Capítulo XVIII - Tregua y quedamos a medias.

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2:50 AM. A dos días para la reunión.

Mariana estaba a un extremo de su cama, y Naisha, al otro extremo. Casi rozaban la orilla. Se miraban fijamente, y a pesar del cansancio, cada músculo de su cuerpo se encontraba en un estado de alerta que no tenía precedentes. Un abismo de seda entre ambas, terror, ansiedad... y otras cositas que no necesitamos mencionar en este momento, eran parte de aquella escena tan...

Infantil.

Desde que Naisha entró y se acostó, habían estado así. No habían hablado, no habían exteriorizado sentimiento alguno. Solo se perdían en sus miradas, y se ahogaban en ese caudal agobiante que enmudecía la voz.

Mariana deslizaba ocasionalmente los dedos por la sábana, percibía su textura suave, algo fría por el aire acondicionado. En un punto, Naisha comenzó a imitar lo que hacía; el resto fue trámite, sus manos se encontraron y se entrelazaron por inercia.

—¡A la mierda! —dijo Mariana, atrayéndola hacia ella.

Verlas resultaba tierno, te desesperabas si eras visceral y solo querías que se desnudaran y cogieran... no, eso no pasó aquí.

Mariana se refugió en sus brazos, en un acto de entrega que va más allá de lo fisiológico, incluso más allá de lo sexual. Pasa que no todos tienen suerte en el amor, al menos, algunos dan tumbos por doquier, como si hubiesen nacido para recoger la mierda del universo cuando solo querían leche tibia y galletas de mantequilla, pero les dieron dos rebanadas de pan con algo que parecía atún, y no sabía a atún, porque definitivamente NO era atún.

Muchas veces, solo necesitas que alguien esté así, cerquita de ti, que juegue con tu cabello y explore esa zona sensible entre la nuca y la espalda, solo porque nadie jamás te tocó ahí... obvio, lo que llevas en la entrepierna no está ahí.

A veces, solo es cansancio, agota sentirte usado, sentirte objeto del capricho de alguien más, que te presume un catorce de febrero y luego coquetea con un supuesto "socio", con quien aparentemente tomaría un café.

Simple, no quieres nada. De ese tamaño se sentía Mariana... pasa que Naisha, en este instante en el cual estoy divagando pendejadas, hacía exactamente eso, exploraba esos lugares que nadie toma en cuenta en medio de la calentura, descubrió un lunar detrás de su oreja que era tan pequeñito y rojito que le provocaba besarlo... y lo hizo, una y otra vez, y no paró ahí, entrelazó los dedos de sus manos con ella y besó cada falange. Descubrió, además, que se ponía nerviosa cuando pasaba sus manos muy cerca de sus costillas, hacia los costados. Y encontró consuelo cuando posó su oído sobre su pecho y pudo escuchar lo acelerado de sus latidos.

Mariana deseaba desde hace mucho tiempo explorar, saber qué se sentía enredar los dedos en el abundante cabello de Naisha, y aprovechó ese momento para hacerlo; despreció la seda al descubrir lo que sentía al deslizar sus dedos en aquellas hebras bañadas en azabache, y encontró en su nuca un lunar de mancha bastante curioso. Si te dejabas seducir por la pareidolia, adivinabas la forma de un corazón. Era hermoso, tenía que besarlo.

Y no, no pasó nada más allá de un beso profundo y cargado de necesidad, una mirada anhelante, y un abrazo tibio en el cual Mariana descubrió que Naisha se ponía nerviosa ante el contacto en cierta zona en su espalda baja, que la hizo reír de manera tan hermosa, que sintió deseos de llorar al verla.

No, no estaba loca, no es difícil entender que le costaba creerse merecedora de algo así después de haber sido lastimada, y es sencillo deducir que le abrumaba sentir que era correspondida, que solo llegó el momento, alguien se fijó en ella y no la vio como un objeto que se lleva a la cama y luego se ignora.

Puede que cueste creerlo, pero, esto pasa en la vida de muchos hombres y mujeres; generalmente la reacción es de llanto, por no saber que así se sentía una caricia amorosa, y sorprende que no sea un simple "magreo estimulante". Palabras de la amiga de una amiga.

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