xiii.

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Los días de diciembre estaban corriendo con demasiada rapidez

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Los días de diciembre estaban corriendo con demasiada rapidez. Estábamos a finales de mes empacando algo de ropa en bolsas de viaje porque antes de despedir el año, los demás planearon una salida a acampar a algún lado de Bogotá.
Juan Pablo me prestó amablemente (me aventó en la cara) una de sus chaquetas más abrigadoras porque yo no llevaba una de esas conmigo. Estábamos empacando todo a prisa porque perdimos el día en estupideces.

Subimos el equipaje al automóvil junto a algunos sacos de dormir y una tienda de acampar. Nos despedimos de la familia de Villa y de nuestro gato, luego ambos subimos al vehículo.

—¿Seguro que sabes a dónde vamos?—le pregunté al chico a mi lado luego de unos minutos.

—Que sí—respondió hastiado y me reí.

Villamil manejó alrededor de 30 minutos en los cuales yo me dediqué a dormir y despertar de vez en cuando para preguntarle si ya habíamos llegado. En cualquier momento seguramente Juan Pablo tenía ganas de parar el auto y bajarme.

—¿Ya lleg...?

—¡YA!—respondió con un gruñido.

—No te enojes, ojitos—le dije apretando una de sus mejillas.

—Ya, suelta—me dio un manotazo.

El lugar donde decidieron acampar era el Parque Natural de Chicaque. Mientras Villa manejaba por el sendero, de verdad era un lugar muy lindo, lleno de vegetación y ¿niebla?

Cuando el castaño a mi lado estacionó el auto, me di cuenta que a pocos metros ya se encontraban nuestros amigos con casi todo armado. En el lugar había cabañas, pero a ellos les pareció mejor la idea de sufrir hipotermia en una casa de acampar.

—¡Al fin llegan!—dijo Simón alzando los brazos.

—Sí, llegamos bien, Moncho, gracias por preocuparse—dijo Villa con ironía.

—Weón, quedamos de vernos aquí desde hace dos horas—se quejó Isaza.

—Bueno, a alguien se le olvidó poner la alarma—dijo Villa mirándome de reojo.

—Sí, pero a alguien también se le olvidó empacar su bolso y estaba como tarado echando ropa a último minuto—me defendí.

—Ya, pero a alguien se le olvidó buscar desde ayer los sacos de dormir y tuvimos que buscarlos hoy entre todo lo que había en el...

—Ya entendimos—interrumpió Laura.

—Jamás le encarguen algo importante a estos dos, porque se les va a olvidar—se burló Isaza.

—Imagínense si llegan a tener un hijo... se les olvida la criatura—dijo Nath de igual manera.

—Nunca se me olvidaría nuestro hijo—respondimos al unísono Villa y yo y luego nos vimos raro.

la última vez | j.p. villamilDonde viven las historias. Descúbrelo ahora