De nuevo en el auto, Ethan se recostó en el respaldo mirando hacia el frente, sin poner el motor en marcha.
Cuando ya no pudo más, Kerry preguntó:
- ¿Y ahora qué?
-No lo sé -admitió.
Era una respuesta aterradora. Sabía que le mentía y que no le contaba las cosas. Pero al mismo tiempo presuponía que Ethan sabía qué hacer en cualquier situación. ¿Ethan sin saber qué hacer?
Después de una pausa que le pareció larguísima dijo:
-Alguien va a empezar a preguntarse qué estamos haciendo aquí sentados. ¿A dónde iremos ahora?
Él sacudió la cabeza.
Ya era suficiente.
- ¿Dónde podría estar? -preguntó Kerry con la mandíbula apretada-. Evidentemente quiere encontrarme a mí. Por eso se llevó a mi familia: para llegar a mí. ¿De qué le sirve tener a mi familia secuestrada si no me entrego?
Ethan se frotó la frente como si ella le estuviera provocando dolor de cabeza.
-No lo sé.
-Quizá debería volver a mi casa -sugirió-. Quizás ha dejado otro mensaje allá.
Ethan lo pensó.
-Está bien -en un tono de no tenemos nada mejor que hacer.
Se dirigieron a la Glorieta de Venados, donde Kerry encontró su casa rodeada por cinta plástica amarilla de "escena de crimen".
-No hay nadie aquí -dijo Ethan, y agregó, antes de que ella pudiera protestar-: daremos la vuelta para entrar por atrás. Dadas las circunstancias, te garantizo que tus vecinos se percatarían de la presencia de un auto estacionado en la glorieta.
Se estacionó en la calle Frandee, en la siguiente manzana, cerca de la casa de la familia Hill, cuyo jardín cruzaron para llegar a su propio patio trasero.
-Mi llave es para la puerta principal -dijo Kerry, pero antes de terminar la frase Ethan ya había abierto con su ganzúa la puerta corrediza de vidrio y estaba pasando por debajo de la cinta de la policía que también bloqueaba esta entrada.
Era una sensación extraña entrar a su propia casa a hurtadillas.
Distraída, tardó un rato en registrar el estado de las habitaciones. Todo parecía normal. La sala de estar, la cocina, el comedor -no había nada extraordinario en ninguna parte. Sólo en la sala encontró lo que recordaba y esperaba, los muebles patas para arriba y despanzurrados y las lámparas rotas.
- Sólo registró esta habitación -señaló en un murmullo, como si Ethan no se hubiera dado cuenta.
-"Registrar" implica buscar algo -dijo Ethan, en un murmullo, al igual que ella—. No imagino que buscaba. Lo más probable es que solamente quisiera llamar tu atención, demostrar que habla en serio.
Extendió la mano para tocar la pared donde había pintado las palabras VAMPIRO, TENEMOS A TU FAMILIA.
Ethan la agarró por la muñeca y meneó la cabeza.
Polvo para tomar huellas dactilares. Las paredes, los muebles, todo estaba cubierto de un polvo negro espeso con el que la policía tomó huellas dactilares. De todos modos, no necesitaba tocar la pared. El mensaje estaba tal como lo recordaba: VAMPIRO, TENEMOS A TU FAMILIA. Y abajo: LEV 17:10. Se dio cuenta de que subconscientemente esperaba que hubieran agregado un segundo mensaje: "Ven a la capilla Newman a medianoche", o "Nos vemos en la entrada del cementerio", o "Estaremos en la lavandería, donde todo comenzó".
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Compañeros de la noche
Novela JuvenilA escondidas de su padre, Kerry sale a medianoche a recuperar el oso de peluche que su hermanito olvidó en una lavandería, sin imaginar la escalofriante sucesión de acontecimientos que la marcarán de por vida a lo largo de esa terrible noche.