вokυ no нιro ▪ᴏɴᴇ-sʜᴏᴛs▪

𝐘𝐨 𝐒𝐡𝐢𝐧𝐝𝐨

Nota; Simplemente ✨hermoso✨

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Por fin, las vacaciones de verano empezaron. No había pasado más de dos semanas y la clase de _______________ había planeado una acampada a las afueras de la ciudad.

Tatami, quién parte de aquel grupo, había pedido prestada la casa de campo de sus padres, una que solían tener alquilada para pasar los días más calurosos.

Aquellos chicos la ocuparían por unos días, había sitio de sobra, comida para todos, un lago justo al lado para nadar y espacio para hacer cualquiera de sus locuras.

Justo el tren los había dejado en la estación. Iban cargados de mochilas, gorras y crema solar, escuchando las pesadas chicharras de fondo.

—Acabamos de llegar y ya me estoy pudriendo.—comentó Makabe, suspirando.

—Sí..., se me olvidó decir que es una zona bastante calurosa.—respondió Tatami, recibiendo un fuerte quejido de todos los demás—¡Pero no pasa nada!, ¡recién que lleguemos nos bañaremos en el lago!

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—Me voy a morir, me va a dar una insolación, golpe de calor, desmayo, jamacuco, falta de sales minerales...—habló _______________ subiendo las escaleras de aquel monte.

—¡Ya queda poco para la cima, venga!—animó la rubia.

—¿Quieres que te lleve?—le preguntó Shindo entre risas.

La (H/C) lo miró. Su corazón fue aún más rápido. Tenerlo tan cerca le ponía de los nervios, su amor platónico hacia él era incontrolable. Empezó casi a finales de curso, cuando el chico la salvó de un villano en una de sus guardias. Desde aquel día cayó en sus encantos.

Era soltero, guapo, fuerte y carismático.

Un perfecto combo que no pegaba con ella pero que igualmente la dejaba ante sus pies.

—Prefiero morirme a dejar que me lleven.—sonrió de vuelta, aparentando seguridad—. Sobretodo tú.

—Ooh..., ¿te da vergüenza que te lleve en mis brazos?—sonrió de lado, dándole un pequeño empujón con su codo.

_________________ se mordió la mejilla por dentro y soltó una risa de nariz. Lo miró, manteniendo aquella sonrisa, provocando que el chico tragara saliva.

Sí, Shindo se derretía por dentro con las miradas de aquella chica. Lo hipnotizaban, lo hacían sentir fuera de la gravedad. Y lo más importante, le provocaba mariposas.

—Nah, me daría vergüenza dejarme vencer por unas escaleras y algo de calor.—rió—. Estoy de camino a ser una heroína, podré con ello.—palmeó su hombro y despeinó su pelo para comenzar a subir las escaleras más rápido que antes.

Las pulsaciones de Shindo aceleraron sin su permiso. Sonrió como tonto, y comenzó a subir los escalones como ella.

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—¡Por fin!, ¡hemos llegado!, ¡coged la habitación que queráis y poneos el bañador!, ¡iremos directamente al lago!—habló Tatami, viendo la casa de campo de tres pisos frente a ella.