Finalmente, Madame Butterfly dejó de sonar. Kerry podía oír los ruidos del tráfico, difusos, que llegaban del exterior. ¿Y si la policía volvía para interrogar nuevamente a Marsala? ¿Y si algún vecino llegara a quejarse por los ruidos de la madrugada? Kerry estaba decidida a proteger a Ethan hasta con las uñas para mantener la puerta cerrada e impedir la entrada a intrusos curiosos.
Se le durmió el brazo por la posición de Ethan que no hizo el menor movimiento; lo movió tan suavemente como pudo, aun sabiendo que muy probablemente no podría despertarlo, aunque quisiera.
Se dio cuenta de que tenía mucha hambre, y entonces pensó cuánta hambre tendría él al despertarse con la puesta del sol, y eso también la hizo pensar que quizá lo más prudente sería abrir la puerta de un puntapié.
Después de esto, pensó, si Ethan mata a alguien, en realidad, será como si yo lo hubiera matado. Un pensamiento muy inquietante.
Pero aun así no fue capaz de abrir la puerta.
Acabó quedándose dormida, y al hacerlo tuvo otro sueño de vampiros.
Empezó como el anterior, con la historia de que Regina lo convirtió en vampiro, sólo que esta vez era la propia Kerry la que yacía a un lado de la carretera, y cuando alzó la vista al oír pasos que se acercaban en la grava era Ethan el que estaba ahí de pie.
Lo miró, temerosa y esperanzada al mismo tiempo; él se arrodillo a su lado y luego se sentó, poniendo la cabeza de Kerry en su regazo. Había perdido tanta sangre debido a sus heridas que tuvo frio, y el tacto de él era cálido. Cálido, suave y sensual, aunque lo único que le tocó fue la cara.
Se inclinó sobre ella. "No te dolerá", susurró, tan bajito que no pudo entender sus palabras, pero entendió al sentir su aliento en la garganta.
Entonces la mordió.
Hubo un momento de dolor, pero, tal como había prometido, la sensación fue muy, muy agradable. Tuvo conciencia de que su corazón trabajaba más lentamente a medida que perdía la sangre vital, y de que el corazón de él latía más rápidamente a medida que su sangre le llenaba las venas; aun así sus latidos eran más rápidos que los de él.
Finalmente, cuando ella lo empujó para que se alejara, él se enderezó. Luego se llevó su propia muñeca a la boca y cortó con sus dientes. La sangre brotó tal como había ocurrido en la lavandería cuando ella accidentalmente lo corto con la navaja de afeitar. La suya y la mía juntas esta vez, pensó cuando escurría por el puño blanco de su camisa hasta gotear en el suelo. Él alargó su brazo hacia ella. Recordó que él había dicho "elecciones", cuando puso su muñeca contra la boca de ella. Primero retrocedió con el sabor, pero le llenó la boca y debía escupirla o tragarla. La tragó. Y una segunda vez: dudó y la sangre tibia, cobriza, volvió a llenarle la boca. Pero luego empezó a chuparle la muñeca, absorbiendo sangre de sus arterias, incapaz de parar. Él tenía los ojos cerrados, con la cabeza echada hacia atrás. Ella podía sentir sus emociones recorriéndole las venas, sus pensamientos como si fueran propios. Las mentiras ya no eran posibles. Las mentiras no eran necesarias.
Ella lo acercó hasta que quedó acostado a su lado, abrazándola de modo que ella sintió al fin, después de mucho, sus corazones latiendo al unísono. Él volvió a morderle el cuello y empezó a beberle la sangre que ella acababa de tomar. Kerry se dio cuenta de que debía haber algo más que esto, que no podían sobrevivir eternamente con la sangre del otro, pero... ¡Qué importa!, pensó. No es más que un sueño, no es necesario que tenga sentido.
Y con ese pensamiento despertó.
Ethan, por supuesto, no se había movido. Kerry, en cambio, dedujo que más valía que ella si se moviera.
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Compañeros de la noche
Novela JuvenilA escondidas de su padre, Kerry sale a medianoche a recuperar el oso de peluche que su hermanito olvidó en una lavandería, sin imaginar la escalofriante sucesión de acontecimientos que la marcarán de por vida a lo largo de esa terrible noche.