xviii.

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JUAN PABLO

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JUAN PABLO

—¿Me está diciendo que su brillante plan de conquista es provocarle celos a Alex?—preguntó Simón, a lo que asentí con la cabeza—, ¿por qué no simplemente le dice?

—Seamos sinceros, esa rubia no va a admitirlo ni aunque le paguen—habló esta vez Isaza luego de beber de su café—. Es la mejor idea y se me ocurrió a mí—presumió orgulloso.

—Es una idea estúpida—dijo Simón acomodando sus gafas en el puente de su nariz—. Solo a usted se le ocurre pedirle consejos de ligue al soltero del grupo, sin ofender—miró a Isaza con disculpa.

—Qué poca fé me tiene, Moncho. Eso va a funcionar. Igual ya cuadramos todo con Yatra, y, ¿adivine qué?—sonrió el castaño—. La rubia loca ya confesó, solo falta que se lo diga a Villa y Villa se lo diga a ella.

—¿Cómo que confesó?—preguntó Martín.

—Sí. Hace unos días que Yatra y yo planeamos esto.

—¿Ahora la hace de cupido?—preguntó Simón.

—Déjeme, además, ahora mismo con el único romance que prefiero lidiar es con el ajeno—se excusó nuestro amigo—. Como decía, Yatra y yo planeamos eso, él me aseguró que darle celos a Alex sería la mejor estrategia para que confiese y mire, funcionó. Ya le confesó a Yatra que también le gusta Villa.

—¿Y Yatra se los dijo a ustedes dos?

—Sí—afirmé sonriendo sin importarme que tal vez me viera como bobo.

—Yatra es un chismoso de lo peor—dijo Simón—. Y su plan me sigue pareciendo una tontería. Se les va a salir de control.

—Tenganos fe—dijo Isaza guiñando un ojo.

Sabía que probablemente nuestro plan era el peor de todos, pero no se me ocurría nada mejor, además, Yatra me aseguró que si esperaba que Alex me lo confesara, mejor me buscara una silla para no cansarme de esperar de pie.

Claro está que mi plan también consistía en seguir conociéndola más e irme con cuidado porque sabía que Alex era como un mar profundo en el que ningún buzo con dos dedos de lógica se lanzaría a explorar, pero creía que valía la pena hacerlo. Si no funcionaba, al menos podría decir que me aventuré a hacerlo.
Sabía por Sebastián que Alex estaba demasiado renuente a creer en el amor, aunque no sabía los motivos del porqué, podía comprenderla y ciertamente no le haría creer que el amor era una cosa mágica como Disney, porque bien sabía que distaba de serlo.

A veces romantizamos tanto el amor que se nos olvida que esa fuente poderosa no es como en los cuentos de hadas. El amor es seguir con la conquista día a día aún cuando a tu princesa le encajó a la medida la zapatilla, es seguir escalando la torre aunque Rapunzel ya no sea una prisionera y es saber respetar que no todas las princesas necesitan ser salvadas. Me quedaba claro que Alex bien podría no ser una princesa, sino una heroína que constantemente se salvaba a sí misma sin necesidad de que un idiota con complejos de príncipe llegara a ayudarle.

la última vez | j.p. villamilDonde viven las historias. Descúbrelo ahora