Desperté temprano, quisiera decir que fue a causa del la luz solar que se filtraba por las mañanas, pero la razón de mi desvelo estaba lejos de ser eso. Quise abandonar el mundo de los sueños para contemplar con vehemencia y largo rato a la chica que dormía plácidamente en mis brazos.
Por supuesto que dormirme abrazado a ella la noche anterior no fue un acto inconsciente, fue totalmente planeado, esperaba que me hubiera dado una patada o algo por el estilo, pero pra mi sorpresa Alex se quedó quieta aceptando mi abrazo.
Ahora estaba frente a mí, dormida, mostrando sus largas y espesas pestañas, con el cabello regado por la almohada y la boca ligeramente abierta, cosa que me parecía sumamente tierna. Verla así de tranquila era impresionante, pues nadie podría imaginar que el ángel que dormía a mi lado era la misma persona que constantemente me sacaba de quicio. Ya no parecía un demonio con sonrisa coqueta y actitud descarada.
Alex me pareció hermosa desde que la vi, algo me atraía hacia ella, la sentía de pronto familiar aunque sabía que eso era imposible. Suspiré tratando de contener las ganas que tenía de quitarle un mechón de cabello que caía sobre su rostro, solté una risita baja al verla babear sobre la almohada, tomé mi celular del buró con cuidado y le saqué varias fotos así, debía aprovechar, luego la molestaría con ellas.
Traté de separarme de ella, pero la rubia se aferró más a mí como si fuera su osito de peluche personal, si seguía así, me dejaría sin pulmones. Con cuidado me deshice de su agarre y coloqué en mi lugar una almohada a la que Alex se aferró de inmediato, parecía changuito.
Me di un baño rápido y bajé a la cocina, donde mamá se encontraba preparando bastante comida, pues en un rato llegarían mi hermana y su esposo, además, mis padres invitaron a más integrantes de nuestra familia a un desayuno para recibir a Laura y conocer a Alex. Mi familia en serio no de tomaba nada a la ligera, temía dentro de mí que la rubia que descansaba en mi habitación se asustara o volviera a vomitar ante la presión de conocer a toda la familia.
-¿Y Alex?-preguntó mi madre.
-Sigue durmiendo, ¿quiere que la despierte?
-No se preocupe, voy yo a despertarla-dijo sonriendo. Mamá desapareció de la cocina rumbo a las escaleras.
En pocos minutos, mi madre bajaba las escaleras sonriendo.
-Va a darse un baño y después baja-avisó.
-Chévere.
Decidí ir al estudio de la casa, donde como siempre, cada mañana se encontraba mi papá leyendo el periódico en el sillón grande. De inmediato, en cuanto me vio, nos enfrascamos en una plática del partido de fútbol que vimos la noche anterior.