Capítulo 1

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Suena el despertador con la misma melodía odiosa de todas las mañanas. Ya es la hora de ir al instituto y me parece como si acabara de dormirme ahora mismo... Pero no. Ya son las siete de la mañana... y si no me doy prisa, jamás llegaré a tiempo. Estiro un poco el brazo hasta llegar al aparato del demonio y apago la alarma de un golpe seco. Tras un suspiro profundo, como si quisiera expulsar con él todo el cansancio que llevo cargando a mi espalda, consigo sentarme en mi cama. Me froto los ojos tratando de despejar la vista, pero las ganas de seguir durmiendo parece que se han fusionado conmigo. Unos segundos más tarde, me echo a un lado y acabo por bajarme de la cama, poniéndome en pie. Alzo los brazos hacia arriba y me estiro para espabilarme de una vez, y así, echo a andar hasta salir de mi habitación. Para variar un poco, mis padres no están... Vuelven a haberse ido de viaje, y siempre me dejan completamente solo. En serio. ¿Es de padres responsables irse a otro país a celebrar a saber qué fecha importante para ellos y dejar a un adolescente de quince años en una casa, solo, durante dos semanas enteras? A veces incluso más. Aunque, de todos modos, supongo que el instinto de supervivencia me puede y acabo acostumbrándome a esto... Sin más espera, bajo a la cocina rápidamente para ponerme a desayunar.

Tras haberme puesto el uniforme del instituto, peinado y preparado la maleta, salgo de mi casa, cerrando la puerta con llave, como es obvio. Hoy tengo entrenamiento con el club de atletismo, así que no volveré a casa hasta tarde... Saco mi móvil y miro la hora. Las ocho menos cinco. ¡Mierda! Lo guardo en el bolsillo y agarro con fuerza la maleta para echar a correr hacia el instituto. No puedo llegar tarde. Gracias a mi velocidad, bastante notable y por la que muchos compañeros del club me envidian, llego a la puerta en un abrir y cerrar de ojos, pero en cuanto giro para entrar por esta, choco con alguien y me caigo al suelo, quedando sentado en este. Me llevo una mano a la cadera y la acaricio un poco, pues el golpe que me he llevado no ha sido pequeño precisamente...

-Lo siento mucho... No miraba por dónde iba... –Me disculpo sin esperar ni un segundo, sin haberme levantado siquiera. En seguida, veo una mano extendida hacia mí, por lo que miro a la persona que me ofrece su ayuda. Un chico mayor que yo, castaño, con una curiosa bandana naranja en la cabeza y una sonrisa radiante. Lleva un “peinado-despeinado” que me llama la atención, y la ropa deportiva le sienta de maravilla. Qué envidia... ojalá yo pudiera ser la mitad que él...

-No, la culpa es mía por ir distraído. Debería saber que a esta hora pueden llegar los alumnos más rezagados –dice con total naturalidad. Tomo su mano aceptando su ayuda y me levanto del suelo, sacudiéndome el uniforme-. ¿Estás bien? ¿Te has hecho daño?

-No. No se preocupe, estoy bien –respondo formalmente, pues como mínimo tiene que ser mi senpai, si no un profesor incluso. En ese momento, suena el timbre de inicio de clases-. ¡Ah! ¡No! ¡Lo siento mucho, de verdad! ¡Siento el encontronazo! ¡Pero tengo que irme ahora! –Rodeo al chico y echo a correr rápidamente hacia la las escaleras en dirección a las aulas. El día no ha podido empezar con peor pie...

En la hora del almuerzo, todos mis compañeros se quedan en el aula a tomar sus bentos, pero a mí no me gusta pasar mucho tiempo en el mismo sitio, así que salgo del aula con mi comida en mano y, con disimulo, me dirijo hacia las escaleras para subir hacia la azotea. Estar allí durante el almuerzo está prohibido, nadie sabe por qué, pero a mí aún no me han pillado, así que sigo yendo. Abro la puerta silenciosamente y salgo por ella, observando que no hay nadie allí, para variar. Camino un poco para alejarme de la puerta tras cerrarla y me siento mirando a las rejas. Me gusta observar a mis compañeros de otros clubes deportivos en sus entrenamientos a esta hora. ¿No almuerzan, o es que ya lo han hecho? Supongo que no tendrán clases por la tarde y se pueden permitir el lujo de pasarlo bien... Me encantaría tener esa suerte. Abro mi bento y empiezo a comer. Me lo he preparado yo, como siempre. Tres onigiris, tamagoyaki y un pequeño anpan. No es que la cocina sea mi fuerte, pero puedo sobrevivir. Cojo el primer onigiri y le doy un bocado. Al menos hoy no es semejante a la plastilina y puedo comerlo... Normalmente, con las prisas, siempre hago algo mal.

-¿No sabes que no se puede estar aquí a esta hora? –Oigo una voz masculina a mi espalda, por lo que doy un respingo y me atraganto con el arroz. Tengo que darme un par de golpes en el pecho y toser un poco antes de dejar el bento a un lado y darme la vuelta para disculparme.

-¡L-lo siento mucho! ¡Ahora mismo me iré! –Exclamo tartamudeando un poco sin alzar la vista al profesor que ha aparecido, haciendo una pequeña reverencia. Acto seguido, escucho una pequeña risa.

-Vaya, ¿solo sabes pedir disculpas? Es la segunda vez que te escucho decirme “lo siento” en un mismo día.

Un momento... Esa voz... Alzo la mirada hacia aquella persona y, efectivamente, es el chico de esta mañana, mirándome con esa sonrisa suya. Suspiro aliviado y apoyo la espalda en la reja algo más calmado.

-Me ha asustado... No esperaba a nadie aquí... –Le explico antes de coger el bento de nuevo. El chico se acerca a mí y se sienta a mi lado, por lo que me da a entender que no es ningún profesor. Pero nunca le había visto antes... ¿Un alumno nuevo, quizás? Se ríe un poco mientras se rasca la nuca antes de hablar.

-Lo siento, no era mi intención que te atragantaras. Solo quería que dieras un pequeño salto –comenta a la vez que saca su bento de comida-. ¿Siempre almuerzas aquí?

-Así es. Odio estar en el aula todo el rato. Necesito aire... y aquí es donde mejor estoy. Aunque, como me pillen... –Dejo la frase en el aire, pues supongo que el castaño habrá entendido lo que le seguía.

-Ya veo... ¿Y no te sientes solo? ¿No te acompaña nadie nunca? –Pregunta cogiendo sus palillos y comenzando a comer el arroz que ha traído.

-A veces sí que es un poco solitario, pero me he acostumbrado. No a muchos les gusta correr riesgos.

-Ya veo...

El silencio invade nuestra pequeña reunión, pues ambos comenzamos a comer y parece que tenemos hambre. Tras unos minutos, cuando ya casi he acabado mi bento, el chico decide abrir la boca.

-Pues a partir de ahora vendré aquí también. ¿Te parece bien? Así no estarás solo.

Me mira y me sonríe, y yo le devuelvo la mirada algo perplejo. ¿Eso era una oferta? Me quedo en silencio, pensando en la respuesta, pero lo que iba a decir estaba claro.

-Puede hacer lo que quiera. No soy quién para decirle dónde debe comer.

-Entonces, decidido. Nos veremos a la hora del almuerzo, entonces –me dedica una sonrisa de las suyas, algo más amplia, pero entonces alza la vista un poco previamente a mirarme de nuevo-. ¡Ah! Me llamo Endou. Endou Mamoru. ¿Y tú?

-Kazemaru Ichirouta. Un placer, Endou-san –me presento con una pequeña sonrisa, extendiendo la mano hacia él. Endou me la estrecha y se ríe suavemente.

-Por favor, deja las formalidades. Llámame solo Endou, y deja de tratarme de usted. No soy tan mayor.

-¿Está seguro? Quiero decir... es mi senpai... ¿no?

-Sí... –Se rasca la nuca algo pensativo, pero en seguida vuelve a su sonrisa, que ya se me ha hecho habitual en él-. Pero, ¿qué más da? Puedes hablarme de forma casual. Lo prefiero.

Me quedo unos segundos en silencio, pensando en lo que responderle. ¿Seguro que puedo tratarle así...? Finalmente, acabo suspirando, mirándole a los ojos.

-Está bien, Endou...

Pero antes de poder seguir hablando, suena el timbre que indica el final de la hora del almuerzo, así que me levanto de un salto con mi bento en mano.

-Bueno, ha sido una conversación entretenida, pero debo irme si no quiero quedarme castigado de por vida por llegar tarde. Nos vemos –me despido antes de salir corriendo hacia la puerta, abriéndola rápidamente y bajando por las escaleras.

-¡Hasta pronto, Kazemaru! –Oigo gritar a Endou antes de que se cerrara la puerta. Qué chico tan extraño, y a la vez interesante...

Inazuma Eleven FanFiction - Amor... ¿imposible? [EnKaze]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora