendo un cigarro—¿Por qué Ken está allí bailando con tu Barbie?

—Porque ella es libre y puede hacer lo que se le canta—solté como si nada diciendo la teoría de memoria.

Pero mierda que costaba la práctica.

De la teoría a la práctica había una diferencia abismal. Siempre.

Aunque en parte no mentía.

Jennie podía hacer lo que se le diera la gana que a mí me tenía sin cuidado. Jamás me importó ni me interesó nadie como para andar cuidándolo y demás.

No soy madre ni niñera de ninguna niña.

Y si ella quería bailar con el, me daba exactamente igual. Cada uno se caga la vida como quiere y todo es válido.

Porque, el que esté libre de pecados que arroje la primera piedra, ¿no?

Quedé mirando el centro de la sala, ví como ella se movía bajo las tenues luces que la cubrían completa, como se movía para él; su cuerpo danzaba al compás de la música por si solo, con movimientos suaves, sexys y bien marcados.

Funcional, limpio y sencillo. Cómo a mi me gustaba.

Era una exquisita obra de arte.
Como sus mejillas se acaloraban y un pequeño rastro de sudor se hacía presente por el comienzo de su frente. Sus ojos cada tanto se cerraban y su boca se entreabría; y era en esos pequeños lapsos de tiempo donde tenía que cerrar los labios para contener el humo que salía de mi boca y no verla.

Jamás la había visto bailar y creo que hubiera preferido seguir sin hacerlo.

Los malditos sueños que iba a tener desde ahora iban a hacer que despertase empapada de imaginarla bailándome así por las noches.

BLOOMING                                              Donde viven las historias. Descúbrelo ahora