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Octavo Capítulo.
Un final o un nuevo capítulo.

Nathaniel.

—PUBEEEEERTAA —grité mientras me quitaba los zapatos de forma rápida, al igual que la chaqueta y la camisa—. TIENES DIEZ MINUTOS PARA PONERTE PRESENTABLE, DIEZ MINUTOS.

Solte un quejido al darme cuenta que, como era de esperarse, fuí ignorado por mi dulce hermana. Subí rápidamente las escaleras e irrumpí en su habitación, cosa que hizo que se sobresaltara.

—Diez minutos, chocolate caliente en casa de Mackie —al solo mencionar “Mackie” y “Chocolate” ya había cautivado su atención—. Créeme que si no vas mucho mejor pero tengo que cumplir con invitarte, enana.

Pire a mi habitación sin siquiera darle oportunidad a responder y cambie mi ropa húmeda por fresca limpia. Y se lo que estarán pensando, “este muchacho es simp” pero no, solo quiero chocolate caliente después de un día lluvioso con una chica inefable de momentos inefables, que prepara tequeños inefables.

Ya saliendo de mi habitación le envié un mensaje a mi madre de que estaría con la vecina Backend y que llevaría a Stacey conmigo, a lo cuál solo respondió un pulgar arriba; seco, indiferente y friolento.

Después preguntaban el por qué casi ni utilizo mi celular.

—¿Ya estás lista?

—Wow Nathaniel, no tenías que echarte todo el recipiente de colonia —responde al verme parado frente a su puerta, mientras "arreglaba" el desastre en su cama, hasta que extornuda.

Pero les digo que de verdad no me eche tanta colonia, sólo esta exagerando.

Al conseguir su teléfono (que era lo que aparentemente estaba buscando) me adelanta el paso y sale apresurada por la puerta principal hasta la entrada de la casa de Mackie y me da unos escasos y frenéticos segundos para asegurar nuestra casa. Así que ahora estamos a punto de entrar a la cueva de nuestra querida Mackenzie Backend.

Stacey toca el timbre una vez y espera moviendo el pie mientras canta:

—Dindon dindon dindon —y al terminar tres cantos vuelve a tocar el timbre, pero justo antes de tocarlo de nuevo pasa...

—Esos fueron cinco minutos, no diez —sonríe el tomate mientras nos invita a pasar.

La enana puberta y mi persona cruzaron el umbral; todo era de color barniz, y en cuadros habían fotos familiares de más de 9 años. La cocina y el comedor eran perfectamente visibles desde la entrada, y la casa era con un diseño en madera minimalista.

—Mis padres no estan, y tampoco es probable que lleguen pronto, o tal vez sí. La verdad no se, solo espero que no hayan traído estupefacientes con ustedes porque en ese caso se pueden considerar carne de hamburguesa —se detiene justo al frente de una mesa de cristal rodeada por los muebles, que quedaba de frente a una gran pantalla, dándose la vuelta—. Y este es el lugar del ruedo, en donde Stie puede buscar y bailar todas las coreografías que quiera.

Stacey estaba a punto de entrar en shock, tanto por tratar de adivinar que es algo estupefaciente tanto por la noticia recién dada.

—Eso significa queeee —se queda mirando entre el televisor, la mesa de vibrio y el control— ¿puedo mover esta mesa, verdad?

Mackie se rió y me señalo con un dedo la mesa y una esquina de la sala. Obviamente yo debía moverla con mis flacuchos músculos, ¿para que más estaría aquí sino para ser esclavo de mi hermana y mi vecina pelirroja? Así que desistiendo al destino, sujeté los dos extremos de la pequeña mesa y la llevé al lugar que indicó el tomático, mientras ellas buscaban todo.

Memorias de un ayer y de un por venirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora