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La habitación de Daisuke es tenue. Las sombras se dibujan y la única iluminación proviene de una luz nocturna Buzz Lightyear en la esquina. Es la madre de todas las habitaciones de niño. ¿Amarillo y verde? No, gracias. Las paredes son azul marino y crema, los muebles de madera oscuro. Una canasta de baloncesto del-tamaño-de-un-niño está contra una pared, y un tren de tamaño completo contra el otro. Una cómoda mecedora se encuentra entre dos ventanas de arco, con una copia gastada de Goodnight Moon en el asiento.

Fotos enmarcadas de la familia —y del nuevo estadio de los Yankees— cuelgan en las paredes. Un cartel de Metallica está pegado en la parte posterior de la puerta.

Yo lo quería al frente y en el centro, pero Sakura me derribo.

Los grandes y verdes ojos de Daisuke se iluminan cuando entro. Es la perfecta miniatura-de-mí, la nariz, el mentón, el pelo negro que se eleva hacia arriba en todos los ángulos.

—Buenos días, amigo.

Él se aferra a la barandilla de su cuna y rebota como un chimpancé revestido en algodón.
Sus palabras son cuidadosamente pronunciadas, con tensión en las consonantes. Algo así como un robot.
—Hol-la, papá-paa.

Tan jodidamente lindo.

Lo recojo, manteniéndolo en alto, y mordisqueando su vientre, haciéndolo chillar. Entonces lo traigo de vuelta abajo y le doy un apretón. Su cabeza gira y se apoya en mi hombro, y su aliento me hace cosquillas en el cuello. Le beso el pelo otra vez, simplemente porque puedo.

Nunca entenderé esos tipos que se niegan a abrazar y besar a sus hijos, especialmente a sus hijos varones. Insensibles bastardos, si me preguntas. La idea de que demasiado afecto puede hacer a un chico suave es una gran pila humeante de mierda.

¿Si quieres que tu hijo sea confiado y seguro? Tienes que darle una buena base, un correcto ejemplo. Tomemos a mi viejo, por ejemplo. Crecí sabiendo que era totalmente capaz de patear mi culo cada vez que me salía de la línea. Así lo hizo. Frecuentemente. Pero también me mostró todos los días que me cuidaba la espalda. Que me amaba, estaba orgulloso de todo lo que yo hacía o intentaba hacer. Daisuke va a crecer de la misma manera.

Un rancio aroma invade mi nariz.
—Jesús, Daisuke. —Lo recuesto sobre la mesa para cambiarlo.

Pareces sorprendida. No deberías estarlo. Los hombres de verdad cambian pañales.
Estoy pensando en poner eso en una camiseta.
De hecho, cualquier cosa que Sakura puede hacer, la hora del baño, la hora de acostarse, la alimentación a medianoche, yo también puedo hacerlo. Como que tengo que hacerlo.

Sakura sólo tenía veintiocho años cuando nació Daisuke. Para un profesional en nuestro campo, es joven. Y tan feliz como ella estaba por hacer la cosa de mamá —y a pesar de un barco cargado de culpa— simplemente no estaba lista para cambiar en la escalera corporativa para Mamá y yo y las malditas canciones de Wiggles.

Una niñera o guardería estaba fuera de la cuestión. Cuando yo era joven, ni siquiera me gustaba abandonar a nuestros perros. De ninguna manera iba a entregar a mi hijo a unos desconocidos, esperando cada día que ellos no le causaran daño.

Pero le prometí a Sakura —érase una vez— que haría que todos sus sueños se volvieran realidad. Así que llegamos a un acuerdo. Así es como se desarrollaron las cosas. Encontrarás el final de este intercambio particularmente gratificante. . . o por lo menos yo lo hice:

Daisuke —cuatro semanas de nacido.

Son las diez treinta cuando entro por la puerta de nuestro apartamento. Estas pueden parecer horas de retraso para ti, pero en el campo de la banca de inversión, es más o menos el par del campo. Una reunión de siete en punto atropella y luego una conferencia telefónica con Indonesia, un par de horas dedicadas a la revisión de los contratos, y aquí estamos.
Cuando Daisuke nació primero, me tome dos semanas de licencia de paternidad, pero ahora estoy de vuelta en la oficina con velocidad. Sakura está haciendo la cosa de mama-en-casa. Solíamos alternar los turnos de alimentación en mitad de la noche, pero porque es difícil formar una frase coherente y mucho menos manejar millones de dólares, cuando la mitad de tu cerebro está dormido, ahora caen sobre ella, así que puedo conseguir un descanso de noche decente y no diezmar la fortuna de mis clientes.

Enredados -ShikaSaku-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora