Capítulo VII - Escarbando en lugares incorrectos del pasado y el presente.

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Mariana se hincó de rodillas tras ella y no dudó en abrazarla. Puede que el estrés, y uno que otro factor no menos importante, hayan removido cosas en Naisha y simplemente se quebró.

Nunca fue costumbre para ella hablar de su vida personal, tal y como lo mencionó Michel en su momento, eso era todo lo que se sabía de ella.

El calor de Mariana resultó balsámico. Cuando consiguió calmar su llanto, se puso de pie.

—Perdóname... yo... —decía entre sollozos.
—No, soy yo quien te debe una disculpa. Lo mejor será que me vaya.

Mariana caminó hasta la puerta contigua en medio de un silencio incómodo que Naisha no tardaría en romper.

—¿Quieres saber quién era Naya?

El hecho de que Naisha se refiriera a ella en pasado, explicaba la mitad del asunto. Mariana asintió, y Naisha la invitó a volver al sofá mientras tomaba una botella de Vodka y dos "caballitos". El asunto era serio.

Naisha volvió con ella, se sentó y sirvió los tragos. Con gestos desafiantes, deslizó uno de los vasos hasta Mariana, y le indicó que lo bebiera. Naisha bebió su trago sin esperar a que Mariana siquiera tomara el suyo y se sirvió otro inmediatamente después de eso.

—No ha pasado mucho tiempo, yo tenía veinte o veintiún años... más o menos. Mi padre había logrado un acuerdo con otra familia de nuestra misma casta para un matrimonio arreglado. Él siempre fue arraigado a las tradiciones, y estaba dispuesto a tirar la casa por la ventana con tal de venderme al mejor postor. Lo que yo tenía en mente era completamente distinto, quería terminar mis estudios, viajar y conocer el mundo... mi padre me decía siempre que las mujeres no necesitan conocer el mundo, que solo deben aprender a cocinar y atender el hogar, a los hijos y al marido.

Mariana se sintió indignada, tanto que se sirvió ella misma otro trago y lo bebió de golpe.

—Sabía que lo necesitarías. No es fácil. —Naisha prosiguió. —Para mi pesar, solía ser la clase de chica que mejor se subasta en mi país. La familia con la cual me iban a relacionar, pedía una dote importante, y a pesar de que para mí padre no era imposible pagarla, se me exigió mucho como mujer para compensar ese "gasto"... gasto que no le pedí hacer. —Naisha volvió a servirse otro trago antes de continuar. —El día de la reunión donde conocería a mi "futuro marido", mi padre decidió que debía ser un evento pomposo, majestuoso, único. Ser la hija del Vice Almirante de la Armada de India, era sinónimo de prestigio. En realidad, ese matrimonio le habría dado acceso a un ascenso, que era lo que él quería; como Almirante, sería reconocido como Jefe del Estado Mayor Naval, y eso le permitiría acceder a posiciones de poder político.
—Ministro de Defensa...
—Exactamente. Ahora, este chico, pertenecía al componente de la Aviación, y su padre era Teniente General del Ejército en aquel entonces.
—Todo fríamente calculado...
—Mi hermano estaba en un equipo de operaciones especiales de la Armada, él era "el orgullo" de mi padre.

Un par de tragos más, y parecía que Naisha estaba dilatando el momento de hablar de Naya.

—El día de la reunión, conocí a una joven, un par de años mayor que yo. Era parte del personal que enviaron de la agencia de festejos. Ella servía la comida en las distintas mesas; era eso, una simple mortal musulmana, distante de todo aquello a lo que yo estaba acostumbrada a ver. Eso me marcó. Tan solo me miró, me sonrió, puso el plato sobre la mesa y se retiró. Pude notar que algo cayó de su brazo, una especie de pulsera trenzada, muy linda... la recogí y todavía me pregunto por qué la mantuve conmigo todo el tiempo que duró la actividad.

Mariana sonreía, ver la mirada de Naisha tan brillosa y expresiva al hablar de esa chica, le agradaba mucho.

—Me acerqué a ella cuando pude escabullirme de toda aquella parafernalia. Todavía recuerdo cómo surgió la primera conversación y muero de vergüenza.
—¿Qué le dijiste? —Mariana estaba entusiasmada con la historia.
—Fui una tonta... le dije: "musulmana, dejaste caer esto.".

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