Prólogo

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"𝙔 𝙚𝙨𝙘𝙧𝙞𝙗𝙞𝙧é 𝙪𝙣 𝙛𝙞𝙣𝙖𝙡
𝘿𝙤𝙣𝙙𝙚 𝙮𝙤 𝙣𝙤 𝙢𝙚 𝙥𝙖𝙧𝙖𝙡𝙞𝙯𝙤 𝙖𝙡 𝙫𝙚𝙧𝙩𝙚
𝘿𝙤𝙣𝙙𝙚 𝙩ú 𝙣𝙤 𝙩𝙚 𝙫𝙖𝙨"
Causa perdida, Morat.

En la vida hay momentos que nos marcan, hay decisiones que uno debe tomar y a veces, ellas nos toman a nosotros. Conocerla a ella fue como recibir una bofetada, una que dejó una marca para siempre. Fue ese día en que me di cuenta que sus ojos verdosos y la sonrisilla coqueta me seguirían por el resto de mi vida, quizá el destino me envió un millón de señales del porqué aquello no funcionaría, sin embargo, decidí ignorarlas todas.

Alguna vez leí que en la vida teníamos tres amores; el primero, que arrasa con todo, que marca un antes y un después, aquel que aunque es intenso, también es inmaduro y no puede sostenerse por mucho tiempo; el segundo, que te enseña a recomponerte del primero, que te devuelve la esperanza y el tercero, el que es el amor para tu vida, el que es mucho más maduro y duradero. Yo sentía en mi interior que aquella chica era todos esos tres en uno solo. Alex fue como un maremoto en mis pacificas aguas, una dulce sacudida que no sabía que necesitaba. La rosas nunca florecieron como al conocerla. 

Enamorarse de ella fue como aventarse de un avión sin paracaídas, como subirse a una montaña rusa con la sensación de vértigo picando en cada poro de tu piel. Amarla fue como conducir en un callejón sin salida, con la certeza de que en cualquier momento te estrellarías contra la pared. 

Fuimos tan jóvenes para saberlo todo, pensé que estaríamos juntos siempre, pero lo nuestro estaba destinado a terminar y a ser tan fugaz que las estrellas pudieron pedir deseos mientras nos veían acercarnos al vacío, pero lejos estábamos de conceder buenas cosas. Era increíble lo raro que era el destino a veces.

Aún sabiendo que en la vida lo único seguro que teníamos era el cambio, los dos nos atrevimos a jurar que sería para siempre. Mi corazón me repetía mil veces que Alex sería la causa perdida por la que navegaría toda la vida, los dos nadamos en un mismo acuario, siempre pondría en pausa mi corazón porque ella volvía eternamente y estaba seguro que esa sensación nunca acabaría y aunque estuviéramos separados, no sería la última vez

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la última vez | j.p. villamilDonde viven las historias. Descúbrelo ahora