Capítulo 7

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Sin saber exactamente cómo, antes de que Kerry hubiera tenido tiempo de reaccionar, Ethan ya tenía controlado el teléfono y la había agarrado por la muñeca. La frialdad de su piel se coló en la suya.

Ethan le sujetó el brazo con fuerza, y aunque no pretendía lastimarla, Kerry no logró soltarse.

Ethan le tomó la otra muñeca y la acercó hacia sí.

-No voy a lastimarte -le dijo.

Kerry trató de darle con la rodilla en la entrepierna, algo que siempre parecía funcionar en las películas, pero él era mucho más rápido que ella y en un instante la tenía contra la pared.

-No lo hagas -musitó.

Sin soltarla, dio medio paso atrás, de modo que su cuerpo no la presionaba. No iba a tener ninguna dificultad para inmovilizarla, no con su velocidad y su fuerza. De todos modos ella no tenía mucho campo para forcejear. Pero al menos él había aflojado un poco y eso le hizo pensar que él no iba a aprovecharse de la situación.

Se puso furiosa por haber sentido alivio y las rodillas flojas, y por querer mirarlo favorablemente, sólo porque no era un redomado miserable.

-Lo siento -dijo él. Se estaba esforzando en parecer sincero. Sabía que era un embustero. Todo lo que había dicho hasta ese momento había sido mentira-. Estás metida en esto por mero accidente, si te sirve te juro que estoy agradecido por lo de anoche... no pensé que volvería a verte.

Los ojos de Kerry eran ardientes y sarcásticos. Luchó para mantenerlos abiertos, para hacer frente a lo que venía, y para no llorar. Hubiera sido más fácil de no ser por el mechón de pelo que se le había soltado y que le cosquilleaba el rabillo del ojo.

-Haré todo para salvar a tu papá y a tu hermano -le dijo. Sin duda para que se calmara. Cambió de postura, le agarró ambas manos con su izquierda, y con la mano libre le quitó el mechón de la cara.

Ella retrocedió cuando la tocó.

-No voy a lastimarte -repitió.

Kerry lo miró directamente a los ojos.

-¿Eso quiere decir que no me vas a hacer daño, o que cuando me mates no me dolerá?

Él no contestó, lo que fue suficiente.

En sus ojos azules no había malicia. Quizá de veras lo sintiera, como dijo; en verdad su comportamiento era de lo más amable, pero ella vio que su mirada se posó por un instante en su garganta. Le deslizó la mano derecha detrás del cuello, le sujetó la cabeza, y se la acercó tanto que le quedó pegada a su pecho.

-Aguarda -dijo ella-, por favor. -Sus forcejeos los pusieron en un contacto más íntimo de lo que él pretendió, ella retrocedió aterrorizada. -No -suplicó, sabiendo con certeza que estaba probándole la paciencia, que su amabilidad no pasaría de ahí, que si fuera verdaderamente amable nunca habría sobrevivido como vampiro-. Escucha, por favor. -Dejó de forcejear, para demostrar que no intentaba ganar tiempo. Lo que no significaba que hubiera dejado de temblar ni que siguiera faltándole la respiración-. Un minuto. Escúchame un minuto.

Todavía no la había mordido. Por ahora sólo la tenía inmovilizada, y ella intentó no pensar en la corta distancia que los separaba. Sintió su suave respiración en la garganta, hecho inesperado. Se dio cuenta de que también había sentido su corazón, cinco o seis palpitaciones rítmicas por minuto, debajo de la frialdad de su tacto.

-Puedo ayudarte -le dijo, decidida a serle útil, decidida a que su familia tuviera valor para él.

Sus ojos escrutaron el rostro de Kerry, como si honestamente quisiera encontrar algo en él que le ayudara a creer en ella.

Compañeros de la nocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora