Capítulo 11

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En el arroyo Ethan despedazó la almohada de Regina, levantando una nube de plumas antes de arrojar la funda vacía al agua.

Más lejos tiró el camisón, luego salió del lecho del arroyo y se alejó atravesando la maleza. No iban por donde habían llegado y a Kerry no le quedó más remedio que esperar que Ethan supiera hacia dónde se dirigía. Ella no tenía idea de dónde estaban ni de cómo llegar hasta el auto.

Además, Ethan no le dirigía la palabra. No había dicho nada, además de "pásame la almohada", desde que dejaron el cuerpo de Regina en el claro. Caminaba mucho más rápido y ella no podía seguirle el paso con facilidad, pero no quiso seguir agarrada a su ropa como antes. Y desde luego que no iba a suplicarle que caminara más despacio cuando podía ver por sí mismo que ella estaba teniendo dificultades. Caminó penosamente detrás de él, quebrando ramas, derrapando en los terraplenes y alborotando las hojas secas, arrancando plantas cuando trepaban por pendientes agudas y resoplando con la boca abierta por el agotamiento. No se atrevía a dejar que la distancia entre ellos rebasara los dos metros más o menos para no correr el riesgo de no ver bien dónde había pisado y caer, no en terreno mojado, sino en terreno pantanoso. Sólo podía seguirle el paso ruidosamente, y si no le gustaba, que lo dijera.

No dijo ni media palabra.

Tuvo oportunidad de recobrar el aliento cuando Ethan se detuvo a depositar una de las sábanas en las arenas empapadas que ella intentaba evitar. Tomó una piedra enorme que un hombre normal seguramente habría tenido dificultad en mover, y la lanzó encima de la sábana. Inmediatamente, piedra y sábana empezaron a hundirse.

Luego siguieron caminando.

Justo cuando había empezado a perder la esperanza de que alguna vez encontraran de nuevo el camino de salida del bosque salieron finalmente, a unos cuantos metros del Shadow robado.

- ¿Y qué...? -hizo un ademán vago señalando la otra sabana, el edredón y la colcha que Ethan todavía llevaba en la mano.

Los arrojó al asiento trasero, hecho que ella tomó como su forma sutil de decirle que no se preocupara, que se desharían de ellos más tarde. Y efectivamente, cuando pasaron por Spencerport, ya nuevamente en dirección a Rochester, arrojó el abrigo de ante por la ventana sin siquiera disminuir la velocidad.

Seguía sin hablar cuando devolvieron el Shadow y lo cambiaron por el Skylark original.

-Qué interesante sería -dijo ella- estar aquí cuando el cliente y el mecánico se embarquen en una discusión acerca del kilometraje y del tanque de gasolina medio vacío, y de todo ese lodo.

Tampoco hubo respuesta, pese a dos intentos de conversación por parte de Kerry. Está enfadado, se figuró. Allá tú. Cruzó los brazos sobre el pecho y se puso a mirar por la ventana.

Ella esperaba que dieran la vuelta y regresaran a Brockport, disponiéndose finalmente a hacer algo para encontrar a su papá y a lan, pero Ethan siguió en dirección a Rochester. Pararon en un punto de observación que miraba al canal Erie, donde Ethan arrojó al agua la segunda sábana amarrada a una piedra. Tomó otras piedras, que amarró en el edredón, pero no se deshicieron de este hasta que pasaron por el puente que cruza la bahía de Irondequoit.

Kerry miró su reloj. Eran más de las cinco de la mañana. Durante las últimas semanas, el despertador para ir a la escuela, puesto a las 6:30, sonaba cuando todavía estaba oscuro fuera. Calculó que el sol saldría cerca de las siete. Tiempo suficiente para deshacerse de la colcha y llegar a Brockport, si ésa era su intención. No podrían regresar a la casa que había identificado como de su tío. Quienquiera que hubiese matado a Regina lo sabría y podría llegar durante el día, mientras él estaba indefenso. Lo miró a hurtadillas. Tenía serias dudas de que él planeara pedirle que vigilara su sueño.

Compañeros de la nocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora