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Terminé de alisar mi cabello justo en el momento en el que Villa volvió a entrar a la habitación, ya cambiado con un suéter negro, jeans gastados y botas

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Terminé de alisar mi cabello justo en el momento en el que Villa volvió a entrar a la habitación, ya cambiado con un suéter negro, jeans gastados y botas.

—¿Estás lista?

—Sí—respondí sonriéndole.

Salimos de la habitación, pero antes de que pudiera bajar los escalones, Villa me sorprendió nuevamente cargándome en sus brazos.

—Oye, si puedo caminar—le dije.

—El médico dijo que debías reposar mucho y con lo torpe que eres seguro terminas enrredándote con tus propios pies y te esguinzas el otro pie—dijo burlón.

—¡Oye!—me hice la indignada y le di un golpecito en el pecho—. Aunque tienes razón, soy poquito torpe.

—Poquito—murmuró riendo.

En la planta baja, Villa me bajó. Nos despedimos de Mauricio y Laura, prometiendo volver temprano y asegurándole a Laura que Juan Pablo me cuidaría bien. Caminamos hasta la salida, en todo momento Juan Pablo estuvo atento de mis movimientos, seguro esperando que me tropezara con mi pie y la bota ortopédica.
Villa se aseguró de tener los regalos de nuestros amigos en la cajuela y después partimos hasta el bar en donde quedamos de vernos.

Nuevamente, Juan Pablo me ayudó a bajar y con cuidado nos abrimos paso hasta la mesa que reservaron los demás. Al parecer éramos los únicos que faltaban.

Nath me saludó con emoción en cuanto me vio, aunque un poco brusca, porque con su abrazo y efusividad casi me caigo para atrás.

—No me la maltrate, Nathalia—dijo Villa en broma.

—Pero si es nuestra lisiada favorita—dijo Isaza dándome un gran abrazo que casi me asfixia.

—Bueno Alex, ¿a usted le gusta meter la pata?—bromeó Simón.

—Pésimo chiste, Moncho—respondió divertido Villamil.

—¡Alex, ahora usted está cogida por culpa de Villa!—exclamó Martín llamando la atención de algunos comensales y provocando la risa de Isaza.

—Coja, idiota, coja—dijo Villamil.

Después de un par de bromas más acerca de mi pie y mi torpeza, por fin nos presentaron a mi y a Laura, la novia de Martín. La chica era simpática y tierna, como su novio, de inmediato nos caímos bien.
Uno de los meseros nos trajo la carta para ordenar bebidas y algunos snacks. Todos coincidimos en pedir alitas de pollo, dedos de queso y cerveza, a excepción de mi por los medicamentos que estaba tomando.

—Bueno, empiezo yo—dijo Simón llamando nuestra atención—. Me tocó regalarle a una persona que tiene una perrita y...

—Soy yo—le interrumpió Isaza y los demás reímos.

Simón rodó los ojos y con una sonrisa abrazó a Isaza para después darle una bolsa de regalo con baby Yoda enfrente. Nuestro amigo abrió la bolsa y sonrió enorme.

la última vez | j.p. villamilDonde viven las historias. Descúbrelo ahora