La casa de los Nowicki estaba totalmente oscura, parecía casi amenazante. Kerry sacó la llave de su mochila y tomó el camino de acceso, iluminado por los faros del auto de Ethan.
Puso la mano en el picaporte pero antes de meter la llave la puerta se abrió de par en par. Qué raro que su papá no hubiera cerrado con llave; tal vez estaba con algún vecino y salió pensando que tardaría sólo unos minutos; tal vez no había previsto estar fuera después de que anocheciera.
Kerry buscó a tientas el interruptor de la luz.
La sala era un caos.
No un caos como si no la hubieran limpiado en unas semana: un caos porque los cuadros estaban torcidos, los muebles desordenados, los cojines destrozados.
Kerry se volvió justo a tiempo para ver que Ethan acababa de arrancar. "¡Espera!", gritó. Dejó caer su mochila y atravesó corriendo el jardín.
Ethan dio marcha atrás y se estacionó frente a la casa. La luz que salía por la puerta abierta alumbraba la escalerilla de la entrada. No había señales de movimiento.
-Aguarda aquí- le dijo a Kerry.
Dejó la puerta del auto abierta y no apagó el motor.
Kerry miró aprensiva mientras Ethan cruzaba el camino.
Cuando ella llegó a la casa Ethan no había pasado de la sala.
Había tratado de no hacer ruido, por si acaso los intrusos se encontraban todavía en el interior, pero cuando vio lo que Ethan miraba, el texto escrito en rojo en la pared, emitió un grito sordo.
VAMPIRO, TENEMOS A TU FAMILIA, decía el texto.
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Compañeros de la noche
Teen FictionA escondidas de su padre, Kerry sale a medianoche a recuperar el oso de peluche que su hermanito olvidó en una lavandería, sin imaginar la escalofriante sucesión de acontecimientos que la marcarán de por vida a lo largo de esa terrible noche.