Kerry descubrió el primer defecto del plan en cuanto arrancó el Monte Carlo. No podía ir al supermercado para ver si el profesor Marsala se encontraba ahí porque si había un sitio donde la iban a reconocer, era ése.
No importa, se dijo. Sin duda, si el profesor tenía la intención de pasar la noche en un lugar, no sería ahí, donde seguramente después de dos o tres horas al acecho en el pasillo de los alimentos congelados alguien acabaría sospechando de él. Tenía más sentido buscar en restaurantes o en bares.
El primer sitio donde buscó fue en el restaurante de la universidad, ya que era el lugar donde el profesor encontraría conocidos con toda probabilidad, personas estarían más dispuestas a intervenir si unos extraños con dientes largos y afilados intentaran llevárselo. En el lugar el ruido era increíblemente fuerte, con la música y las conversaciones de un montón de personas dispuestas a divertirse en un sábado por la noche. Tampoco estaba bien iluminado, de modo que Kerry tuvo que caminar entre las mesas, buscando. No había señales del hombre cuya fotografía había visto encima del piano.
Después buscó en restaurantes.
-Voy a encontrarme con alguien -decía en la entrada-, ¿puedo pasar para ver si ya llegó?
Nunca había llegado.
En los bares resultó más complicado. En el primero, el cantinero la llamó:
-Identificación.
- ¿Perdón? -Kerry no había pedido nada, lo único que había hecho era entrar. Quizá no oyó bien. Le dio la impresión de que todo el mundo la miraba, pensando que era una boba.
-Comprobante de edad -dijo el cantinero-. En el estado de Nueva York tienes que tener más de veintiún años para que se te permita la entrada.
-No tengo veintiún años -Kerry tartamudeó.
-No me digas. Entonces no puedes estar aquí.
-Estoy buscando a... -Se dio cuenta de cómo sonaría si decía a "alguien"-. Mi papá.
-No está aquí -dijo el barman-. Sal por favor antes de que me vea en la necesidad de hacer que te saquen.
- ¿Cómo sabe que no está aquí? -preguntó.
-Aquí no hay ningún tipo que parezca un papá -el cantinero le hizo una seña a alguien.
-Ya me voy, ya me voy.
Ya en la salida, dio un último vistazo. Ni rastro de Marsala, pero el gorila a quien habían llamado se aproximaba a toda prisa.
Kerry se fue. Aun si el profesor estuviera ahí, tendría que salir pronto, consultó su reloj, antes de que cerraran.
En el segundo bar tampoco salieron bien las cosas, pero por diferente motivo.
Una mujer, seguramente la gerente, llegó a toda prisa en cuanto Kerry cruzó el umbral.
-Estoy buscando a mi papá -dijo, antes de que la mujer empezara su perorata- Por favor. -Ella misma percibió desesperación en su voz, y por lo visto la gerente también.
Se le suavizó el rostro.
-Oh, cariño, pobrecita -dijo.
Kerry trató de aparentar mejor una "pobrecita".
La mujer la acompañó de cuarto en cuarto, el sitio era una casa adaptada, e incluso se ofreció a llamar a la policía.
-No, no -dijo Kerry- No se moleste. Al final siempre acaba llegando a casa.
La mujer le dio unas palmaditas compasivas en la mano y dijo "Oh, cariño, pobrecita" otra vez.
Kerry verificó incluso en el otro supermercado, en el que no trabajaba. Sabía que no era probable que estuviera ahí, pero apenas eran las dos de la mañana.
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Compañeros de la noche
Fiksi RemajaA escondidas de su padre, Kerry sale a medianoche a recuperar el oso de peluche que su hermanito olvidó en una lavandería, sin imaginar la escalofriante sucesión de acontecimientos que la marcarán de por vida a lo largo de esa terrible noche.