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"¿𝘊𝘶á𝘯𝘵𝘢𝘴 𝘷𝘦𝘤𝘦𝘴 𝘵𝘦𝘯𝘨𝘰 𝘲𝘶𝘦 𝘥𝘪𝘴𝘪𝘮𝘶𝘭𝘢𝘳?𝘌𝘴𝘤𝘰𝘯𝘥𝘦𝘳 𝘭𝘢 𝘳𝘦𝘢𝘭𝘪𝘥𝘢𝘥 𝘮𝘪𝘦𝘯𝘵𝘳𝘢𝘴 𝘮𝘶𝘦𝘳𝘰 𝘱𝘰𝘳 𝘵𝘦𝘯𝘦𝘳𝘵𝘦"-Dejarte de amar, Dulce María

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"¿𝘊𝘶á𝘯𝘵𝘢𝘴 𝘷𝘦𝘤𝘦𝘴 𝘵𝘦𝘯𝘨𝘰 𝘲𝘶𝘦 𝘥𝘪𝘴𝘪𝘮𝘶𝘭𝘢𝘳?
𝘌𝘴𝘤𝘰𝘯𝘥𝘦𝘳 𝘭𝘢 𝘳𝘦𝘢𝘭𝘪𝘥𝘢𝘥 𝘮𝘪𝘦𝘯𝘵𝘳𝘢𝘴 𝘮𝘶𝘦𝘳𝘰 𝘱𝘰𝘳 𝘵𝘦𝘯𝘦𝘳𝘵𝘦"
-Dejarte de amar, Dulce María

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La mañana del sábado se encontraba llena de nubarrones que prometían una tormenta torrencial, por lo que las últimas horas que les quedaban a los chicos antes de regresar a Colombia, Villa y yo la pasamos en el hotel donde estaban hospedados.
Los demás decidieron salir pese al clima y a la lluvia que se avecinaba.

Villamil sacó de su maleta un Twister, me sorprendió que cargara con eso, pero alegó que solían empacar a veces juegos de mesa para no aburrirse en las giras.

-No creo que sea buena idea-le dije cuando me propuso jugar-. Soy un poco torpe y seguro termino fracturandome algo.

-Yo tampoco soy muy coordinado, pero jamás he sufrido algún accidente jugando a esto-dijo-. Será divertido-me miró con ojos de cachorro y accedí.

-No tenemos un árbitro que gire la ruleta.

-Ese no es problema.

Villa desplegó el tapete, ambos nos quitamos los zapatos y nos colocamos en los extremos. Él giró la ruleta.

-Pie derecho, verde-dijo y ambos seguimos la instrucción-. Mano izquierda, rojo-volvió a decir luego de girar la ruleta.

-Siento que en cualquier momento me voy a ir de bruces-admití y él rió.

-Pie derecho, rojo-dijo después de girar la ruleta.

Seguimos jugando un rato más hasta que llegó el punto en el que nos encontramos más cerca el uno del otro y con posiciones complicadas.

-Pie izquierdo, azul.

-¿Qué?, ¿cómo voy a pasar el pie? Me voy a caer-me quejé, Villa se las ingenió para hacerlo sin problema.

-No tenemos toda la tarde-me molestó él viendo que aún estaba tanteando como pasar mi pie al círculo azul.

Traté de pasar el pie por encima de Villa, sin embargo, no me apoyé bien de las manos y terminé perdiendo el equilibrio, cayendome encima de él.
Juan Pablo soltó una carcajada.

-Perdiste-dijo riendo y bufé.

Cuando paró de reír ambos nos dimos cuenta la cercanía que había entre los dos, podía ver sus bonitos ojos y el color tan raro que tenían. Me di cuenta que su vista inspeccionó cada centímetro de mi rostro y se detuvo en mi boca. Me pregunté si sería prudente besarlo, quería hacerlo, pero no tenía idea de si él lo correspondería. Después de tanto tiempo, estaba dudando de hacer algo como aquello, porque ojitos bonitos no era para nada como todos los demás hombres que pasaron por mi vida.

la última vez | j.p. villamilDonde viven las historias. Descúbrelo ahora