𝐈𝐳𝐮𝐤𝐮 𝐌𝐢𝐝𝐨𝐫𝐢𝐲𝐚

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Nota; Qué pacto con el diablo tengo que hacer para que Izuku sea mi vecino.

•••

_____________ miró la gran casa de dos pisos frente a ella.

Estaba algo demacrada, se podía ver desde fuera, e incluso las plantas del jardín estaban todas secas y muertas.

Suspiró.

Aquella mudanza que consiguió con duros ahorros, le iba a costar más trabajo de lo que pensaba.

—Bueno, vamos a ello...—tomó sus maletas con ambos brazos y procedió por entrar a su próxima y nueva vida.

No obstante, no era consciente de que un pecoso chico la estaba observando. Este, tras la ventana de su habitación, analizaba a su nueva vecina. Compartían la misma valla del jardín, y ya había escuchado rumores de que habían comprado la casa de al lado. Hasta que lo descubrió él por sí mismo.

Aunque nunca se llegaría a esperar que fuera una chica de su edad, y aún menos tan resplandeciente ante su vista.

No evitó sentir calores cuando la vio por primera vez, y lo hizo de casualidad. Sólo pasó por su ventana, y se detuvo porque la vio frente aquella casa.

Cuando la vio entrar al fin, exhaló aire y se rascó la nuca. Negó para sí mismo y salió de la habitación.

—Relájate, no hablará nunca contigo.—se susurró para él.

(•••)

Al día siguiente la chica se levantó pronto, había dormido en el suelo con solo un futón y cojín ya que aún no tenía los muebles.

Y hablando de muebles; los camiones de la mudanza estaban por llegar, le dejarían todo en el jardín y se irían.

—Qué pereza de vida.—tomó un sorbo de su café que mantenía en una cantimplora desde el día anterior, mirando a cualquier punto fijo de la sala principal. Respiró hondo y se levantó del suelo para arreglarse como una persona normal—. Al menos tengo baño.—se motivó.

La mañana prosiguió; se vistió y arregló para no asustar a los de la mudanza con su nido de pájaros en la cabeza. Y estuvo esperando en el patio mientras leía un libro con tranquilidad, hasta que escuchó los ruidosos motores de los camiones de carga.

Se levantó, dejando la lectura a un lado, y se asomó a la entrada, sacando medio cuerpo por la verja. La abrió y salió por completo, observando a los camiones venir y aparcar frente a su casa.

Midoriya quién en ese entonces había acabado de desayunar, escuchó los vehículos llegar. Sólo por fisgonear se asomó por su jardín, simulando que estaba mirando sus plantas. Aunque en realidad estaba espiando.

—¡Buenos días!, necesito que firme en estos tres espacios.—dijo el hombre que salió de uno de los camiones. Ella lo hizo con una ilusionada sonrisa, y le entregó los papeles junto con el boli—. Genial, ahora sacaremos todo.

Ella se inclinó y se apartó de su camino.

Desde un lado de su muro observó a los trabajadores sacar montones de cajas y muebles empapelados con plástico de burbujas. Aquello cada vez iba aumentando, tenía literalmente toda la casa fuera. Tanto las cajas como los muebles, formaron una pila enorme de trastos, incluso hicieron sombra ante la figura de la chica.

вokυ no нιro ▪ᴏɴᴇ-sʜᴏᴛs▪Donde viven las historias. Descúbrelo ahora