Kerry despertó a las diez de la mañana, con la espalda adolorida, el brazo derecho, el esposado, tieso, los dedos de los pies entumecidos y el resto del cuerpo molido por el frío. La luz seguía encendida. No había ningún asqueroso bicho rastrero a la vista y Ethan no se había movido un ápice.
Acabó cubriéndose con la colcha. Sin mucho mirar, la extendió lo suficiente para poder acostarse encima. La protegería un poco del frio y del duro suelo. Trató de tranquilizarse diciéndose que la sangre estuvo en las sábanas y en el edredón. De todos modos, estaba segura de que no volvería a dormirse...
La segunda vez que durmió soñó que Regina convertía a Ethan en vampiro. Tenía conciencia de que estaba soñando y de que de todos modos él ya había admitido que eso no fue lo que ocurrió.
Pero soñó lo que él había descrito.
Yacía a un lado de la carretera, con la cabeza descansando en el regazo de Regina. Su expresión era de susto, de valor y al mismo tiempo era desafiante, al igual que en la lavandería; su cabello oscuro acentuaba la palidez de su piel. Regina, hermosa pero fría y cruel, se inclinó sobre él. Le levantó la barbilla, arqueándole el cuello, y puso los labios contra su garganta. Le acariciaba la cara y el cabello suavemente, pero Kerry pudo ver que era solamente para que no forcejeara mientras le chupaba la sangre. Como era un sueño, Kerry pudo sentir lo que Ethan sentía, que era miedo, no podía ser de otra manera, y vergüenza, pero también placer, que era el motivo de la vergüenza. Kerry trató de despertar, pero no pudo. La respiración de Ethan era cada vez más rápida, hasta que, con un estremecimiento de dolor, se detuvo completamente.
Entonces abrió los ojos.
Con eso al fin Kerry pudo despertar. Era temprano por la tarde, pero no se atrevió a volver a dormir.
El problema era que estando despierta no podía dejar de pensar en su familia. ¿Estaría bien su papá? ¿No habría tratado de hacer alguna estupidez, o sí? ¿Y lan? ¿Los secuestradores solían permitir a los niños pequeños llevar consigo sus koalas de peluche? ¿Y dónde estaba mamá cuando se la necesitaba?
Kerry pensó que era mejor intentar pensar otra cosa. Lo que fuese.
La luz era cada vez más débil, así que encendió la linterna de repuesto y apagó la primera para tener luz en un caso desesperado. De su mochila sacó el libro que debió haber leído para la clase de literatura. Envuelta en el edredón de Regina, masticando con ganas y ruidosamente rosquillas y papas fritas y tomando sorbos de Coca Cola, que estaba fría como si hubiera estado en el refrigerador, terminó la historia. No había notado que la trama daría un giro significativo pronto, así que restó unos puntos de su posible calificación, pues lo que había respondido no tenía ningún sentido por la manera en cómo la historia terminaba.
Estaba tan aburrida que no sólo hizo su tarea de matemáticas, sino que también empezó la de la siguiente unidad. Como si tuviera oportunidad de volver a la escuela, pensó.
Ethan despertó con un suspiro a las 4:35.
Kerry estaba segura de que este era el momento exacto en que el sol desaparecía por el horizonte. Estaba a punto de decir "buenos días", pero era ridículo en semejantes circunstancias, y "buenas noches" sonaba mucho a una versión caricaturesca de un conde de Transilvania.
-Hola -dijo.
Ethan se sentó, sin exhibir ninguno de los movimientos lentos, cautelosos, que ella necesitaba antes de poder moverse con normalidad. Sí se estiró un poco, pasando los brazos alrededor de las rodillas. Mira lo que unos cuantos cientos de años de práctica de dormir en panteones pueden hacer por tu físico, se dijo Kerry
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Compañeros de la noche
Novela JuvenilA escondidas de su padre, Kerry sale a medianoche a recuperar el oso de peluche que su hermanito olvidó en una lavandería, sin imaginar la escalofriante sucesión de acontecimientos que la marcarán de por vida a lo largo de esa terrible noche.