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Lyra observó el bosque a su alrededor. Los arboles eran altos y casi no se podían ver las copas; con hojas verdes oscuro, que le hacían cosquillas cuando pasaba la mano por ellas.
Habían pasado 8 años desde que habían derrotado al Emperador, desde que su hermano y su madre se habían ido. Lyra creó una nueva Academia Jedi con la ayuda de Poe y Finn, como la que había tenido una vez su tío, Luke Skywalker. Por muchos lugares de la galaxia, ya se corría la voz de la escuela, donde jóvenes sensibles a la fuerza podían asistir. Poe había colaborado con esto mientras viajaba, hasta que Leia, su hija, cumplió 4 años.
Se habían instalado en el planeta, que no tardó en llenarse de niños, algunos que venían con sus familias y otros que habían buscado ellos mismos.
Lyra se había dado cuenta que la naturaleza era un buen lugar para que los niños se conectaran con la fuerza, por lo que algunas clases eran en el exterior, a unos metros de la entrada de la Academia.
Cuando llegó a la parte que buscaba, un rincón donde solo había pasto junto a un lago, sus alumnos ya se encontraban allí. Era un grupo de 10 y habían de todas las edades, en un rango de 9 a 11 años.
Los niños se sentaron sobre el pasto y cruzaron las piernas, comenzando la meditación que les indicó Lyra.
—Concéntrense, dejen que la fuerza los guíe.
Unas horas más tarde, cuando los chicos volvieron a sus habitaciones, Lyra escuchó un ruido entre unos arbustos
—Leia, sé que estás ahí.
Su hija de 7 años sacó la cabeza entre los arbustos y lanzó un chillido.
—¿Cómo sabías que estaba allí?—inquirió ella mientras se quitaba unas ramas de la cabeza. Lyra se acercó a ella y le quitó las últimas.
—Sentí tu presencia cuando llegué.
—¿Y por qué no dijiste nada?
—Porque sabía que no querrías irte y volverías mañana—respondió su madre—¿Vas a decirme porque estabas escondida?
La niña miró hacia a un lado.
—Quería ver la clase, no puedo observarlas en la sala de entrenamiento—explicó ella—¿Cuando voy a poder comenzar?
Entraron a la Academia mientras Leía trataba de convencer a Lyra de que la dejara empezar su entrenamiento, enumerando muchas razones por las cuales debía hacerlo.
Poe llegó a los pocos minutos con Ben en brazos, el hermano menor de Leia, de 1 año.
—¿Por qué esas caras?—preguntó él sonriendo.
—Tu hija es muy testaruda—contestó su esposa
—¿A quién habrá salido? ¡Ay!
—¡Papá, dile a mamá que me deje comenzar!—suplicó Leia tirándole de la camisa.
